miércoles, 30 de agosto de 2023

La bucólica historia de una ermita fuentecanteña

                                                                                      



Por lo demás, ya es tarde; pero no tengo prisa,
y esperaré la muerte con mi mejor sonrisa,
y seguiré viviendo de la misma manera,
que es vivir cada instante como una vida entera,
mientras siguen andando, de un modo parecido,
los hombres con el tiempo y el tiempo hacia el olvido.

--J. A. Buesa--


Tengo que reconocer que me extrañó la sugerencia de Carmen, porque yo ya conocía el tema. Por eso, al final, la sorprendida fue ella. 

Recuerdo que me dijo:

---Joaquín, imaginate una ermita no demasiado pequeña, a las afueras de Fuente de Cantos, coqueta, solitaria, pero que sea bonita, por favor.

---Vale, ya me la imagino---le respondí yo cerrando los ojos e intentando fantasear

---Toma nota---continuó---esa ermita imaginaria debe constar de tres tramos y dos arcos decorados con motivos religiosos que dividan las estancias, y debe ser encantadora, y blanca las paredes, casi como una Capilla Sixtina en miniatura.. 

Al aludir Carmen a lo de la Capilla Sixtina, enseguida me vino a la mente una que yo conocía:

---¡Coño, pero si esa ermita existió!---exclamé---y tenía un pequeño cementerio pegado a ella, y un huertecito y su pozo, donde los ermitaños sembraban tomates, cebollas y pimientos, y de eso vivían. Incluso no faltaban sus gallinas, pavos y algún cerdo que otro que les proporcionaban la matanza anual. Todo muy bucólico---concluí sonriendo

Carmen se sorprendió de que conociera tantos detalles de la pequeña ermita, pero siguió con sus dudas.

---Vale, Joaquín, supongo que hablamos de la misma ermita, la que estaba bajo la advocación de San Blas

---¿San Blas San Blas?..¿De qué me suena?. ¡Ah, sí!, el llamado “abogado de los males de garganta”---le dije en plan irónico---una vez curó a un niño al que se le clavó una espina de pescado en la garganta, y se moría por ello.

---¡Jajaja, no hay quién te pille!---exclamó entre risas--- bien, pues que sepas que San Blas lo celebramos el 3 de febrero. Ese día los vecinos del barrio sacaban su imagen en procesión. Por cierto, no te lo he dicho, esa ermita de San Blas estaba situada al final de la calle del mismo nombre, pasado el cruce con Romanones. 

Yo me sabía la historia de la ermita bastante bien, así que profundicé aún más en detalles. Quise con ello ganarle en conocimiento. Persistí, pues:

---¿Y tú sabías que dos de los guardeses más queridos en la historia de la ermita fueron dos gitanos portugueses, Francisco Moreno y Violante Rodríguez, que tenían dos hijas, Ana y María, a las que confirmaron en la misma ermita? En su pequeño camposanto fueron todos enterrados cuando murieron.

Carmen quedó patidifusa con los datos que le proporcioné, pero no se amilanó, sino que aún me aclaró cosas que yo desconocía:

---Pues ahora que los mencionas, Joaquín, fijate si esos ermitaños portugueses llegaron a ganarse la confianza de la gente, que en la puerta de esa ermita fueron abandonados (para que se hicieran cargo de ellos) muchas niñas y niños expósitos, entonces tan habitual, como la niña María Teresa, abandonada en 1710. 

Con todo esto no me quedó más opción de concluir diciéndole:

---¡Qué pena que desapareciera la ermita de San Blas, tan bucólica!

Joaquín

                                                                     


                                                            


                                                     

                                                                 


                                                                   

                                                                                       


                                                    

                                                                                     






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