lunes, 24 de febrero de 2020

La noche de los gatos





Sentiré en el fondo de mis manos vacías,
más allá de la bruma de mis ojos huraños,
la ansiedad de las horas convirtiéndose en días
y el horror de los días convirtiéndose en años...

--J. A. Buesa--


Me da no sé qué confesaros un secretillo, por lo cruel. Bueno, si me prometéis no escandalizaros os lo cuento. En fin, allá va: 

Se trata del entretenimiento favorito de los jóvenes de mis tiempos: ¡salir al anochecer a matar gatos vagabundos! Ahí es nada. Pero no me odiéis por ello, jamás maté a ninguno.. 

Imaginaos la diferencia entre aquella época y la actual. Hoy en día por hacer aquello, a mis amigos y a mi nos meterían en un correccional durante varios años.

Pobres gatos. El pasado 20 de febrero se celebró el Día Mundial de los Gatos. Según he leído, estos animales han engordado unos tres kilos durante los últimos mil años; la evolución y domesticación los han hecho más grandes. 

En España tenemos unos siete millones de gatos y, contrariamente a lo que solemos pensar, el gato es el animal de la paz. El budismo, filosofía de concordia y armonía, lo tiene como símbolo. Dicen que un gato se quedó dormido en la túnica de Buda y desde entonces está asociado a esta religión..

Son muchos los personajes famosos que tienen el gato como animal preferido. Sin ir más lejos el actual Dalai Dama no va a ningún sitio sin el suyo.. El célebre modisto Karl Lagerfield cobra un pastón cada vez que se deja fotografiar con su gata Choupette; Marilyn Monroe no perdía ocasión de hacerse fotos con su gatita Mitsou, incluso el gran escritor Ernest Hemingway tuvo un gato al que quería con locura, se llamaba Bola de Nieve y tenía seis dedos en cada pata. Sus descendientes aún conservan esa particularidad; viven libres en su casa museo.. 

Pero si, hasta el comunista Lenin, padre de la revolución rusa, tenía su gatito. Pero nunca quiso ponerle nombre, ¿y sabéis por qué? Pues porque hacerlo implicaba ser su propietario, y como los comunistas no aceptan la propiedad privada..

Debe ser por eso que los gatos de mi calle ninguno tenía nombre, eran gatos proletarios..

Joaquín.






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