domingo, 8 de enero de 2017

A un paso de la felicidad..

                                                                                                



Así, verte de lejos y pasar sonriente,
como quien ya no siente lo que sentía ayer,
y lograr que mi rostro se quede indiferente
y que el gesto de hastío parezca de placer.

--José A. Buesa--


Para toda persona su nombre es el sonido más dulce, no tengáis dudas. Qué bonito cuando alguien se dirige a nosotros por nuestro nombre de pila. Enseguida nos infunde confianza y simpatía; ya le queremos.

Había una vez un tipo en un pueblo de Pensilvania de tres mil habitantes que se sabía los nombres de pila de todos y cada uno de sus convecinos. Es más, cada vez que se encontraba con alguno de ellos por la calle le saludaba efusivamente por su nombre; jamás se equivocó. Éste individuo llegó a ser un personaje muy querido y respetado en su comunidad. Digamos con toda rotundidad que triunfó en su vida personal.. 

Lo que el tipo ese de Pensilvania buscaba no era otra cosa que ser feliz aprovechando su buena memoria, pero hay otras maneras de ser felices, por ejemplo mostrándonos benevolentes y generosos con los demás. Esto es infalible, revierte después en nosotros como un boomerang todo su cariño y afecto, pero multiplicado por diez.  

Es duro poner la otra mejilla cuando nos hacen daño, lo sé. Éste gesto parece reservado sólo a Jesucristo. Sin embargo, si aprendemos a domeñar recelos y vanidades y los transformamos en simpatía y encanto para con los demás, no dudéis que vendrán a nosotros con los brazos abiertos. Y eso nos hará felices.. 

Dale Carnegie, un psicólogo americano, escribió un libro hace ya mucho tiempo que fue en su día un bombazo, aún se vende como rosquillas "Cómo ser feliz e influir en las personas" . En el libro, Carnegie nos insistía en atender a los demás, escucharlos, hacerlos sentir importantes, incluso perdonar sus veleidades. A veces será agotador, pero sus resultados son infalibles; habremos ganado amigos con toda seguridad..

A los que tengan la suerte de venir de fábrica con una simpatía arrolladora, les será más fácil tener amigos, no hará falta que se compren el libro, pero,  ¿y el resto?.. 

Conste que yo lo compré hace ya mucho y me fue bien. Ahora voy a volver a releerlo.. 

Joaquín 




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