Sobre la estupidez
Solo
hay dos cosas infinitas; el universo y la estupidez humana, y no
estoy seguro sobre el universo.
Albert
Einstein
Imagino
que nadie esperará de sus congéneres los humanos llegar algún
día a la perfección absoluta en cuanto a sociabilidad,
integridad o dignidad como personas... Yo desde luego no lo espero.
Supongo
que todo el mundo será consciente de que a las personas, a pesar de
los avances evolutivos de nuestra especie, aun nos quede un largo
recorrido para alcanzar, no ya la excelencia, sino un grado
importante de progreso como individuos especiales y exclusivos en el
universo.
Tenía
serias dudas sobre qué divagar ése
día.
Apenas había asuntos patrios significativos que mereciera la pena
dedicarle unas horas, pero una vez más los incorregibles seres
humanos con
la realidad de nuestros actos superamos con creces la mas espantosa de la ficción y
me
vi
obligado por las circunstancias a comentar algunas de las numerosas
torpezas que cometemos los que pasamos por ser: la
especie elegida.
Vinieron
estas insinuaciones a cuento del último atentado en una
sala de fiestas de Estambúl,
la
Navidad del 2016,
va
hacer ahora aun año.
Hablaba
sobre la estupidez porque, aun después de todo lo vivido por la
humanidad y con la dilatada historia de conflictos terribles que
llevamos a nuestras espaldas, todavía
persistamos
en amargarnos la existencia nosotros mismos.
Si
cualquier pretexto para hacernos el mal de manera cruenta es
estúpido, sea éste por drogas, nacionalismos o dinero y poder, lo
es aún más, desconcertante incluso, los de tema religioso. Creo que
todas las explicaciones sobre la inutilidad de estos
fanatismos están ya dadas y no me apetece incidir en el desánimo
que se abate sobre los mas civilizados por la supina ignorancia de
estos individuos. Volvimos
a lamentarlo este año en Londres o Barcelona.
Estambúl
es una bonita y enorme ciudad de Turquía. Es la urbe más
grande y poblada de éste país, aunque no es su capital. Quizás
esté ya habitada por la considerable cifra de más de once millones
de habitantes (tres veces más que Madrid)
La
antigua Bizancio de los griegos, se convirtió después en la
Constantinopla de los romanos por capricho el emperador, Constantino,
el Grande,
que la hizo capital del imperio en detrimento de Roma. Al estar
situada en el lugar más privilegiado del Mediterráneo, justo en la
estrecha puerta de entrada al mar Negro y perfectamente defendible
entonces (sus murallas nunca fueron violentadas, a pesar del los
numerosos asedios a la que fue sometida) prosperó rápidamente. Los
turcos, ya islamizados, la tomaron en el año 1456 de nuestra era.
Episodio por cierto, que supuso un mazazo enorme para la cristiandad.
Esa fecha marca también el inicio de la Edad Moderna.
Turquía
tuvo una época, con los sultanes, (el más conocido de ellos,
Solimán el Magnífico) que fue una potencia militar y conquistadora;
hablamos de los siglos XVII y hasta la Primera Guerra Mundial.
A punto estuvieron de conquistar Viena,
el corazón de Europa. Después vino a menos y se llegó incluso a
llamarla: Gigante con pies de barro, o el enfermo de Europa. En ésta
guerra, sin duda fueron de los perdedores.
Kemal
Ataturk (el
apellido significa padre de los turcos)
un impetuoso militar devolvió el prestigio a Turquía y
al acabar la guerra hizo de ella un estado laico; algo
increíble en un país musulmán. Prohibió el velo a las mujeres,
retiró
del estado todo signo de religiosidad y
puso al ejército como garante de estas medidas. Así ha aguantado
hasta ahora en el que el presidente actual, Erdogan, está dando
pasos firmes hacia una islamización más severa.
Turquía,
con casi setenta y cinco millones de habitantes está situada en una
zona estratégica pero complicada. En la parte más oriental del país
habitan los kurdos,
de etnia diferente a los turcos aunque de igual religión. Estos
quieren
sin demora un estado propio, al
igual que los vascos y catalanes nuestros. Y
es que
también están repartidos por varios países como: Siria, Iraq e
Irán. Son el pueblo más grande y numeroso del mundo sin estado,
casi cincuenta millones. Son palabras mayores, en
comparación, los nuestros son cuatro gatos pedigüeños.
Los
turcos con sus vecinos se llevan bastante mal. Con Siria a matar con
el gobierno de Bashar Al-Asar. Éste es de la rama Chií y los turcos
son de mayoría Suní. Con Iraq e Irán, ídem de lo mismo. Si miran
hacia Europa, tampoco está la cosa a partir un piñón. Con los
griegos mantienen una disputa feroz por la isla de Chipre (mitad
griega y mitad turca)
y
en la Unión Europea, quieren entrar en ella con todos los derechos,
pero ésta se resiste alegando motivos democráticos y de derechos
humanos.
El
sangriento
atentado
del
año pasado lo
cometió un tipo del llamado, Estado Islámico,
pero otros los han perpetrado los kurdos, así que un futuro nada
claro para la primera potencia de la zona. El
terrorismo es un obstáculo demasiado grande, de momento, que amenaza
el incipiente turismo de Estambúl. Y es una pena porque es una
ciudad esplendorosa.
Dicho
queda.
Joaquín
Yerga
18/11/2017
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