viernes, 28 de octubre de 2022

La novia de mi mejor amigo

                                                                           



Ella dio al desmemoriado
una almohadilla de olor;
él volvió, volvió casado;
ella se murió de amor.

Ella, por volverlo a ver,
salió a verlo al mirador;
él volvió con su mujer,
ella se murió de amor.

Se entró de tarde en el río,
la sacó muerta el doctor;
dicen que murió de frío,
yo sé que murió de amor.

--José Martí--



He aquí una historia tan propia como real que me apetece contaros. Uno ya no es un niño, cumplo mis añitos y he tenido, como es preceptivo, unas cuantas vivencias dignas de ser escuchadas. Fijaos: 

A los veintiún años me vine a la Madrid. En mi pueblo estaba la cosa regular y aquí me habían prometido un buen trabajo y un sueldo desconocido por mi, por lo elevado.

Si en lo laboral no me podía quejar, en lo social lo típico: nueva ciudad, nuevos lugares por descubrir y nuevos amigos en los que confiar y con los que divertirme. No me costó hacerlos. De todos los que conseguí atraer, uno de ellos, Alberto, fue especial, muy especial.

Confraternizamos rápidamente. Teníamos gustos parecidos y hasta éramos de la misma tierra extremeña. Enseguida empezamos a salir juntos, a ir de bares, a las discotecas, pero era más que tímido para las mujeres. Así que, siendo yo un poco más apañao con ellas, le serví de buena ayuda. Y empezamos a salir con un grupo de chicas. Con Esther, una de ellas, ligué. 

Y aquí empezaron mis males, que de eso va la cosa.

Después de un año de amistad sincera con Alberto, o eso creía yo, una tarde me llevé la gran sorpresa: Me dijo que no le interesaba continuar conmigo. Así, tal cual. 

Imaginaos mi decepción. No me resigné, claro, le pedí aclaraciones, pero no hubo manera, no abrió la boca. Nos separamos. Al grupo de chicas con las que habíamos conseguido congeniar, incluida Esther, no volví a verlas. Dejé también de frecuentar los lugares a los que íbamos juntos. 

Una noche, meses después de la ruptura, tropecé por casualidad con una de las chicas del grupo aquel. Enseguida nos reconocimos, nos saludamos y hablamos...Le pregunté por el resto de las chicas, y por mi amigo; entonces descubrí el pastel,. 

No os lo vais a creer. Fue por egoísmo. Mi amigo se había enamorado de Esther, la chica con la que yo empecé a ligar. Un día le contó que yo tenía novia en el pueblo, además de otras barbaridades mías. Ésta le creyó, claro.  Consiguió sus propósitos; se liaron los dos. 

La vida siguió su curso, mi amigo y Esther se casaron después de más de un año de noviazgo. Luego supe que a los cuatro años ya estaban separados.

Moraleja: No os fiéis ni de vuestro padre..

Por cierto, alguna vez lo he vuelto a ver; por supuesto no nos hemos saludado. Creo que sigue sin ser capaz de arrimarse a una mujer. Pero yo ya no puedo ayudarle en eso, ni quiero; igual me quita a mi mujer...😅😅😅

Joaquín




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