miércoles, 16 de enero de 2019

La conjura de los ambiciosos




De lo poco de vida que me resta
diera con gusto los mejores años,
por saber lo que a otros
de mi has hablado.
Y esta vida mortal, y de la eterna
lo que me toque, si me toca algo,
por saber lo que a solas,
de mi has pensado.
(Bécquer)

Dice un viejo refrán castellano que la ambición rompe el saco, Y es verdad, qué mala imagen tenemos de los ambiciosos, todos los identificamos con gente cruel, avara, ansiosa, y hasta malvadas si me apuran, pero no crean que todos son así; pretendo hoy romper una lanza por ellos porque los hay de todo tipo y condición, dentro de sus ambiciones ¡claro!...
Vayamos por partes; todos imaginamos a un ambicioso como un tipo que no se conforma nunca con lo que tiene, que cada vez ansía más, que no para de acumular, y así hasta casi reventar de dinero o de poder; es posible que algunos sean así, y seguro que tendrán sus razones porque nadie hace nada porque sí; para todo hay un porqué. Pero estarán conmigo que hay otros ambiciosos, digamos más corrientes y aceptados por todos; son éstos individuos competitivos que aspiran simplemente mejorar su situación económica o laboral, y les digo una cosa, gracias a esta gente el mundo avanza que es un gusto. Sí, porque...
Imaginen por un momento qué seria del mundo sin los ambiciosos; sin esos tipos que se esfuerzan a extremos inauditos por superarse, que se rompen la cabeza por idear la mejor manera de ganar más dinero o de hacer grande su empresa; sin duda ellos son los motores del progreso. Si todos fuéramos conformistas la vida poco o nada hubiera avanzado, aun estaríamos poco menos que en la edad de piedra.
Me indigna cada vez que algún tontolaba generaliza y despotrica de los empresarios (emprendedores que le llaman ahora) como prototipos de aviesos y ambiciosos. Muchos los equiparan con tipos pérfidos, codiciosos, dispuestos siempre a aprovecharse de los pobres trabajadores,  merecedores por tanto de, poco menos que de lapidacion. Habrá de todo como en botica, faltaría más, pero sin ellos no habría progreso, ni puestos de trabajo; ellos exponen su dinero, su tiempo y su inseguridad personal para crear riqueza, y de paso nos aprovechamos todos..
Miren cómo somos los españoles de paradójicos: Uno de los reclamos más recurrentes de las agencias de publicidad es mostrarnos a un españolito de a pie al que le ha tocado el gordo, y lo primero que hace con la pasta, no es crear, por cierto, una empresa y emplear a pobre gente ¡Que va! lo primero que hace ése suertudo es irse vacaciones a las Bahamas indefinidamente, comprarse un yate, un deportivo, o un cortijo para vivir a tutiplen. Y no les falta razón a estos publicitarios, son muy listos, así es el sueño la mayoría, pero...
¿Se imaginan a un empresario que a las primeras de cambio, en cuanto acumulara un dinerillo mandara todo al carajo y se dedicara a la vida padre? Pues que el desempleo en vez de estar al 15% estaría al 70%. O sea, y hasta aquí quería yo llegar; gracias a los "ambiciosos empresarios" todos vivimos mejor, y conste que no digo que lo hagan por nosotros, sino que indirectamente y gracias a su ambición todos vivimos mejor... Ya lo dijo Quintiliano, un escritor y filosofo hispano-romano allá por el siglo I d.c.: “La ambición es un vicio que puede engendrar la virtud” Lo dicho, ¡Ojala! tuviésemos en España el doble de ambiciosos de los que tenemos y menos apáticos conformistas, seguro que nos iría mejor. Les recuerdo una encuesta que publicaron no hace mucho en los Estados Unidos, el 75% de la gente quiere ser empresario y montar su propio negocio; en España ésa misma encuesta daba que, el 75% de nuestros compatriotas quieren ser funcionarios. En fin...
Dicho queda...
Joaquín Yerga



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