Nunca he tenido constancia ni tesón suficiente para escribir un diario; me puede la pereza. A falta de este confidente literario y a mi naturaleza sobradamente lenguaraz, el contaros asuntos personales tal vez supla esa carencia y actúe como el bálsamo anímico que necesito para aquietar mi conciencia.
Bien es verdad que cuento a mi favor con el anonimato, pues sois pocos los me conocéis realmente. Por eso me atrevo sincerarme con vosotros, igual que el feligrés abre su pecaminoso corazón a su confesor. También, como él, yo os pido la absolución por lo que os voy a revelar; todo atribuible a mi endeble voluntad.
Fijaos en qué precipicio amoroso estoy a punto de caer:
Mi mujer y yo tenemos un matrimonio amigo, un matrimonio de nuestra misma edad y con gustos aparentes. Los sábados, si nada ajeno a nuestros propósitos lo impide, solemos salir a cenar con ellos; a veces rematamos la noche en alguna sala fiestas de Villafranca o Mérida.
El caso es que, a pesar de los años que hace que nos conocemos los cuatro, tampoco es que tengamos una familiaridad ciega y nos confiemos las intimidades, sobre todo él y yo. No obstante ellas, como suele ser habitual entre amigas, si se cuentan todo, hasta los más recónditos secretos; también los de carácter sentimental..
Bien, pues desde hace unos meses me revela mi mujer cosas de la otra que me tienen fascinado. Por supuesto ella no sabe que mi mujer se sincera conmigo hasta extremos insospechados. Tampoco mi mujer es consciente de mis perniciosos pensamientos, me los callo, claro está.
Al hilo de estos secretos, sé por mi mujer que nuestra amiga (de muy buen ver, por cierto) se ha desenamorado de su marido (mi amigo), que su vida sexual es nula, y que a veces siente deseos libidinosos fuera del matrimonio.
Perdonad mis retorcidas ideas, pero desde que me he enterado del asunto vivo en un sinvivir; obsesionado estoy con ella. Creedme si os digo que hago verdaderos esfuerzos por mantener mi compostura y no insinuarme, aunque, os confieso que espero ansioso algún movimiento voluptuoso por su parte para dar el paso.
Reconozco que no hago bien, pero ya os he avisado de mi debilidad.
De su marido (mi amigo) prefiero no hablar
Ya os iré contando..
Joaquín
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminarEste comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar