lunes, 2 de enero de 2017

Sobre la estupidez






Solo hay dos cosas infinitas; el universo y la estupidez humana, y no estoy seguro sobre el universo.
Albert Einstein


Imagino que nadie esperará de sus congéneres los humanos llegar algún día a la perfección absoluta en cuanto a sociabilidad, integridad o dignidad como personas... Yo desde luego no lo espero.
Supongo que todo el mundo será consciente de que a las personas, a pesar de los avances evolutivos de nuestra especie, aun nos quede un largo recorrido para alcanzar, no ya la excelencia, sino un grado importante de progreso como individuos especiales y exclusivos en el universo.
Tenía serias dudas sobre qué divagar ése día. Apenas había asuntos patrios significativos que mereciera la pena dedicarle unas horas, pero una vez más los incorregibles seres humanos con la realidad de nuestros actos superamos con creces la mas espantosa de la ficción y me vi obligado por las circunstancias a comentar algunas de las numerosas torpezas que cometemos los que pasamos por ser: la especie elegida. Vinieron estas insinuaciones a cuento del último atentado en una sala de fiestas de Estambúl, la Navidad del 2016, va hacer ahora aun año.
Hablaba sobre la estupidez porque, aun después de todo lo vivido por la humanidad y con la dilatada historia de conflictos terribles que llevamos a nuestras espaldas, todavía persistamos en amargarnos la existencia nosotros mismos.
Si cualquier pretexto para hacernos el mal de manera cruenta es estúpido, sea éste por drogas, nacionalismos o dinero y poder, lo es aún más, desconcertante incluso, los de tema religioso. Creo que todas las explicaciones sobre la inutilidad de estos fanatismos están ya dadas y no me apetece incidir en el desánimo que se abate sobre los mas civilizados por la supina ignorancia de estos individuos. Volvimos a lamentarlo este año en Londres o Barcelona.
Estambúl es una bonita y enorme ciudad de Turquía. Es la urbe más grande y poblada de éste país, aunque no es su capital. Quizás esté ya habitada por la considerable cifra de más de once millones de habitantes (tres veces más que Madrid)
La antigua Bizancio de los griegos, se convirtió después en la Constantinopla de los romanos por capricho el emperador, Constantino, el Grande, que la hizo capital del imperio en detrimento de Roma. Al estar situada en el lugar más privilegiado del Mediterráneo, justo en la estrecha puerta de entrada al mar Negro y perfectamente defendible entonces (sus murallas nunca fueron violentadas, a pesar del los numerosos asedios a la que fue sometida) prosperó rápidamente. Los turcos, ya islamizados, la tomaron en el año 1456 de nuestra era. Episodio por cierto, que supuso un mazazo enorme para la cristiandad. Esa fecha marca también el inicio de la Edad Moderna.
Turquía tuvo una época, con los sultanes, (el más conocido de ellos, Solimán el Magnífico) que fue una potencia militar y conquistadora; hablamos de los siglos XVII y hasta la  Primera Guerra Mundial. A punto estuvieron de conquistar Viena, el corazón de Europa. Después vino a menos y se llegó incluso a llamarla: Gigante con pies de barro, o el enfermo de Europa. En ésta guerra, sin duda fueron de los perdedores.
Kemal Ataturk (el apellido significa padre de los turcos) un impetuoso militar devolvió el prestigio a Turquía y al acabar la guerra hizo de ella un estado laico; algo increíble en un país musulmán. Prohibió el velo a las mujeres, retiró del estado todo signo de religiosidad y puso al ejército como garante de estas medidas. Así ha aguantado hasta ahora en el que el presidente actual, Erdogan, está dando pasos firmes hacia una islamización más severa.
Turquía, con casi setenta y cinco millones de habitantes está situada en una zona estratégica pero complicada. En la parte más oriental del país habitan los kurdos, de etnia diferente a los turcos aunque de igual religión. Estos quieren sin demora un estado propio, al igual que los vascos y catalanes nuestros. Y es que también están repartidos por varios países como: Siria, Iraq e Irán. Son el pueblo más grande y numeroso del mundo sin estado, casi cincuenta millones. Son palabras mayores, en comparación, los nuestros son cuatro gatos pedigüeños.
Los turcos con sus vecinos se llevan bastante mal. Con Siria a matar con el gobierno de Bashar Al-Asar. Éste es de la rama Chií y los turcos son de mayoría Suní. Con Iraq e Irán, ídem de lo mismo. Si miran hacia Europa, tampoco está la cosa a partir un piñón. Con los griegos mantienen una disputa feroz por la isla de Chipre (mitad griega y mitad turca) y en la Unión Europea, quieren entrar en ella con todos los derechos, pero ésta se resiste alegando motivos democráticos y de derechos humanos.
El sangriento atentado del año pasado lo cometió un tipo del llamado, Estado Islámico, pero otros los han perpetrado los kurdos, así que un futuro nada claro para la primera potencia de la zona. El terrorismo es un obstáculo demasiado grande, de momento, que amenaza el incipiente turismo de Estambúl. Y es una pena porque es una ciudad esplendorosa.
Dicho queda.
                                        Joaquín Yerga
                                              18/11/2017


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