sábado, 19 de agosto de 2023

Me puse colorao como un tomate cuando me dijo aquello

                                                                                     


Qué curioso, a la vejez viruelas; resulta que después de tropecientos años cumplidos acabo de saber que padezco eritrofobia, ¡Ay, Dios!.. Sí sí, como lo oís. Pero no quiero alarmaros, la eritrofobia no es más que miedo a ruborizarse, a sonrojarse.

¡Qué os parece!.. No suelo comentarlo por ahí, pero he sido un vergonzuo de cojones. Tanto, que a las primeras de cambio ya estaba rojo como un tomate. De hecho, hablar en público me ha costado un suplicio. Por ejemplo, una reunión social en la que hubiera que verse las caras, Ufffff, lo pasaba francamente mal en cuanto me tocaba hablar a mi. Y no os digo nada con las chicas.. 

He leído que la persona que padece eritrofobia, al ruborizarse se siente avergonzada; consecuentemente la ansiedad va en aumento generando mayor rubor facial, ¡vamos, justo lo que me ocurre a mi!. 

¡Ay, si supierais las de veces que he tenido que escuchar!: ¡Pero si estás colorao como un tomate!. Y qué vergüenza cuando me señalaban. Porque al igual que ocurre con las lágrimas, mi cuerpo se encargaba una vez más de desvelar mis emociones. Estos mofletes míos encarnados me delataban, ¡qué agobio!, ¡y qué coñazo!..

En realidad lo que me ocurre es una vasodilatación excesiva. Esto sucede para perder calor, porque ante cualquier situación de vergüenza, mi temperatura corporal aumenta tanto que echa humos. Digamos que la vasodilatación es una forma de perderla, y de joderme la vida, claro..

Por cierto, también he leído que los eritrofóbicos como yo solemos ser tipos honestos y francos.. Bueno, esto, ¡Ay!, compensa un poco mi sufrimiento..

Joaquín




2 comentarios:

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  2. Deberíamos ser todos un poco eritrofobicos.

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