miércoles, 23 de enero de 2019

De repente el amor de mi vida

                                                                                         


Nos vimos por casualidad en mitad de la calle principal de la ciudad.. Iba de la mano de su marido; a mi me acompañaba mi mujerEra principios de julio y estábamos de vacaciones. Fue ella la que me llamó la atención:

--¡Hola Joaquín!, ¿no me reconoces? Soy Pepi ¿te acuerdas de mi?.

Habían pasado más de veinticinco años pero, ¡cómo no reconocer a la que fue el gran amor de mi vida, cómo olvidarla, dios mío!..  Nunca dejé de pensar en ella. Y ahora que la tenía junto a mi no sabía qué decirle ni como actuar. ¡Ay!, si hubiésemos idos los dos solos otro gallo cantaría.

La miré de cerca. Se había convertido en una atractiva mujer de cincuenta, pero su hermoso semblante era el mismo; no pude evitar ponerme colorao. Acerqué mi cara a la de ella y, nervioso, la besé en la mejilla. Luego le dije una estupidez; le mentí:

--Qué sorpresa---le dije---hacía mucho tiempo que no te veía. No te había reconocido.

Lo nuestro había sido mucho más que una historia de amor. Nos conocimos muy jóvenes y estuvimos saliendo unos años. Años inolvidables que marcaron nuestras vidas. Pero circunstancias inesperadas nos hicieron separarnos, y nunca más nos vimos, hasta esa tarde. Infinidad de momentos maravillosos vividos juntos pasaron por mi mente en ese instante, como un huracán, unos tras otros: amores, pasiones, y huidas.. Sí, huidas; los dos tuvimos que rehacer nuestras vidas lejos, en otros lugares. Ella, y eso lo supe luego, no tardó en conocer a otro hombre y aceptar su proposición de matrimonio. El desconsuelo de la ruptura conmigo la hizo apresurar los acontecimientos. Ahora vive en Madrid y tenido tres hijos y, sin embargo jamás me olvidó, lo sé.

A instancias de suya entramos los cuatro en un bar de la zona a tomar unas cervezas. Nos presentamos con más detenimiento y hablamos de nuestras vidas y de nuestras cosas, aunque los dos ocultamos nuestro secreto; nada dijimos de nuestro antiguo noviazgo. A lo largo de la tarde hubo risas, recuerdos, y proyectos de futuro compartido, pero por su mente y por la mía rondaban ya sentimientos contrapuestos, morbo y esperanzas, renacidas esperanzas...

Precipitó ya la hora de la despedida. Llegaron los abrazos y los besos, y nos dimos los teléfonos con la intención de llamarnos pronto y mantener la amistad. No obstante, un cruce de miradas cómplices, esclarecedoras, que sólo dos antiguos amantes podían descifrar, irrumpió sibilinamente en el cargado ambiente del bar...  Un largo y latente amor dormido volvió a despertar. 

Continuará

Joaquín







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