domingo, 15 de enero de 2017

A propósito de los españoles.






En los momentos de crisis, solo la imaginación importa más que el conocimiento.
A. Einstein


Los tópicos están ahí para ser rechazados, aunque es obvio que cuando nacieron algo de verosimilitud había en ellos. Lo cierto es que es muy difícil ignorarlos del todo. Einstein sentenció una vez “Es más fácil desintegrar un átomo que deshacer un prejuicio Ésta última palabra yo la sustituiría por la de tópico.
Un ejemplo y en un terreno fácil ¿Qué idea tenemos los españoles de cómo somos? Para los de mi generación los tópicos son ya ideas fijas y no hay quien los modifique un ápice, apuesto que todos creemos conocernos. Afortunadamente con la mini globalización nacional que se lleva produciendo desde hace cuatro décadas, esto está cambiando aceleradamente. O en muchos casos desapareciendo, sobre todo entre los más jóvenes. 
No hay duda que la movilidad y las nuevas tecnologías están contribuyendo de manera palmaria a la uniformidad de los españoles. No olvidemos que la mayoría de las diferencias entre las distintas regiones de nuestro país se debieron en parte a la incomunicación de sus habitantes por la difícil orografía. Yo anhelo a que no lleguemos tarde a esta homogeneidad de gustos, acentos o costumbres de todos nuestros compatriotas. Por nuestro bien y visto lo visto, es mejor ser todos parecidos, que luego siempre hay quien aprovecha pequeñas diferencias para sentirse distinto, cuando no superior.
Todos creemos conocer la psicología o las singularidades de, por ejemplo los andaluces, o de los catalanes. Y por qué no, también de los gallegos, en fin… de la gente en general que poblamos esta tierra nuestra. Y pensamos a pies juntillas que todos sus habitantes son tal y como los definen los tópicos. Además, y para nuestra desgracia, la mayoría de estos son peyorativos y hacemos hincapié en sus detalles más ofensivos. Éstas prácticas, tan tradicionales en nuestra historia reciente, contribuyen en parte a la disgregación de un sentimiento nacional que debería ser común, y hace encogerse y refugiarse aun más en sus feudos regionales a sus habitantes.
Es común oír decir a políticos, sociólogos o expertos de todo pelaje que la diversidad es muy buena y por lo tanto en España tenemos una suerte loca, porque al ser un país tan diverso, rico en lenguas y culturas lo hacemos por ello muy interesante y acogedor. Yo, y permítaseme la licencia, no puedo estar más en desacuerdo con esta teoría. Pienso que, precisamente debido a esta diversidad  estamos como estamos. Llevamos sin gozar de un país justo, unido y democrático, en el que todos nos sintamos a gusto, toda la eternidad.
No creo que haya en el mundo, y sobre todo en Europa, ningún país del tamaño del nuestro con tanta diversidad sobre cualquier aspecto que queramos analizar.
En naturaleza y clima, tenemos gran parte de los muchos que se dan en la tierra. Desde desiertos (el único de Europa) hasta paisajes con verdes perpetuos y lluvia moderadamente repartidas todo el año. En fauna, la más variada del continente, incluyendo, muchas especies  endémicas. Pero es en paisanaje donde pulverizamos récords por nuestras disparidades culturales y lingüísticas.
Profundizando en lo de las diferencias. Quede constancia que étnicamente somos todos muy parecidos. La multitud de estudios hechos al respecto así nos lo indican. Procedemos  de una masa elaborada a base de mezclar dos ingredientes básicos, ADN celta e ibero, aderezados éstos con unas gotas de sangre árabe y judía; algo de picante germana y todo muy agitado y revuelto (debido a la gran transferencia de población durante la reconquista) nos da como resultado final, el potingue latino, muy común en el sur de Europa. Ahora más si cabe, pues según un sesudo estudio reciente, los vascos son tan celtibéricos como los de Socuéllamos. Aludo a ellos porque de siempre se ha creído  que eran el único pueblo preibérico de la península. Según ellos, es decir los vascos de ocho apellidos, eran poco menos que el pueblo elegido de la biblia ¡Qué pena! Ahora resulta que son primos hermanos de los de Villarejo de Salvanés, por nombrar algunos.
En esto del terruño y la simbología que acompaña, a menudo pecamos de cursilería cuando no de ridiculez. Por ejemplo, cuando insistimos ante algún evento deportivo airear la bandera autonómica si el vencedor de la prueba en cuestión es paisano nuestro, obviando la nacional, o compartiéndola con esta. Ya imagino la perplejidad de los diferentes dirigentes europeos haciendo cábalas sobre cómo dirigirse a él… ¿Cómo español? ¿Cómo catalán, vasco o valenciano?. Aunque lo que seguro pensarán es que estamos locos de remate.
Y, es que los españoles (los que nos sintamos) somos así. Y qué razón llevaba el eslogan aquel de Spain in different.. para tantas cosas. Yo, abogo porque no lo sea tanto. A los hechos me remito, ahí está lo de Cataluña de tanto incidir en querer ser diferentes.


                                   Joaquín Yerga
                                    21/09/2015



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