A propósito de los españoles.
En
los momentos de crisis, solo la imaginación importa más que el
conocimiento.
A.
Einstein
Los tópicos están
ahí para ser rechazados, aunque es obvio que cuando nacieron algo de
verosimilitud había en ellos. Lo cierto es que es
muy difícil
ignorarlos del todo. Einstein sentenció una
vez “Es
más
fácil
desintegrar
un
átomo
que
deshacer
un prejuicio”
Ésta última palabra yo la sustituiría por la de tópico.
Un
ejemplo y en un terreno fácil ¿Qué idea tenemos los
españoles de cómo somos? Para los de mi generación los tópicos
son ya ideas fijas y no hay quien los modifique un ápice, apuesto
que todos creemos conocernos. Afortunadamente con la mini
globalización
nacional que
se lleva produciendo desde hace cuatro décadas, esto
está
cambiando aceleradamente. O
en muchos casos desapareciendo, sobre todo entre los más jóvenes.
No
hay duda que la movilidad y las nuevas tecnologías están
contribuyendo de manera palmaria a la uniformidad de los españoles.
No olvidemos que la mayoría de las diferencias entre las distintas
regiones de nuestro país se debieron en parte a la incomunicación de
sus habitantes por la difícil orografía. Yo anhelo a que no
lleguemos tarde a esta homogeneidad de gustos, acentos o costumbres
de todos nuestros compatriotas. Por nuestro bien y visto lo visto, es
mejor ser todos parecidos, que luego siempre hay quien aprovecha
pequeñas diferencias para sentirse distinto, cuando no superior.
Todos
creemos conocer la psicología o las singularidades de, por ejemplo
los andaluces, o de los catalanes. Y por
qué no, también de los gallegos, en fin… de la gente en general
que poblamos esta tierra nuestra. Y pensamos a pies juntillas
que todos sus habitantes son tal y como los definen
los tópicos.
Además, y para nuestra desgracia, la mayoría de estos son
peyorativos y hacemos hincapié en sus detalles más ofensivos. Éstas
prácticas, tan tradicionales en nuestra historia reciente,
contribuyen en parte a la disgregación de un sentimiento nacional
que debería ser común, y hace encogerse y refugiarse aun
más en sus feudos regionales a sus habitantes.
Es
común oír decir a políticos, sociólogos o expertos de todo pelaje
que la diversidad es muy buena y por lo tanto en España tenemos una
suerte loca, porque al ser un país tan diverso, rico en lenguas y
culturas lo hacemos por ello muy interesante y acogedor. Yo, y
permítaseme la licencia, no puedo estar más en desacuerdo con esta
teoría. Pienso que, precisamente debido a esta diversidad
estamos como estamos. Llevamos sin gozar de un país justo,
unido y democrático, en el que todos nos sintamos a gusto, toda la
eternidad.
No
creo que haya en el mundo, y sobre todo en Europa, ningún país del
tamaño del nuestro con tanta diversidad sobre cualquier aspecto que
queramos analizar.
En
naturaleza y clima, tenemos gran parte de los muchos que se dan en la
tierra. Desde desiertos (el único de Europa) hasta paisajes con
verdes perpetuos y lluvia moderadamente repartidas todo el año. En
fauna, la más variada del continente, incluyendo, muchas especies
endémicas. Pero es en paisanaje donde pulverizamos
récords por nuestras disparidades culturales y lingüísticas.
Profundizando
en lo de las diferencias. Quede constancia que étnicamente
somos todos muy parecidos. La multitud de estudios hechos al respecto
así nos lo indican. Procedemos de una masa elaborada a base de
mezclar dos ingredientes básicos, ADN celta
e ibero,
aderezados éstos con unas gotas de sangre árabe
y judía; algo
de picante germana y
todo muy agitado y revuelto (debido
a la gran transferencia de población durante la reconquista) nos da como resultado final, el potingue latino,
muy común en el sur de Europa. Ahora más si cabe, pues según un
sesudo estudio reciente, los vascos son
tan celtibéricos como los de Socuéllamos. Aludo a ellos porque
de siempre se ha creído que eran el único
pueblo preibérico de la península. Según ellos, es decir
los vascos de
ocho apellidos, eran poco menos que el pueblo elegido de la biblia
¡Qué pena! Ahora resulta que son primos hermanos de los
de Villarejo de Salvanés, por nombrar algunos.
En
esto del terruño y la simbología que acompaña, a menudo pecamos de
cursilería cuando no de ridiculez. Por ejemplo, cuando insistimos
ante algún evento deportivo airear la bandera autonómica si el
vencedor de la prueba en cuestión es paisano nuestro,
obviando la nacional, o compartiéndola con esta. Ya imagino la
perplejidad de los diferentes dirigentes europeos haciendo cábalas sobre
cómo dirigirse a él… ¿Cómo español? ¿Cómo catalán, vasco
o valenciano?. Aunque lo que seguro pensarán es que estamos locos de remate.
Y,
es que los españoles (los
que nos sintamos)
somos
así. Y qué razón llevaba el eslogan aquel de Spain
in different..
para tantas cosas. Yo, abogo porque no lo sea tanto. A
los hechos me remito, ahí está lo de Cataluña de tanto incidir en querer ser diferentes.
Joaquín
Yerga
21/09/2015
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