Tu mirada vivaz es de paloma;
como la adormidera del desierto,
causas dulce embriaguez, hurí de aroma
que el cielo de topacio abandonó;
mi suerte es dura, mi destino incierto:
Sé más feliz que yo.
--Juan Arolas--
--No te lo vas a creer---le decía a mi amiga la otra tarde al salir de la Catedral de la Almudena---pero una vez pillaron in fraganti a todo un Papa de Roma en la cama con Eloísa, una mujer casada---
--¡Uy, pero qué me dices, Joaquín!. Será una broma, ¿no?---contestó ella sorprendida---
Paseábamos por el centro. Despues de patear la plaza de España y la de Oriente nos acercamos hasta la catedral, entramos y tras de admirar su interior, salíamos enfrascados en una conversación sobre los Papas. Todo vino a cuento al ver la efigie Juan Pablo I presidiendo la puerta de salida..
--Pues créetelo porque es verdad---le dije yo---el marido de la mujer infiel se negaba a creer que su señora, lozana y hermosa pero casta, yaciera en la cama nada menos que con el mismísimo Papa de Roma. Pero ante pruebas tan evidentes que le proporcionó su amigo Desiderio, ujier del Vaticano para más señas, no tuvo más remedio que ir a comprobarlo con sus propios ojos---
--¿Cómo es posible? ¿Todo un Papa? ¿Dónde retozaban? ¿En el mismo Vaticano?---me acosó a preguntas--
--Ya te digo. Mira:---le expliqué---cierto día y gracias a la inestimable ayuda que le proporcionó su amigo el ujier, fue capaz de traspasar los controles que daban acceso a los aposentos papales. Entró sigilosamente en la cámara privada del Papa y los pilló. Si amiga---proseguí intentando hacerme el interesante---allí estaban los dos duro que te pego. No sabemos qué le pasó por la cabeza del cornudo del marido, pero tuvo que ser algo muy gordo. Primero se puso rojo de ira y, luego, a punto de reventar del cabreo, se lio a palos con el Sumo Pontífice hasta dejarlo tullido a golpes, jajaja--concluí a carcajadas---
--Jajaja, pobre hombre, y todo por tener un desliz. Te lo digo por el Papa. ¿Te imaginas, Joaquín, que pasara eso hoy en día y pillaran a Francisco con una ?. Perdona, dime: ¿Cómo acabó la cosa?---me preguntó muy interesada tras la risa--
--Pues la cosa acabó mal---continué detallándole sin demora---¡menuda somanta! quizás un báculo papal expuesto en alguna vitrina del Vaticano le viniera al marido engañado que ni de perlas para agarrarlo con la mano y soltarle la retahíla de garrotazos. El Pontífice garañón apenas tuvo tiempo de saltar de la cama, tapar sus vergüenzas con su túnica, calzar sus desnudos pies y salir por patas de aquel infierno de mamporros que le caía encima, jajaja---terminé entre risas--
--¡Madre mía! No me imagino a un Papa huyendo a calzón quitado y molido a palos---se carcajeó mi amiga---¿de verdad era un Papa oficial?---me rogó que le dijera--
--Juan XII era el nombre del Papa apaleado---le referí---y te aseguro que no le quedaron ganas de repetir la hazaña, y menos en carne ajena. Pero no tuvo tiempo el pobre de arrepentirse de su furor sexual, estuvo postrado en cama sin poder mover ni las pestañas del dolor. Agonizó durante tres largos días tras la tunda de palos---concluí ya más serio---
--Parece mentira que hayan pasado estas cosas, Joaquín. ¿No hacen juramento de abstinencia carnal?---se intereso mi amiga--
--Bueno, sí, en teoría ellos tienen que ser célibes---le expliqué---no deben casarse ni mantener relaciones sexuales, pero ya sabes. Ésta historia que te cuento sucedió realmente en el año 964. Fue una época muy triste para el Papado, pues surgieron unos cuantos Papas un pelín golfetes. Hoy todo eso sería impensable. No me imagino al Papa Francisco haciendo nada de eso, jajaja---
Hablando hablando nos pusimos en la calle Mayor, llena de gente a esas horas de la tarde. Luego nos escabullimos entre el inmenso gentío vespertino de la Puerta del Sol..
Joaquín..
catedral de la Almudena, donde se originó la conversación
calle Mayor, por donde regresamos a casa