domingo, 29 de enero de 2017

En la vida como en la Muerte




Supongo que a veces nos toca ser solo un momento en la vida de alguien
Anónimo

Prometo solemnemente no haber mirado ningún diccionario. Tampoco alguna que otra página en internet relacionada con el asunto, y por supuesto he obviado la Wikipedia, pero presiento que conocer la definición de la palabra Genio no es muy complicado. Supongo que un genio debe ser cualquier persona singular o extraordinaria en su oficio y que hace cosas que no están al alcance de la mayoría de los mortales.
Si lo queremos simplificar un poco más y aunque sea una perogrullada podríamos decir que un genio es el que hace genialidades ¡Claro! que habría que sopesar qué valor le damos a las diferentes genialidades. Hoy tan solo pretendo valorar la vida, y obra de algunos verdaderos genios que en la historia han sido.
Y es que genios los ha habido siempre, aunque para ser sincero no demasiados. Aun así, seguro que todos recordaremos, si nos preguntaran, tres o cuatro imprescindibles; puede que incluso alguno pulule por este mundo vivito y coleando y que aun no los sepamos pero, tranquilos que con el tiempo sabremos de sus nombres y sus trabajos..
Si citáramos a estos talentosos tipos por orden cronológico y desde que tenemos noticias de su existencia, me viene a la mente algún filósofo griego de la época clásica, por ejemplo Aristóteles., luego hablaremos de él.
Anterior al mundo griego del siglo IV ac., que fue cuando vivió éste filósofo, tenemos vagas noticias de otros personajes que tocaron diferentes disciplinas y que son merecedores de ser catalogados también como genios. Sin ir más lejos, ya dentro de la llamada historia, que empieza a contar desde que se tienen documentos escritos, podríamos tener en cuenta a algún personaje de la antigua Mesopotamia. El gran rey Sargón, del que hablaban y no paraban de su genio y poder es un buen ejemplo de ello. Fue de los primeros de la historia que se tienen datos fiables. Estamos hablando del año 2300 antes de Cristo.
También de los egipcios pondríamos en la lista a Ramsés II el más famoso de los faraones, el del Valle de los Reyes y tantas cosas más. Según algunos, éste era el monarca que ocupaba el trono cuando Moisés apareció en un canastillo sobre las aguas del Nilo… Y que después de hacerse querer por la hija de ese faraón, se emancipó de los egipcios y condujo a su pueblo a la tierra prometida tras las diez plagas que hizo abatir sobre Egipto; al menos eso nos cuenta la biblia. ¡Y es que es tan bonito que no merece la pena comprobar si fue un hecho histórico o simplemente leyenda!  No dejemos que la realidad nos estropee una maravillosa historia. ¿No les parece? 
Al otro lado del continente asiático (en su extremo más oriental) también hubo alguien que se merece el calificativo de genio, aunque suene raro. Me estoy refiriendo a Buda. Éste personaje fue muy real; vivió a lo largo del siglo V a.c Según sus biógrafos fue un príncipe hindú que renuncio a sus privilegios y se propuso buscar la felicidad a través de meditaciones.
Sidarta Gautama, que era el verdadero nombre de Buda, simplemente sometiendo a su mente consiguió alcanzar la felicidad. Logró, "el tío", llegar al karma, una especie de control exhaustivo de sus pensamientos que le permitía, entre otras bicocas, no sufrir. Sus enseñanzas están más vivas y actuales que nunca, y no solo en el mundo oriental, también en occidente gana adeptos día a día.
Muchos me echarían en cara que no apareciera en mi lista de hombres excepcionales tipos de la importancia de Alejandro Magno, el gran general macedonio, hijo de Filipo II. Si insisten lo damos por bueno y lo incorporamos al padrón de los genios militares, pero que conste que a regañadientes.
Según las malas lenguas de entonces Alejandro asesinó a su propio padre en connivencia con su madre Olimpia, pero esto nunca se confirmó. Debemos tener en cuenta que Filipo repudió a su madre (entonces era moneda corriente ese proceder) y a ésta como a su hijo, no creo que le hiciera mucha gracia que otro retoño de cualquier pelandusca más jovenzuela viniera a heredar el trono que ambos se tenían reservado.
Este magnífico general y estratega conquistó con una tropa de 50.000 hombres tres cuartas partes de Asia, venciendo a ejércitos muy superiores en número y sometiendo al gran Darío, “El rey de reyes” al que nadie podía mirar a los ojos siquiera.. La huella que dejó Alejandro en medio mundo conocido fue de enorme trascendencia.
De todas maneras Alejandro, que fue admirado por todos los reyes y jefes militares posteriores a él y, ¡Mira si ha habido de ellos a lo largo de la historia!, fue un bestia. Mató de un arrebato a su mejor amigo en una noche de juerga. Luego se arrepintió el resto de su vida, aunque esta fue muy corta, murió a los treinta y tres años.
La tumba de este gran macedonio se ha convertido en uno de los grandes misterios de la historia. Hay arqueólogos o historiadores que darían media vida por localizarla. Cuando murió, víctima de unas fiebres en Babilonia (la mítica ciudad de los jardines colgantes) sus generales juraron enterrarlo en el más estricto de los secretos¡Y  tan en secreto que aun la buscamos 2300 años después de su muerte!
Alejandro fundó un montón de ciudades en Asia y África a las que llamó Alejandría (humilde él) la más significativa la de Egipto. Ésta ciudad se convirtió en una de las dos o tres más importantes de la antigüedad, junto con Atenas o la misma Roma. Es la ciudad de Cleopatra, de Marco Antonio, de los Ptolomeos, del Faro, de la Gran Biblioteca etc. etc.… tiene una historia apasionante.
Hace un par de años se encontró una suntuosa tumba en la actual Macedonia, se pensó inmediatamente que pudiera ser la ansiada de Alejandro, los expertos se frotaban las manos, pero para desgracia de todos resultó ser la de su padre Filipo, esplendorosa y digna de un gran rey, pero más modesta que la que todos imaginamos de su hijo.
Por cierto, el maestro y preceptor de Alejandro Magno fue su compatriota y gran filósofo, nuestro Aristóteles;  que si mal no recuerdo es el personaje por el que quería empezar a escribir el artículo, pero, se enreda uno.
                                            Joaquín Yerga

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