Era noche de carnaval en Sevilla. En la hostería del Laurel se dieron cita dos personajes singulares: uno se llama Luis, el otro, quizás más osado, Juan, ambos de noble familia y ambos jóvenes y apuestos, pero calaveras y golfos a más no poder.
El motivo de la cita no era otro que dar cuenta de la apuesta que se habían hecho los dos un año antes. El desafío consistía en el número de mujeres a seducir cada uno de ellos, con nombres y apellidos. Juan ganó la apuesta.
Sin embargo, Juan no se conforma, quiere más, insiste. Apuesta ahora que conquistará a una monja novicia, y además a Ana de Pantoja, la novia de Luis. ¡qué atrevimiento!..
Luis se pone nervioso ante la osadía de su amigo porque teme, no sin razón, que cumpla su amenaza, pero no le queda otra que aceptar.
Y lo que tenía que pasar pasó, después de seducir a Ana, la prometida de Luis, pone sus ojos en la monja.. La novicia a caer en las redes es Sor Inés, interna en un convento sevillano que, tras escuchar tantas bellas palabras, tantas promesas de amor a través de las rejas, cae rendida a sus pies. Fijaos qué palabras le dice:
Juan:
Cálmate, pues, vida mía;
reposa aquí, y un momento
olvida de tu convento,
la triste cárcel sombría.
¡Ah! ¿No es cierto, ángel de amor,
que en esta apartada orilla
más pura la luna brilla
y se respira mejor?
Sor Inés:
Callad, por dios, ¡Oh, Don Juan!
Que no podré resistir
mucho tiempo sin morir
tan nunca sentido afán.
¡Ah! Callad por compasión,
que oyéndoos me parece
que mi cerebro enloquece
y arde mi corazón.
Si, lo habéis adivinado, el tipo este, Juan, no es otro que D. Juan Tenorio, el personaje de la obra de Zorrilla, que tanta fama nos ha dado en el mundo entero. Por cierto, D. Juan, tiene que huir después a Italia. Inés muere de amor en la espera..
En España, Juan Tenorio, dejó un reguero de conquistas amorosas, de muertes y de desolación. Conste que la historia está basada en hechos reales.
Joaquín

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