El que quiera más libertad que levante la mano...
Yo
tuve un ideal, ¿en dónde se halla?
Albergué
una virtud, ¿porqué se ha ido?
Fui
templario, ¿dónde está mi recia malla?
¿En
qué campo sangriento de batalla
me
dejaron así, triste y vencido?
Y
caigo, bien lo ves, y ya no puedo
batallar
sin amor, sin fe serena
que
ilumine mi ruta, y tengo miedo...
¡Acógeme,
por Dios! Levanta el dedo
vestal,
¡que no me maten en la arena!
(Amado
Nervo)
Manuel
Azaña fue un estupendo político, solo que ejerció en unos tiempos
bien jodidos para nuestro país. Llegó a ser presidente de la
Segunda República, y además de político fue periodista y escritor,
y muy bueno, por cierto. Murió en Francia en 1940, en el exilio,
como tantos compatriotas, después de la victoria de Franco.
Este
alcalaino, (nació en ésta hermosa ciudad ribereña del raquítico
rio Henares) fue un tipo con carisma; bien preparado intelectualmente
y moderado en sus planteamientos, lo que pasa es que se rodeó, en
ésa infame época, con gente mucho más radical y no hubo manera,
por tanto, de enmendar aquello. Aquello acabó, como todos sabemos,
en una vergonzante guerra civil entre españoles..
A
Azaña se le atribuye un montón de frases ingeniosas, sé de muchas,
pero una que gusta especialmente es aquella que dice: “La libertad
no hace más felices a los hombres, los hace sencillamente,
hombres”.. No puedo estar más de acuerdo con ella; por supuesto
esto es extensible a las mujeres...
Si
pusieran en una balanza conceptos tan básicos para el hombre como:
libertad, seguridad y sustento, y nos dijeran cuál de las tres
elegiríamos como primera opción, creo que no habría dudas, la
última, porque es imprescindible para vivir, pero apuesto que no nos
quedaría claro la segunda. Puestos a elegir entre seguridad y
libertad, me quedo con libertad porque si hay algo que valoro
especialmente es la libertad de poder elegir los pasos que doy en la
vida, para bien o para mal; deploro a los tipos gregarios que van al
albur del líder o de las tendencias del momento.
Entiendo
que el hombre es libre por naturaleza. Si tenemos en cuenta que todos
y cada uno de nosotros somos únicos (no hay dos iguales) nuestra
actitud debe ser consecuente, es decir, buscar siempre la manera
propia de proceder en la vida, y no dejar que nadie dicte nuestra
conducta. Claro que para gozar de ésa ansiada libertad primero
tenemos que instruirnos y alcanzar la sabiduría necesaria para poder
elegir lo mejor para nuestros intereses; sin esa premisa jamás
alcanzaremos la total emancipación, aunque tengamos libre albedrío.
Los
países verdaderamente demócratas y prósperos, están libres de
demagogos, dictadores o salvapatrias aprovechados, porque sus
habitantes tienen la suficiente formación y cultura para que nadie
les engañe con falsos parabienes; el resto, entre los que por
desgracia nos encontramos nosotros, corremos el riesgo de estar
siempre en el alambre de la tentación populista.
También
dijo el gran Borges, ése magnifico escritor argentino, que la
libertad es una ilusión necesaria; y digo yo, ¡Cuántas tropelías
se han cometido en su nombre!.. Aun recuerdo cuando los proetarras se
manifestaban (aun lo hacen) pidiendo libertad para Euskadi, cuando
los verdaderos acosados eran los constitucionalistas. Pero éstas
incongruencias son de tipo colectivo, las personales, es decir, para
la libertad individual de cada uno le pega mejor ésa otra cita de
Séneca, el filosofo, que dice: “La única libertad es la
sabiduría”... Yo apuesto por ella...
Dicho
queda...
Joaquín
Yerga
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