¿Para
qué contar las horas?
No volverá lo que se fue,
y lo que ha
de ser ignoras.
¡Para qué contar las horas!
¡Para qué!...
--Fco. A. de Icaza--
La madre entró a la habitación de su hija, pero esta no estaba. Encontró, eso sí, una carta sobre la cama dirigida a ella. La leyó con manos temblorosas. El contenido de la carta la horrorizó:
Querida madre:
Con tristeza por dejarte, pero a la vez con alegría, te cuento que me he escapado con mi novio. Alguna vez te lo advertí, con él encontré el amor verdadero. Además debo decirte que llevamos tres meses casados en secreto y que estoy embarazada de él.
Sé que seremos muy felices. Hemos decidido, por fin, vivir juntos y queremos tener muchos hijos. Tú sabes que ese es uno de mis sueños.
No te preocupes, ni pienses demasiado en esa faceta suya que te contaron, de que es adicto a las drogas, me ha prometido que hará un esfuerzo por dejarla. Lo que menos le gustaría es volver a la cárcel por ello. Por cierto, ten la seguridad, madre, que le buscaremos una cura para el SIDA.
Todo esto te va a disgustar, quizás algún día llegues a comprenderlo. Sólo puedo añadir que ya soy adulta, tengo 18 años y sé cómo cuidar de mí y de mis futuros hijos. No dudes que un día, tal vez no muy lejano, te avisaré para que conozcas a tus nietos...
Tu hija que te quiere.
Posdata:
¡¡Mamá, es un broma, estoy aquí en la azotea!! Sólo quería mostrarte que hay cosas peores en la vida que los resultados de los exámenes... Te lo decía porque he suspendido cuatro asignaturas..
El suspiro de alivio de la madre lo escucharon en Pernambuco. Apenas nada tardó en subir a la azotea a darle un pescozón a su hija.
Joaquín
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