viernes, 6 de agosto de 2021

Fuente de Cantos y mis vecinas..

                                                                                     



¡Qué milagrosa es la Naturaleza!

Pues ¿no da luz la nieve? Inmaculada

y misteriosa, trémula y callada,

paréceme que mudamente reza

al caer... ¡Oh nevada!:

tu ingrávida y glacial eucaristía

hoy del pecado de vivir me absuelva

y haga que, como tú, mi alma se vuelva

fúlgida, blanca, silenciosa y fría.

--Amado Nervo--


Decía Bertrand Russell, uno de los principales filósofos del siglo XX, que nadie cotillea sobre las virtudes secretas de los demás, es decir, cotilleamos sólo lo negativo.. ¡Y es que somos tan maledicentes!..

Está claro, cuando los vecinos, amigos o parientes son un dechado de virtudes, incluso en la más estricta intimidad, ni le prestamos atención; es más, nos provocan envidias. Sólo nos interesa chismorrear de ellos de lo prohibido, de los defectos y de las perversiones; entonces si nos ponemos las botas..

Otra frase ingeniosa relacionada con los alcahuetes es esa que dijo una vez un tal John Sloan: “Puesto que tenemos que hablar bien de los muertos, ataquémoslos mientras estén vivos” Y en esas andamos.. O esta otra también sobre lo mismo “Cada nación es conocida en el extranjero fundamentalmente por sus defectos..

En fin, el asunto es que nos gusta hurgar en las miserias humanas y obviar las virtudes. Para estas con las nuestras nos llega..

Y hablando de chismorreos, cotillas y entrometidos, ¿es Fuente de Cantos un pueblo de cotillas? ¿No gusta criticar a vecinas y amigas? ¿O es cosa ya del pasado? Pues la verdad es que no lo sé; no sé si nos apasionan más que en otros lugares las habladurías de la gente. Pero si les puedo asegurar que antaño era diferente, incluso creo que son aptitudes que están ya casi en desuso..

¡Qué tiempos aquellos con las vecinas! ¡Parecíamos toda la calle de la misma familia!. Todo se sabía de todos.. Y os digo una cosa, es verdad que se murmuraba más que ahora, pero.... ¡Cuánto añoro aquella época!. Con deciros que cuando me fui a la Mili, casi todas las vecinas de mi madre se presentaron en casa cada una con un regalo.. una caja de galletas, una tableta de dulce membrillo, unos calcetines etc. etc. No de mucho valor, es cierto, pero entrañables y super agradecido a ellas estuve siempre.

¿Y la ayuda que nos proporcionábamos los vecinos en caso de enfermedad, percance y hasta la misma muerte?. Sí, qué desahogo, cualquier cosa que pasara en casa no estaba uno sólo. Raudo acudían todas a ayudar, incluso amortajar al muerto si fuese menester. Eso sí, luego se criticaba mucho, pero.. ¡benditos aquellos tiempos!. ¡Cuánto los hecho de menos!. Sobre todo ahora en verano, me las imagino sentadas en sus sillas de enea al fresco, dándote las buenas noches cuando uno volvía a casa, aunque a la vez te mirasen de soslayo, horrorizadas, el pelazo, los pantalones acampanados y la pinta de cutre de mis quince años..

Joaquín




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