jueves, 24 de enero de 2019

Tengo una duda razonable...



Me ha herido recatándose en las sombras,
sellando con un beso su traición.
Los brazos me echó al cuello y por la espalda
partióme a sangre fría el corazón.

Y ella prosigue alegre su camino
feliz, risueña, impávida. ¿Y porqué?
Porque no brota sangre de la herida.
Porque el muerto está en pie.
(Bécquer)

Dice un sabio proverbio griego: “El que nada duda nada sabe”..No me negaran que no es una bonita frase, solo que, quizás sea para enmarcarla y no hacer buen uso de ella puesto que vivimos en una época en la que nadie duda apenas de nada todos estamos seguro de todo..
Cierto es, supongo, que por mucho que sepamos siempre quedarán cosas por saber; es más, incluso a medida que más vamos conociendo más nos queda por descubrir. Esto podemos circunscribirlo al ámbito del saber y conocimiento, pero también al quehacer cotidiano..
No me digan que, al igual que yo, no conocen gente que están tan seguros de si mismos que no vale con ellos discutir. Son tajantes, invencibles, arrogantes, infalibles, no admiten titubeos; hasta un punto tal llevan su convicción que, aunque su interlocutor tenga dudas razonables acerca de lo que hablan y afirman, no se atreven a discrepar con ellos por miedo a indisponerse. Apuesto que muchos le darán la razón como a los tontos para tener la fiesta en paz.
Entiendo, y a medida que me hago mayor más si cabe, que es muy sano dudar de casi todo. Afortunadamente los que tenemos cierta edad ya hemos visto mucho en la vida, y esa experiencia nos dice que nada es definitivo, que no hay enemigo pequeño, que uno puede estar equivocado, que las cosas cambian aunque parezca imposible. ¡Cuántas cosas hemos visto cambiar en política, en lo social, en economía y sobre todo en lo personal!..
Uno de mis filósofos favoritos es el inglés Bertrand Rusell, un tipo genial, liberal, cachondo y tiene unas frases muy ingeniosas..., tampoco es que haya leído docenas de libros suyos, sólo un par de ellos o tres, pero os aseguro que se le entiende a la perfección su pensamiento. Es el filósofo de la lógica y de la analítica, todo lo discurre a base de la pura lógica. Vivió el tío 97 años, y además lo hizo en una época convulsa pues le tocó apechugar con las dos guerras mundiales. Está considerado el filosofo más influyente el siglo XX. Bueno, a lo que voy, en una de las citas más conocidas de éste hombre nos dice: “El problema de este mundo es que los estúpidos están seguro de todo y los inteligentes están llenos de dudas”.. Más claro el agua..
Otra de las actitudes que me solivianta de algunos es el envanecimiento que detentan por no haber cambiado jamás de ideas, y encima hacen alarde de ello. Aseguran que ellos son de palabra, de fiar, firmes porque desde que nacieron piensan así y no han cambiado, ¡y no como otros!.., despotrican. Pues miren lo que decía Winston Churchill, el gran primer ministro inglés: “Mejorar es cambiar; ser perfecto es cambiar a menudo”.. No le faltaba razón al bueno de Churchill, aunque yo no iría tan lejos. Uno puede tener sus ideas básicas e ir depurandolas con el paso del tiempo y la experiencia. Cambiar de ideas a lo largo de una vida es saludable, estar impávido de por vida con ellas es demencial.
Cuentan que uno puede cambiar de todo: de coche, de casa, de mujer o de hombre pero, ¡Ay! amigo, lo que no se cambia jamás es de equipo de fútbol. Esto suele cumplirse. No obstante algunos tampoco cambian de ideas políticas y eso no es bueno. Debemos entender que uno puede y debe cambiar de parecer porque, la vida es cambiante. Pasamos por muchas etapas y con diversas visiones cada una de ellas, por ejemplo, se suele ser utópico, combativo, idealista y con ganas de cambiar el mundo, en su juventud, después, a medida que vamos viendo cómo funciona realmente la sociedad, la política, los intereses personales de cada uno etc.etc es perfectamente razonable evolucionar e ir moderando ese ímpetu... En fin...
Joaquin Yerga



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