No
tienes tú la culpa si en tus manos
mi
amor se deshojó como una rosa:
Vendrá
la primavera y habrá flores...
El
tronco seco dará nuevas hojas.
Las
lágrimas vertidas se harán perlas
de
un collar nuevo; romperá la sombra
un
sol precioso que dará a las venas
la
savia fresca, loca y bullidora.
--Alfonsina Storni--
Cuando la hija de mi amigo le reveló que un chico la pretendía, algo nuevo y no por esperado menos angustioso se le presentó en la vida. Él sabía que algún día llegaría ese momento, la niña acababa de cumplir dieciocho años.
Con el tiempo el romance fue a más, y una tarde de mayo los citaron los novios para comer en un restaurante de cierto prestigio, les iban a dar (a sus padres) una gran exclusiva, según dijeron ¡¡Se casaban!!..
El enlace se celebró con normalidad y la niña se marchó de casa. Es hija única, así que, se quedaron solos, apesadumbrados y con el síndrome del nido vacío subido. Les costó dios y ayuda volver a la rutina.
Con sus consuegros hicieron buenas migas desde un principio. Leonor, la madre de su yerno, es decir, su consuegra, es una mujer todavía joven y de muy buen ver. A sus cuarenta y cinco años se cuida lo suficiente para estar atractiva. Mi amigo tiene unos años más.
Hasta tal punto se compenetraron todos que, entre sábados de cenas y bailes, y visitas de cortesía, acabaron los dos, Leonor y mi amigo, haciendo lo que nunca debieron haber empezado, ¡enrollados!..
No hizo falta que ella se esmerara demasiado en ser simpática y hasta descarada con mi amigo para que realzara su depauperada moral de aquellos años, acumulaba ya una década de baja autoestima, lo sé, así que, el interés de Leonor por él, hizo sino subir su ego por las nubes.
El romance secreto duró poco, apenas cinco meses, pero a él le sirvió para que, una vez terminado, hundirse más que de lo que estaba al principio, pues si bien le elevó temporalmente la moral, aparecieron después los remordimientos.
El lugar de las citas era un pequeño hotel del centro de Madrid. Dos tardes a la semana la recogía en secreto y hacían el amor como posesos. Luego volvía a dejarla en las cercanías de su casa.
A nadie tenían que dar cuenta de su ausencia; él tiene las tardes libres y ella mil excusas que dar a su marido. Y así se convirtió en un mentiroso compulsivo con su mujer, y hasta conmigo, que no me dijo nada hasta el final.
Pero el “affaire” consuegro-sexual terminó un día, y lo hizo bruscamente y de la peor manera posible. Una tarde al salir del hotel tropezó de lleno con su yerno, que pasaba justo por allí. Iban agarrados de la mano, ella (su madre) y mi amigo. El momento y la escena fue inenarrable. Te dejo al albedrío de tu imaginación, Joaquín, el papelón de los tres---me dijo cuando me lo contó
Un año después de aquella peculiar aventura continúan aparentemente sin novedad. Su matrimonio va viento en popa al igual que el de sus consuegros, con la única salvedad, eso sí: las miradas furtivas que se dirigen algunos miembros de ésa gran familia en que se han convertido.
Sólo una circunstancia teme---me contó preocupado---que el majadero de su yerno se vaya de la lengua en un momento de arrebato. Si dependiera sólo de él ya lo habría hecho para colgarse unas medallas con su mujer, es decir, la hija de mi amigo. Pero también se trata de su madre, y eso es la salvaguardia de su silencio---me confesó ya más reconfortado.
Joaquín
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