martes, 24 de enero de 2017

El hombre que sabía demasiado





Todos somos muy ignorantes, lo que ocurre es que no todos ignoramos las mismas cosas.
Einstein


No creo que Dios, que nos ha dotado de intelecto y de sentidos, nos impida desarrollarlos y evite que podamos: conocer”. Con este amargo lamento terminaba la carta que el sabio Galileo envió a la gran duquesa Cristina de Suecia. Aludía el gran científico italiano del siglo XVII al proceso que la Inquisición instigaba contra él por haber dicho que la tierra se movía alrededor del sol.
Galileo Galilei posiblemente sea el primer hombre de ciencias moderno de la historia. Y después de Newton el más importante, por lo menos hasta Einstein. Nació en 1564 en Pisa y su padre quiso que estudiara matemáticas, pero él, influenciado por la obra de Euclides, (el más brillante astrónomo griego de la antigüedad) se entusiasmó por ésta rama de las ciencias y se puso manos a la obra con ella.
Siendo aun joven supo de la existencia de unos telescopios rudimentarios que habían inventado en Holanda y ni corto ni perezoso se dispuso a construir él mismo unos parecidos. Como era un “manitas” la cosa salió bien y oteando el firmamento con ellos se llevó la sorpresa de su vida, contempló un universo desconocido hasta entonces para el ojo humano.
Poco a poco, y perfeccionando sus instrumentos fue descubriendo estrellas nuevas y llegó a observar las lunas de Júpiter y los anillos de Saturno. Algo impensable y que nadie sabía que existían. Invitó a mucha gente a mirar por su tosco telescopio para que vieran lo que él, pero asustados pensaban que se trataba de cosas de magia negra o alucinaciones promovidas por el Diablo..
No tardó demasiado en llegar a la conclusión de que Copérnico tenía razón cien años antes cuando dijo que el centro del universo no era la tierra, como se había creído hasta entonces, sino el Sol (teoría heliocéntrica) y que la tierra se movía alrededor de él. También descubrió las fases de la luna y razonó el porqué de las mareas. Por pensar y difundir éstas ideas a punto estuvo de ingresar en prisión. Solo le salvó algunas amistades y su avanzada edad el momento.
Como todos los hombres sabios no solo revolucionó la astronomía, también la mecánica. En ésta última disciplina concibió varias leyes pioneras e importantísimas para el desarrollo posterior de la ciencia. Por ejemplo una de las más conocidas fue la primera ley del movimiento. Se decía, aunque no está del todo demostrado, que desde la torre inclinada de su ciudad --Pisa-- dejó caer al vacío una bola de plomo y otra de madera, las dos a la par, pretendiendo demostrar que: todo objeto, independientemente del tamaño y materia del que esté hecho, alcanzan la misma velocidad y deberían caer al mismo tiempo en el suelo. Por supuesto acertó, desmintiendo las teorías de Aristóteles que eran las que habían permanecido como aceptables hasta entonces. Con ésta increíble demostración llegaríamos a una desconcertante conclusión: que una pluma y una bola de plomo llegarían al suelo las dos a la vez si las arrojáramos desde algún lugar elevado. La única condición que necesitábamos para que esto ocurriera era que no hubiese aire que rozara los dos objetos. Para argumentarlo inventó la bomba de aire, con lo que demostró sin paliativos su asombrosa teoría.
Galileo murió en Florencia a los 77 años. Fue uno de los llamados Padres de la Ciencia, junto a Newton, Maxwell y Einstein. Para su desgracia, lo pasó regular en sus últimos años de vida con el tema de la Inquisición. Quiso ésta condenarlo por haber escrito en su libro —Los Diálogos— que la tierra se movía. Tuvo que retractarse y rectificar ante el severo tribunal para no ir a la cárcel. Aunque cuentan que por lo bajines y sin que lo oyeran los jueces llegó a decir: Eppur si muove, lo que es lo mismo…Y sin embargo se mueve.
Ahora la iglesia a destiempo, nada menos que quinientos años después, pidió perdón. Nunca es tarde aunque la de nuestros días no tiene la culpa. Afortunadamente ésta ha evolucionado a mejor. Juan Pablo II, pidió perdón por todos los errores cometidos a lo largo de la historia, que fueron muchos. También el cardenal Ratzinger (Benedicto XVI) aceptó públicamente la teoría Heliocéntrica de nuestro sistema solar.
Gracias a hombres como Galileo Galilei hemos llegado a este punto de modernidad y desarrollo en la tierra. La pena es que gente así solo surgen cada doscientos años. Ya queda poco para el siguiente.
Dicho queda…
                                     Joaquín Yerga
 
                                     24/01/2017


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