miércoles, 5 de octubre de 2022

Mi nueva vecina de Fuente de Cantos.

                                                                                            


Yo no tengo otro oficio
después del callado de amarte,
que este oficio de lágrimas, duro,
que tú me dejaste.

¡Tengo una vergüenza
de vivir de este modo cobarde!
¡Ni voy en tu busca
ni tampoco consigo olvidarte!

--Gabriela Mistral--


La veía a diario mirarse en el espejo a través de mi ventana. Cada amanecer, su silueta, difusa por el tenue filtro de los visillos, se me antojaba fascinante.

Vivía justo enfrente de mi casa. Su ventana casi la tocaba con mis dedos si alargara el brazo, pero nunca hablé con ella, jamás la toqué ni la vi sin que el liviano textil se interpusiera entre los dos, hasta aquel día..

El ritual comenzaba a las siete en punto de la mañana. Se levantaba aún soñolienta y, despues de pasar por el baño, supongo, se ponía frente al espejo y se contemplaba, complacida, durante minutos interminables. Oculto, yo la miraba y remiraba sin pestañear.

Plantado junto al alfeizar de mi ventana, con un café humeante en mis manos, las más de las veces, yo la veía ajustarse la ropa interior. Lo hacía despacio, con deleite, sin prisas. Con la misma parsimonia se cubría despues el cuerpo con un vestido de color variado, o blusa y ceñido pantalón vaquero. Luego, sin dejar de mirarse al espejo, se perfilaba los ojos con esmero y peinaba sus largos y sedosos cabellos; apagaba la luz y desaparecía, y así cada día..

Aquella visión matutina se había convertido en el leitmotiv de mi existencia, tanto que llegué a obsesionarme con ella. Una hora antes de las siete ya la esperaba expectante tras los cristales de mi ventana; temía que madrugara o cambiara de hábitos. 

Pero yo ignoraba que ella sabía de mi, que percibía mi sombra voyerista tras las cortinas.

Un día me armé de valor y me propuse conocerla. Bajé a la calle cuando salía de su portal y me hice el encontradizo con ella. Le hablé de casualidades y coincidencias, incluso señalándole mi balcón le dije que vivía justo frente a ella. 

Supe que llevaba poco tiempo en Fuente de Cantos y que trabajaba en Zafra. Cogía el LEDA cada mañana en la estación, cosa que me vino de perlas para acompañarla a diario; acabamos intimando. Era una mujer muy atractiva, y separada, me dijo.

Me fui enamorando de ella, tanto que dejé de mirar por la ventana con ojos libidinosos. Una tarde me invitó a su casa, yo babeaba de placer ¡Oh, entrar en aquella habitación, lugar de mis sueños y obsesiones!.. No tuvo recato, era una mujer liberada--pensé--así que nos desnudamos deprisa e hicimos el amor..

Terminamos exhaustos. De repente me di cuenta de que su ventana estaba abierta de par en par y con los visillos corridos. Me levanté deprisa, desnudo, y me asomé con la intención cerrarla pero: ¡¡Dios mío, quedé estupefacto, mi mujer me miraba desde el otro lado, desde mi ventana!! ¿Habría visto la escena completa?. Una mueca incalificable en su cara y los ojos inyectados de odio fue lo único que acerté a conjeturar..

Perplejo me di la vuelta y miré a mi amante; la vi repantigada en la cama cubriéndose los pechos con la sábana  y con cara de socarrona complacencia. Un montón de desconciertos y miedos pasaron por mi mente en unos instantes. De pronto comprendí, ¡todo había sido un complot por mi osadía de mirón!

Desde entonces no he vuelto a mirar por la ventana, ni he vuelto a ver a la chica, ni he vuelto a ver a mi mujer.., casi no he vuelto a la vida..

Joaquín..

                                                                              

..

                                                                             


                                                                            


                                                                           


                                                                           


                                                                          


                                                                            


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