Señora: Según dicen, ya usted tiene otro amante.
Lástima que la prisa nunca sea elegante...
Yo sé que no es frecuente que una mujer hermosa
se resigne a ser viuda sin haber sido esposa,
ni pretendo tampoco discutirle el derecho
de compartir sus penas, sus goces y su lecho;
pero el amor, señora, cuando llega al olvido,
también tiene el derecho de un final distinguido.
--J. A- Buesa--
Era ya de madrugada cuando salieron del bar. Se despidió de su amigo, que se fue por otra calle. Se quedó solo. De repente se le acerca una chica
--Sígueme--le dice
Extrañado le hace las preguntas lógicas
--¿Quién eres? ¿Qué quieres?..
Ella no dice nada. Durante un rato permanece callada.. Luego le ordena tajante:
--¡Te atreves a acompañarme o no!
--Claro---respondió él salivando de placer
Comenzaron a caminar. Él siente apoyada en su brazo su mano helada.
--¿Tienes frío? ¡Estás gélida!--le dice intentando abrazarla
Ella se deshace del lazo a medio hacer y calla.
Deambulan por el pueblo; por calles y plazas casi en penumbra. Llegan a la calle Olmo y la enigmática chica le invita a penetrar en la vieja ermita del Cristo. Las puertas estaban abiertas, inexplicablemente, y en medio de la pequeña nave, ¡Dios mío, en medio de la nave observa un catafalco cubierto con paños negros, y sobre él un ATAÚD VACÍO!..
Se pone nervioso. Empieza a pensar cosas raras de su compañera de aventuras y trata de despedirme de ella. Ella le sujeta con sus manos y le impone silencio. Se echa hacia atrás el pelo que le cubría la cara. La mira, es preciosa, pero extremadamente pálida. De repente ella le da un beso en la boca. Luego le susurra al oído:
--¡Chissst, no se lo digas a nadie, me pusieron ahí esta mañana!. Y le señaló el catafalco y al ataúd. Luego le dijo adiós y desapareció.
Salió del templo desconcertado y con el sabor metálico del beso todavía en sus labios. Vagó por las calles del pueblo estremecido de frío y de horror...
Horas más tarde vuelve a la ermita. Algo inexplicable le empujaba hacerlo. En el interior permanece el catafalco con el ataúd y una corona de rosas blancas que antes no tenía. Temeroso, pero curioso a la vez, se acercó al féretro que mantenía abierta la tapa superior, y la ve dentro.. ¡Sí sí, lo juro, era ella! ¡¡La chica del beso, MUERTA!!..
Salió aterrorizado de la ermita, huyó de allí... En su huida tropieza con gente que entraba en ese momento. Preguntó a una vieja enlutada que cruzaba en ese instante el umbral:
---Lo que se va a celebrar son los funerales de una chica forastera, recién llegada a Fuente de Cantos ¿La conocía usted?---le dice la anciana
Jamás le ha contado a nadie este episodio de su vida, sólo a mí y por algo muy muy especial. Sois libres de creéroslo.
La chica murió realmente. En el cementerio del pueblo está enterrada..
Joaquín
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