Como
enjambre de abejas irritadas,
de
un oscuro rincón de la memoria
salen
a perseguirme los recuerdos
de
las pasadas horas.
Yo
los quiero ahuyentar. ¡Esfuerzo inútil!
Me
rodean, me acosan,
y
unos tras otros a clavarme vienen
el
agudo aguijón que mi alma encona.
(Bécquer)
La
palabra “político” tan denostada en nuestros días (sobre todo
aquí en España) en su origen no se refería, precisamente, a la profesión de
político, o del que vive de la política, sino que viene de la
palabra griega “polis”, que no era otra cosa que las ciudades
más o menos grandes para la época en contraposición a la zona
rural, que era mayoría entonces. Es decir, un político era un
ciudadano cualquiera que vivía en las polis y como tal participaba
en su organización, y sin cobrar un duro ¡claro!..
En
las ciudades griegas cualquier individuo nacido en ella y mayor de
edad (las mujeres estaban al margen) tenia la obligación de colaborar
y contribuir a su sostenimiento y administración. Se
reunían (según tamaño y época), en el ágora o plaza pública, situada en la acrópolis o zona alta, donde se ubicaban los templos dedicados a
los dioses y los lugares cívicos. Normalmente las votaciones eran a
mano alzada, aunque a veces utilizaban piedras planas o conchas
marinas para apuntar. La palabra ostracismo que aun utilizamos hoy en
día proviene, precisamente, de la concha de las ostras porque, ahí
una vez al año en votación apuntaban el nombre del ciudadano que no
se había portado bien. Al “ganador” le exiliaban durante diez
años allende las fronteras de la ciudad, Sepan que para un griego el
exilio era peor que la muerte...
Los
romanos siguieron la misma estela que los griegos en su ciudad, Roma, incluso mejoraron su organización. Ahí votaban y tenían más o
menos decisión según las tierras y bienes que poseyera el
individuo. Y fíjense de donde viene esto de pagar un sueldo a los
políticos; cuando la ciudad entraba en guerra (cosa muy habitual
entonces) todos tenían que colaborar y participar en la misma. Las
antiguas legiones romanas se formaban con ciudadanos; todos estaban
obligados a formar parte de ellas, y cada uno llevaba a la guerra lo
que tuvieran de propiedad, por ejemplo, los más ricos ponían
caballos y buenas armas y los más pobres se iban con lo puesto. Como
las campañas bélicas eran muy largas, los ricos podían contratar y
pagar a gente que les cuidara las tierras y recogiera las cosechas mientras ellos guerreaban, pero los pobres lo perdían todo a su vuelta; para arreglar ésta
injusticia se pensó en lo de darles un sueldo; con eso, al menos, no se
quedaban los menos pudientes a verlas venir.
Aquí
en nuestro país, ahora nos quejamos de los abultados sueldos y
prebendas que se embuchan los políticos, pero conste que esto fue
una idea de la izquierda que se nos ha salido de madre. Durante la
transición, como anteriormente, en tiempos de Franco, habían sido
los militares los que copaban casi todos los cargos políticos, pues
ante la falta de costumbre se pensó en remunerar bien a los
políticos civiles, tal y como hacían en Europa. Y no sólo eso, sino
que además se le protegía de cualquier querella o juicio que
cualquiera, militar o no, pudiera reclamarle; todo estaba enfocado en potenciar la vida civil; por supuesto con el
tiempo ya se han encargado ellos de irse subiendo generosamente el
sueldo.
Por
otra parte, es cierto que nuestros gestores aun cobran menos que sus colegas europeos,
pero es que allí se pueden permitir unos sueldos astronómicos,
mientras que aquí el salario medio son mil euros. Sonroja comprobar
que, mientras la mayoría de españoles reciben esos mil, o mil
doscientos euros de media, ellos se empacan la friolera de cinco mil.
Y no sólo eso, sino que, (y eso es lo que más indigna) con los miles
de tragaldabas que tenemos entre administración central,
autonomías, diputaciones o ayuntamientos, se nos va un pastón..
Esto
de los abultados sueldos también estaba pensado para que en política
solo entraran lo mejores, y para eso había que pagarle tanto como en
la empresa privada, pero, hete aquí, que ésa idea estaba bien con los políticos de
antaño, pero no para los de ahora, una chusma que además de
inútiles bien pagados nos llevan al huerto de la estulticia...
Dicho
queda...
JoaquinYerga
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