domingo, 22 de enero de 2017

Nada es lo que parece






El problema de nuestros tiempos es que el futuro ya no es lo era. 
P.Valéry


Hace unos días repusieron en una cadena de televisión la película del año 1989, y producida por Steven Spielberg, “Regreso al futuro”. Quiero recordar que debido al éxito de la misma hubo después unas cuantas réplicas más; muchos nos acordaremos.
En la película, la acción se desarrolla en el lejano año 2015, es decir que aventuraban de manera ficticia lo que acontecería veintiséis años después, teniendo en cuenta ¡claro! la época en la que se rodó. Los guionistas y el director R. Zemeckis nos pintaban una vida futurista en donde los coches volaban y los habitantes de ese mundo vestían ropas inverosímiles, además de otras extravagancias. Lógicamente nada de eso sucede a día de hoy cuando estamos a punto de acabar, nada menos, que el 2017.
Si nos atenemos a cómo imaginábamos el futuro hace, por ejemplo cuarenta años, en nada se parecería a la realidad actual. Es verdad que hemos avanzado mucho en tecnología, tal vez la rama de la ciencia que más lo ha hecho, pero ni mucho menos se aproxima al planteamiento que idealizamos tiempo atrás. Para ser objetivos solo algunas ideas se han cumplido, pero no la mayoría. Es cierto que las puertas se abren solas (por control remoto) exactamente igual que imaginaban los guionistas. O que las armas pueden exhalar mortíferos rayos láser, pero ni por asomo los coches vuelan y ni mucho menos podemos transportarnos en el tiempo ni cambiar de galaxia a nuestro antojo. Tan solo y como mucho viajar al planeta Marte, y eso esta aquí al lado.
A punto ya de acabar el año 2017, que se corresponde con el futuro lejano de nuestra niñez, y casi todo, o por lo menos lo más transcendental sigue igual que siempre. Las preocupaciones de la gente permanecen intactas; seguimos anhelando, sobre todo, buena salud, trabajo y cierta felicidad.
También del espacio exterior, tan en boga en aquella época, casi se ha enfriado el ardor con que nos lo tomábamos. Después de ir a la luna creímos que la exploración del sistema solar era pan comido, cuestión de unos años pensábamos. Casi nos veíamos ya pisando Marte e intercambiando con sus inverosímiles habitantes inventos y enseres. Se ve que no acertamos haciendo predicciones. Aun así, si tuviese que enumerar los dos mayores cambios que se ha producido en todo este tiempo, yo diría:
El primero: el impacto de las redes sociales. Nos ha supuesto este avance una soberbia revolución a nivel social. El hecho de estar todos interconectados y a tiempo real ha significado un progreso inaudito y un cambio incuestionable en las relaciones humanas. 
Y el segundo y por circunscribirlo a nuestro entorno: la transformación de España. Hemos pasado en poco más de tres décadas y sin anestesia de ser anticuados, míseros y rancios subdesarrollados a europeos de pleno derecho. De ser un pueblo de emigrantes netos a recibir de golpe y en solo un lustro a más de seis millones de inmigrantes. Y lo hemos hecho en un santiamén. El Spain is different ya no cuela, pues hemos aceptado como el que más y con premura: el divorcio, el aborto, el matrimonio gay, y la España vertebrada en lo político, como siempre soñó nuestro filosofo Ortega y Gasset. 
Abundando sobre lo nuestro, debemos felicitarnos porque hoy en día y especialmente en asuntos sociales, nada asusta a nuestros compatriotas. Hemos demostrado con creces que nos adaptamos a cualquier cambio, aunque no tengamos bases solidas para ello. Tan solo un baldón arrastramos sin visas de solución, el asunto catalán. Aunque tal vez, incluso hasta ese espinoso tema si hacemos bien las cosas, sea asunto del pasado.
Por todo lo expuesto y con las reservas ineludibles, yo no me atrevería a aventurar ningún tipo de futuro, no ya para la humanidad o nuestro país, sino para mí mismo. Si ya de por sí es muy complicado hacer previsiones para más allá de un par de meses, no digamos a cuarenta años vista. A mí, como diría Woody Allen, me interesa el futuro más que nada porque es el sitio donde voy a pasar el resto de mi vida.
Dicho queda…


                              Joaquín Yerga
                              23/01/2017


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