miércoles, 1 de marzo de 2017

La extraña pareja





Amiga...
Dulce melodía de amor me inspira tu voz.
A sugerente aventura inducen tus labios.
Tus besos son pétalos de rosa en mi boca;
un sutil roce de seda, igual que posa la mariposa
en tierna flor sus delicadas alas.
Con ellos me ofreces el cielo, donde aquietar
mi alma esa eternidad soñada..
--Joaquín--

Apostaría lo que fuese que ha quedado para la historia como el prototipo de mujer bella y seductora. De lo segundo hay datos suficientes para pensar que la leyenda es totalmente cierta, no en vano se ligó, entre otros, a Julio César y a su amiguete, el arrogante general Marco Antonio. Sin embargo lo de bella debemos ponerlo en cuarentena, aunque para gustos los colores; creo que Cleopatra tenía una nariz prominente según el único retrato suyo que existe.. 
Cuando Julio César llegó a Egipto se encontró a la sugestiva Cleopatra semidesnuda envuelta en un saco de lavar ropa (lo de enrollada en una alfombra fue un bulo para mejorar su imagen). Cleopatra le había pedido ayuda a César para derrotar a su hermano mayor, el Faraón. Estaba casada con él. Recuerdo para el que no lo sepa que la tradición egipcia exigía ésa aberración familiar para no "contaminar" su sangre real.
Entre ambos liquidaron al hermano y Cleopatra paso a ser la nueva Faraona. Aunque para eso tuvo que casarse con su otro hermano más pequeño, un niño de doce años.  Claro que entre faraón y faraón se encamó con César día sí y el otro también. De resultas de éstas coyundas se quedó preñada y vino al mundo el pequeño Cesarión. A todo esto, Julio César estaba lejos de ser un tierno mozalbete, entraba ya el hombre en la categoría de viejo verde, tenía cincuenta y dos años. No obstante Cleopatra aún era mozuela; gozaba entonces de la envidiable edad de veintidós adorables y redondeados añitos.
Juntos los tres, y después de pacificado Egipto, marcharon a Roma. Allí, como todos sabemos, César fue víctima de una conspiración que lo asesinó. Es el conocido episodio de los: “Idus de Marzo”. Cleopatra, temiéndose lo peor no tardó en salir huyendo de la capital del imperio con su hijo de regreso a Egipto.
Precisamente buscando liquidar a los asesinos de César (que habían huido), su general favorito y amigo, Marco Antonio, aterrizó (lo hizo vía marítima, claro)  en ése país africano. Y allí se encontró con la nueva Cleopatra. En cuanto la vio cambiaron sus prioridades.  Ésta ya no era la niña que se enamoró de Julio César años atrás, sino una mujer de bandera que encandiló al bueno de Marco Antonio a las primeras de cambio.
Si a Julio César lo recibió envuelta en trapos a Marco Antonio lo deslumbró subida en una Falúa (barco pequeño) de oro bruñido y con toda la pompa inimaginable. Ni que decir tiene que el bruto de Marco Antonio cayó rendido a sus pies. Juntos apenas salieron de la alcoba durante un tiempo más que prudencial.
Está claro que el romance entre Cleopatra y Marco Antonio nos ha quedado en el recuerdo como el prototipo de amor apasionado (sobre todo a raíz de la película protagonizada por Liz Taylor y Richard Burton). ¡Vamos, algo parecido a Romeo y Julieta! Pero, parece ser, no fue todo tan romántico, sino que hubo más intereses terrenales que amores inmortales. Resulta que juntos planearon dividirse parte del imperio romano oriental, al margen de Roma. De hecho asumieron la categoría de dioses y esperaban reinar como verdaderos monarcas orientales con la pompa y el boato apropiado.
La República Romana y su Senado no iban a permitir semejante osadía, así que instigado por el sobrino político de César, el desaborido Octavio Augusto le pusieron al mando de varias legiones para combatir a la excéntrica pareja y su prole (tuvieron varios hijos). Octavio después de exterminar a los asesinos de su tío, venció a Marco Antonio (habían sido antes compañeros, amigos, y cuñados) en la famosa batalla de Actium, frente a las costas griegas.
Aunque no murió en la batalla, Marco Antonio no pudo soportar las consecuencias de la dura derrota y se suicidó. Cleopatra temiendo ser detenida y después exhibida encadenada por las calles de Roma (solían hacerlo) ordenó a sus criados que le trajesen una serpiente venenosa camuflada en una cesta de higos. Surtió el efecto deseado. Se la encontraron muerta tendida en su cama de oro macizo con la mordedura del áspid visible en un brazo.
El vencedor de todo esto fue Octavio Augusto, que se libró de las voluptuosas garras de Cleopatra por ser tan frío y porque la moza pasaba ya de la cuarentena. Pasó éste a la historia como un dirigente querido, venerado e idolatrado por los ciudadanos del imperio; no en vano su época fue la de mayor esplendor y la que mayor periodo de paz gozó Roma. Por cierto, éste fue el que fundó nuestra Emérita Augusta (Mérida). Y allí aun le reverencian...
Dicho queda…
Joaquín Yerga


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