Por fin comenzaba a superar nuestra separación
y por fin comenzaba a comprender que nunca serias mía,
pero hoy me sonreíste,
y lo echaste todo a perder.
Cuando ese día me encontré con Pedro no parecía el mismo. Tenía un aspecto saludable y un brillo especial iluminaban sus ojos. Me llamó la atención, pues suele ser un tipo más bien indolente y retraído. Achaqué su insólita simpatía a que era viernes y se encontraba con el fin de semana por delante.
Pedro y yo fuimos muy buenos amigos desde siempre. Habíamos nacido y crecido en Fuente de Cantos, aunque durante un tiempo nuestras vidas tomaron rumbos diferentes.
Fui yo el primero en emigrar a Madrid en busca de trabajo. Un par de años después lo hizo él, yo le llamé. En el pueblo apenas había nada entonces; además un desamor le había destrozado anímicamente y andaba un poco tocado. Curiosamente residimos durante muchos años en el mismo barrio, a escasas manzanas uno del otro, lo que hacía que nos siguiéramos viendo a menudo. Incluso coincidimos los veranos en el pueblo..
Mi vida fue normal y previsible, como la de tantos otros, pero a mi amigo el asunto amoroso le marcó de por vida. Anduvo, el hombre, muy enamorado de una chica en el pueblo unos años hasta que ésta le dejó. Sufrió por ello un gran desengaño. Esto le afectó mucho y padeció una larga convalecencia sentimental. A sus amigos nos costó Dios y ayuda su recuperación y vuelta a la normalidad. Desde entonces no se volvió a enamorar y andaba por ahí con unos amigotes de flor en flor.
Al ir yo acompañado aquel día cuando le vi, tal vez por eso no se atrevió a adelantarme ninguna confidencia, pero me dio a entender (lo conocía bien) que tenía algo importante que contar. Apenas pudo contener sus ganas de soltar prenda, pero aguantó, el tío. Quedamos en llamarnos por teléfono.
Esa misma tarde al poco de llegar a mi casa recibí un correo suyo en el ordenador con la siguiente nota:
--Hola Joaquín, ayer me envió un correo Conchita y estoy que no vivo. No sé a quién contárselo ni qué tengo que hacer. Por favor, quedamos esta noche en la cafetería y te cuento. Te adelanto que he decidido volver con ella. Ya sabes que la tengo muy metida en mis entrañas. He redactado una carta para ella. Te envío copia para ver qué piensas tú. No hace falta decirte lo importante que tu opinión es para mí. Un abrazo
Ni que decir tiene, abro el archivo adjunto y ésta de abajo es la carta. La muestro por lo emotiva. En ella se deduce los principales rasgos del carácter de mi gran amigo.
Esta noche me reuniré con él, y por supuesto le recomendaré que le de otra oportunidad a Pepi, su gran amor; no le queda otra.
Querida Pepi:
Quiero decirte lo feliz que me has hecho al pedirme que vuelva contigo. Te juro que nunca perdí la esperanza. Hoy al leer tu correo has conseguido de mí que vuelva a ser el hombre más dichoso del mundo.
Me dices que te perdone que fue una pasada aquello, pecadillos de juventud consideras. Claro que te perdono; sabes que no me hago sin ti. Te prometo, incluso, no contarte las veces que rogué degradando mi escasa dignidad a amigos comunes noticias tuyas anhelando desesperadamente que rompieras con él y volvieras conmigo.
Y olvidaré, sí, olvidaré aquellos días en los que te veía ciñendo su cintura con tus manos, satisfecha y eufórica, paseando por las calles del pueblo, mientras al borde de la locura, yo disimulaba indiferencia con la escena y modulaba palabras inconexas a cualquier amigote que se prestara acompañarme; no podía, por más que lo intentaba, apaciguar mí desbocado corazón..
Ahora me dices que siempre me has querido, que fue un error tu decisión. Tal vez, pero permíteme que me muestre un poco escéptico de tu renacido amor, creo que me lo he ganado a pulso.. Pero no receles jamás de mi entrega, no lo merezco después de todo lo pasado.
Hoy acudo de nuevo a tu llamada, y sucumbo una vez más a tus encantos, ajados por el paso de los años pero igual de seductores que entonces Espero por fin vivir contigo mi gran sueño aunque sea tan cruenta nuestra reconciliación pues he dejado en el camino jirones de mi existencia.
Pedro
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