viernes, 27 de enero de 2017

Algo para recordar...

   

  Todo empezó con la historia de una carta. O mejor dicho la no historia, pues esa carta nunca existió. Aun así les aseguro  que  la esperé  angustiosamente y que para mi desesperación ésta nunca llegó. Sin embargo la que abajo muestro es una copia exacta de la misma. Espero que me comprendan...

Quizás no sepa a donde voy, pero si sé a dónde me gustaría regresar.  

  Ignoro  si habrás podido olvidarme, sin embargo yo sueño con volver a verte. Desde que no sé  de ti algo ha cambiado  en mi vida, sin duda  a peor. De repente me hice mayor,  y te juro que no me gusta lo que he hallado…
  A  veces me creo que estás conmigo, y vuela mi imaginación al infinito, y eso me permite aguantar mi angustia… Otras veces fantaseo que eres tú el que me llamas, y cojo rápido el teléfono esperando oír tu voz vacilante al otro lado,  suplicándome que vuelva, que no puedes más…O me creo  verte  desde mi ventana  esperándome, inquieto  y ansioso por verme aparecer, pero enseguida se me hace real el pasaje y ante tu ausencia vuelvo, anímicamente vacía, a mis quehaceres.
  Te fallé es cierto, me deje llevar por su frívola provocación  y no supe rechazar unos deseos, acaso controlables. Olvidé lo esencial,  cambié  por un breve  rato  de placer lo que más me importaba.
   Te herí en lo más profundo de tu alma y a cambio de nada perdí tu confianza y certidumbre… Aunque, no quise buscar excusas vanas y facilonas que eximieran mi torpeza, porque existió esa ocasión, tal vez matizada por el hecho de ocurrir una sola vez, un solo momento  y en un mal día, por cierto  para olvidar. 
   Si te hubiera dicho, que no te merecías eso de mí, sería poca cosa para impresionarte. Si te hubiera contado que estaba profundamente arrepentida, posiblemente llegara  tarde. Cualquier palabra mía iba a chirriar en tu cabeza, pues me amaste generosamente y porque esperabas de mi reciprocidad,  justo lo que no supe darte…No obstante y aturdido aun como estabas por el dolor, al comprender que te costaría  aceptarlo, antes de ahondar en la herida preferí guardar silencio.
   Por disculparme podría haberte dicho, para aliviar el daño de mi fea jugada, que fueron horas de debilidad y  que no supe calcular las consecuencias…O que fue un antojo ya olvidado…pero no te valdría,  el tajo fue profundo  y no hay  primeros auxilios que pudiera amparar el desatino …
  Hubiera conseguido tal vez, esforzando de manera insistente mi persuasión, atenuar el daño  contándote milongas. Por ejemplo, de la ingenuidad de mis pocos años, de aturdimiento, del despertar a la vida, pero intuirías que son argucias, patrañas de mala perdedora, y  no te lo merecías.
  Incluso podría haberte insistido que nunca más, que no significó nada para mí, que solo fue una vez, una noche de debilidad y confusión. O que  las circunstancias, todas pertinentes,  me obligaron a ello, pero me dirías… ¿Y  aquella promesa de amor eterno?... ¿Acaso no me  juraste  fidelidad?...
  Fue patética mi inconsistencia, no logré adivinar siquiera que el destrozo sentimental que provocaría  mi acción seria inmenso. Ni imaginé por un momento que la convalecencia sería tan larga, y que me correspondería volver a enamorarte, y además...te pediría  perdón mil veces si pudiera,  y comprendería tu resentimiento… y aceptaría de buen grado todo lo me pidieras…  
  Ahora, ha pasado el tiempo y no sé de ti, pero te sigo esperando con las mismas ganas de siempre;  perseverando, porque a pesar del distanciamiento y de tu indiferencia, necesito creer  que  algún pedazo de aquel amor que nos tuvimos todavía  pervive en tu corazón, y que al menos, alguno de  los momentos felices que pasamos juntos aun lo recuerdas con nostalgia... Ansío incluso, emocionada, que una lágrima tuya, rebelde, deambule por tu  mejilla  cuando angustiado  o triste, te acuerdes de mí.

MARI


                                                                       


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