A
ti, por quien moriría,
me gusta
verte llorar.
En el dolor eres mía
en
el placer te me vas.
--E. Marquina--
Cuando el erizo siente frío en invierno, se acerca a sus compañeros de especie en busca de calor, por lo que sus espinas le duelen y las suyas les duelen a ellos al mismo tiempo. Pero el erizo ha encontrado una solución a este problema, ha elegido una distancia de seguridad específica, una distancia que le garantiza suficiente calor y a la vez el menor grado de dolor posible.
En el año 1851, el filósofo alemán Schopenhauer reflexionó sobre la situación del erizo y lo consideró uno de los dilemas sociopsicológicos del hombre. Lo llamó: el dilema del erizo.
Fijaos, una persona solitaria siente una intensa necesidad de acercarse a otra e interactuar con ella, emparejarse, y es que la soledad es muy dura. El problema es que su apego y cercanía no siempre será fuente de felicidad y consuelo, sino todo lo contrario, puede ser fuente de dolor y cansancio (para él y para ella), y aquí se generan muchos sentimientos negativos.
Schopenhauer propuso mantener una distancia específica entre los dos. No está ni lejos del punto de aislamiento ni cerca del punto de integración e interferencia en lo más íntimo.
Las experiencias confirman que las mejores, más efectivas y más duraderas relaciones de pareja se basan en el respeto mutuo dentro de límites que ninguna de las partes excede.
Joaquín
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