Está muy de moda “aprender a soltar”.
Se nos olvida, sin embargo, el sostener,
reparar, cuidar, amar, y no salir huyendo
a las primeras de cambio
La vi en una sala de fiestas. Bailé con ella. Me enamoré. Era mi destino. Fue una experiencia natural y espontánea, apenas nada tuve que hacer; me dejé llevar.
Pasé con ella unos años extraordinarios, maravillosos. Pero la euforia de los primeros años se fueron desvaneciendo. No fueron estos mis mejores días.
Al verme triste por esas fechas, un amigo me dijo:
--Así es el ciclo natural en cada relación, Joaquín, convéncete; el amor se acaba.
Poco a poco alcancé un punto tal, que estar con ella me aburría. Sus llamadas al móvil se fueron volviendo una molestia, sus caricias no siempre eran bienvenidas y sus particularidades, en lugar de ser hermosas como al principio, casi empezaban a desagradarme.
Incluso empecé a preguntarme: ¿la querré todavía? ¿Estaré con la persona adecuada?. Mientras más reflexionaba más deseaba una experiencia fuera del matrimonio, es decir, ponerle los cuernos a mi mujer y, ¡vete a saber qué más!..
Una noche de insomnio medité a conciencia, ¿merece la pena todo esto?, pensé... yo que tanto la quise y verme así ahora. Y tomé una decisión.
Llegué a una conclusión tajante: en una relación no es necesariamente encontrar a la persona adecuada, sino aprender a amar a la persona que encontré y tenía a mi lado, superar las diferencias, comprender sus errores, aceptar su cambio físico y ayudarla a crecer; ¡y me puse las pilas!..
Tuve que emplearme a fondo, ¡oh, sí!, y cambiar mi manera de ser exigente y mangoneador con ella. Necesité tiempo, esfuerzo y sabiduría, y lo más importante, desarrollé empatía; empatía que me permitió ver las cosas desde su perspectiva. Entendí que para que el amor funcione ha de ser así.
El amor NO es un misterio. Es una decisión.
Ha pasado ya mucho tiempo de esto y seguimos juntos. Somos una pareja madura y feliz.
P.D. Este escrito está pensado por si algunos o algunas andáis en este trance y os puede ayudar.
Joaquín