miércoles, 23 de enero de 2019

Nos vimos en la calle Llerena, después de treinta años

                                                                                         





Hoy la tierra y los cielos me sonríen,

hoy llega al fondo de mi alma el sol,

hoy la he visto...La he visto y me ha mirado...

¡Hoy creo en Dios!..

--Bécquer--


Nos vimos por casualidad frente al escaparate de la perfumería Guedu, en la calle Llerena. Ella iba con su marido. Yo con mi mujerEra agosto y todos estábamos de vacaciones.

Tardamos en reconocernos, ¿Tanto habíamos cambiado?. Lo hicimos. De repente un pasado lejano e inolvidable volvió inesperadamente a nuestras vidas. Hacía treinta años que nada sabíamos el uno del otro.

Al reconocerme, soltó la mano de su marido y me llamó la atención:

--¡Hola Joaquín!, ¿no me reconoces? Soy Pepi ¿te acuerdas de mi?.

Ya la había visto, claro.. La miré, y miré también a su marido; no pude evitar ponerme colorao. Acerqué mi cara a la de ella y nervioso le besé la mejilla. Luego le menti:

--¡Pepi, qué sorpresa! ¡Qué tiempo hacía que no te veía!. No te había reconocido.

Cómo no reconocer a la que fue mi gran amor de juventud.. ¡Cómo olvidarla, Dios mío!  ¡Tantas veces he pensado en ella en estos años!. Y ahora que la tenía justo a mi lado no sabía qué decirle ni como actuar. ¡Ay, si hubiésemos idos los dos solos otro gallo cantaría!---exclamé para mis adentros.

Lo mío con Pepi había sido mucho más que una historia de amor. Nos conocimos muy jóvenes. Estuvimos de novios tres años. Años inolvidables que marcaron nuestras vidas. Pensamos incluso en casarnos, pero circunstancias inesperadas nos hicieron separarnos, y nunca más nos vimos, hasta ese día.

Infinidad de momentos maravillosos vividos juntos pasaron por mi mente en ese instante; como un huracán de amores, pasiones, y huidas.. Sí, huidas; los dos tuvimos que rehacer nuestras vidas lejos, en otros lugares.

Pepi no tardó en conocer a un chico y aceptar su proposición de matrimonio. El desconsuelo de la ruptura conmigo la hizo apresurar los acontecimientos. Ahora vive en Sevilla, está casada y unida a un hombre al que respetará siempre, pero del que nunca estuvo enamorada. Han tenido tres hijos y, sin embargo, jamás me olvidó, lo sé.

A instancias de ella entramos los cuatro en el bar Salas a tomar unas copas. Nos presentamos con más detenimiento y hablamos de nuestras vidas y de nuestras cosas, aunque los dos ocultamos nuestro secreto. Nada dijimos de nuestro antiguo noviazgo.

A lo largo de la tarde hubo risas, recuerdos, y proyectos de futuro compartido, pero por la mente de Pepi y de la mía rondaban ya sentimientos contrapuestos, morbo y esperanzas, renacidas esperanzas...

Precipitó ya la hora de la despedida. Llegaron los abrazos y los besos, y nos dimos los teléfonos con la intención de llamarnos pronto y mantener la amistad. No obstante, un cruce de miradas cómplices, esclarecedoras, que sólo dos antiguos amantes podían descifrar, irrumpió sibilinamente en el cargado ambiente del bar... 

Un largo y latente amor dormido volvió a despertar. 

Continuará

Joaquín







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