viernes, 11 de enero de 2019

El que quiera más libertad que levante la mano...



Yo tuve un ideal, ¿en dónde se halla?
Albergué una virtud, ¿porqué se ha ido?
Fui templario, ¿dónde está mi recia malla?
¿En qué campo sangriento de batalla
me dejaron así, triste y vencido?

Y caigo, bien lo ves, y ya no puedo
batallar sin amor, sin fe serena
que ilumine mi ruta, y tengo miedo...
¡Acógeme, por Dios! Levanta el dedo
vestal, ¡que no me maten en la arena!
(Amado Nervo)

Manuel Azaña fue un estupendo político, solo que ejerció en unos tiempos bien jodidos para nuestro país. Llegó a ser presidente de la Segunda República, y además de político fue periodista y escritor, y muy bueno, por cierto. Murió en Francia en 1940, en el exilio, como tantos compatriotas, después de la victoria de Franco.
Este alcalaino, (nació en ésta hermosa ciudad ribereña del raquítico rio Henares) fue un tipo con carisma; bien preparado intelectualmente y moderado en sus planteamientos, lo que pasa es que se rodeó, en ésa infame época, con gente mucho más radical y no hubo manera, por tanto, de enmendar aquello. Aquello acabó, como todos sabemos, en una vergonzante guerra civil entre españoles..
A Azaña se le atribuye un montón de frases ingeniosas, sé de muchas, pero una que gusta especialmente es aquella que dice: “La libertad no hace más felices a los hombres, los hace sencillamente, hombres”.. No puedo estar más de acuerdo con ella; por supuesto esto es extensible a las mujeres...
Si pusieran en una balanza conceptos tan básicos para el hombre como: libertad, seguridad y sustento, y nos dijeran cuál de las tres elegiríamos como primera opción, creo que no habría dudas, la última, porque es imprescindible para vivir, pero apuesto que no nos quedaría claro la segunda. Puestos a elegir entre seguridad y libertad, me quedo con libertad porque si hay algo que valoro especialmente es la libertad de poder elegir los pasos que doy en la vida, para bien o para mal; deploro a los tipos gregarios que van al albur del líder o de las tendencias del momento.
Entiendo que el hombre es libre por naturaleza. Si tenemos en cuenta que todos y cada uno de nosotros somos únicos (no hay dos iguales) nuestra actitud debe ser consecuente, es decir, buscar siempre la manera propia de proceder en la vida, y no dejar que nadie dicte nuestra conducta. Claro que para gozar de ésa ansiada libertad primero tenemos que instruirnos y alcanzar la sabiduría necesaria para poder elegir lo mejor para nuestros intereses; sin esa premisa jamás alcanzaremos la total emancipación, aunque tengamos libre albedrío.
Los países verdaderamente demócratas y prósperos, están libres de demagogos, dictadores o salvapatrias aprovechados, porque sus habitantes tienen la suficiente formación y cultura para que nadie les engañe con falsos parabienes; el resto, entre los que por desgracia nos encontramos nosotros, corremos el riesgo de estar siempre en el alambre de la tentación populista.
También dijo el gran Borges, ése magnifico escritor argentino, que la libertad es una ilusión necesaria; y digo yo, ¡Cuántas tropelías se han cometido en su nombre!.. Aun recuerdo cuando los proetarras se manifestaban (aun lo hacen) pidiendo libertad para Euskadi, cuando los verdaderos acosados eran los constitucionalistas. Pero éstas incongruencias son de tipo colectivo, las personales, es decir, para la libertad individual de cada uno le pega mejor ésa otra cita de Séneca, el filosofo, que dice: “La única libertad es la sabiduría”... Yo apuesto por ella...
Dicho queda...
Joaquín Yerga

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