El amor es lo único que hay que ganarse en la vida, todo lo demás se puede conseguir robando.
--Lord Byron--
--La noche era de las que no se olvidan fácilmente, Isabel. Llovía a cántaros. El viento soplaba con tanta virulencia que empujaba las contraventanas de la casa golpeándolas contra los cristales. Para que nada faltara a la cita, los rayos que liberaba la espeluznante tormenta iluminaban las estancias a cortísimos intervalos de tiempo. Los truenos eran de espanto. En ésta casa de la que te hablo se hospedaban cinco personajes muy particulares--
--Uy, Joaquín, me suena a historia de terror y ya me estás preparando--
Era invierno y afuera, en la calle, soplaba un viento helado. La cosa no era tan tremenda como la historia que le detallaba a mi amiga Isabel, pero tampoco era agradable. Estábamos sentados en la mesa a punto de cenar. Su marido se encargaba esa noche de la cocina y de servir. Yo aprovechaba el momento de espera para contarle un relato extraordinario. Quizás el mal tiempo me lo hizo recordar--
--No, no es de terror, al menos no es lo que tú crees-- -le dije-- mira los personajes que habitaban la casa: Lord Byron, adinerado escritor y poeta romántico inglés, un tipo admirado por eruditos y muy deseado por las damas; le acompañaba su amante Claire Clarement y su médico personal, un tal John William Polidori. Completaba la pandilla la hermana de Claire, Mary Shelley y su esposo, el poeta Percy Bysshe. Se habían recluido en ésta mansión huyendo del tiempo infernal que hacía afuera. Ten en cuenta que se trataba del gélido invierno de 1816, el llamado "año sin verano"--
--Qué misterioso me lo estás poniendo. Algún asesinato o algo por el estilo ocurrió, ¿no?. Parece una novela de Agatha Christie-- -me sugirió Isabel muy intrigada--
-Jajaja, que no Isabel, que no van por ahí los tiros, fíjate-- -le contesté riendo-- -para hacer la noche más amena, Lord Byron, propuso un juego al resto de los presentes: escribir un cuento de terror cada uno de ellos y luego contárselos...
Y eso hicieron. A la mañana siguiente bajaron todos a desayunar con sus relatos debajo del brazo. El que se le ocurrió a Mary, la cuñada de Byron, fue nada menos que Frankenstein. Obvio decirte el tremendo éxito del relato. Acuérdate, se trata de un médico osado e imprudente que se empeña en crear un hombre a base de retazos de cadáveres encontrados en hospitales y cementerios. Pero lo que fabricó realmente fue un monstruo de dos metros y medio de alto que, si bien en un principio buscaba hacer el bien, después por una serie de desdichadas circunstancias se volvió cruel y maligno--
--¡Anda, pues no sabía nada de lo de Frankenstein, Joaquín!-- -me dijo muy interesada en el asunto-- -y eso que he visto varias veces la película, y hasta leído el libro--
--La otra gran historia-- -proseguí-- -la escribió también esa misma noche el médico personal de Byron, John William Polidori, y se trataba nada menos que de, El Vampiro. Éste fue el origen y primera intentona de hablar sobre “El conde Drácula”. Así que ya me dirás, amiga-- -le dije-- -dos de las principales novelas de terror se escribieron esa noche--
--¡Oh, no te acostarás sin aprender algo nuevo!-- -se explayó Isabel-- -qué interesante lo que me estás contando hoy. Qué pena que mi marido no te oiga desde la cocina--
--Jajaja, que no se preocupe, luego se lo cuentas tú-- --le repliqué-- -por cierto, lo del año sin verano se debió a la erupción del volcán Tambora un año antes. Fue tan grande, según cuentan las crónicas, que liberó a la atmósfera ingentes cantidades de polvo y cenizas. Sucedió a miles de kilómetros de allí, en Indonesia, pero el suceso hizo que el Sol se ocultara y brillara menos de lo acostumbrado. Debido a esa alteración y a los días de penumbra que siguieron se gestó un año terrible de lluvias torrenciales y fenómenos atmosféricos de todo tipo en la mayor parte de la tierra. Evidentemente ellos ni nadie en esa época eran conscientes de lo que pasaba--
En estas estábamos cuando apareció el marido de Isabel con la cena. Así que, terminé con la historia y empezamos hablar de la tortilla de patatas y las croquetas que traía y que olían de maravilla. Eso si, afuera empezaba a tronar y gotas de agua tintineaba sobre los cristales de las ventanas del comedor con virulencia..
Joaquín Yerga
No hay comentarios:
Publicar un comentario