La extraña pareja
Amiga...
Dulce
melodía de amor me inspira tu voz.
A
sugerente aventura inducen tus labios.
Tus
besos son pétalos de rosa en mi boca;
un
sutil roce de seda, igual que posa la mariposa
en
tierna flor sus delicadas alas.
Con
ellos me ofreces el cielo, donde aquietar
mi
alma esa eternidad soñada..
--Joaquín--
Apostaría
lo que fuese que ha quedado para la historia como el prototipo de
mujer bella y seductora. De lo segundo hay datos suficientes para
pensar que la leyenda es totalmente cierta, no en vano se ligó,
entre otros, a Julio César y a su amiguete, el arrogante general
Marco Antonio. Sin embargo lo de bella debemos ponerlo en
cuarentena, aunque para gustos los colores; creo que Cleopatra tenía una nariz
prominente según el único retrato suyo que existe..
Cuando Julio César llegó a
Egipto se encontró a la sugestiva Cleopatra semidesnuda envuelta en
un saco de lavar ropa (lo de enrollada en una alfombra fue un bulo
para mejorar su imagen). Cleopatra le había pedido ayuda a César para
derrotar a su hermano mayor, el Faraón. Estaba casada con él.
Recuerdo para el que no lo sepa que la tradición egipcia exigía ésa
aberración familiar para no "contaminar" su sangre real.
Entre
ambos liquidaron al hermano y Cleopatra paso a ser la nueva Faraona. Aunque para eso tuvo que casarse
con su otro hermano más pequeño, un niño de doce años. Claro que entre faraón y faraón se encamó con César día
sí y el otro también. De resultas de éstas coyundas se quedó
preñada y vino al mundo el pequeño Cesarión. A todo esto,
Julio César estaba lejos de ser un tierno mozalbete, entraba ya el hombre en la categoría de viejo verde, tenía cincuenta y dos años. No
obstante Cleopatra aún era mozuela; gozaba entonces de la envidiable
edad de veintidós adorables y redondeados añitos.
Juntos
los tres, y después de pacificado Egipto, marcharon a Roma.
Allí, como todos sabemos, César fue víctima de una conspiración
que lo asesinó. Es el conocido episodio de los: “Idus de
Marzo”. Cleopatra, temiéndose lo peor no tardó en
salir huyendo de la capital del imperio con su hijo de regreso a
Egipto.
Precisamente
buscando liquidar a los asesinos de César (que habían huido), su
general favorito y amigo, Marco Antonio, aterrizó (lo hizo
vía marítima, claro) en ése país africano. Y allí se
encontró con la nueva Cleopatra. En cuanto la vio cambiaron
sus prioridades. Ésta ya no era la niña que se enamoró de
Julio César años atrás, sino una mujer de bandera que
encandiló al bueno de Marco Antonio a las primeras de
cambio.
Si
a Julio César lo recibió envuelta en trapos a Marco Antonio lo
deslumbró subida en una Falúa (barco pequeño) de oro bruñido y
con toda la pompa inimaginable. Ni que decir tiene que el bruto de
Marco Antonio cayó rendido a sus pies. Juntos apenas salieron
de la alcoba durante un tiempo más que prudencial.
Está
claro que el romance entre Cleopatra y Marco Antonio
nos ha quedado en el recuerdo como el prototipo de amor apasionado
(sobre todo a raíz de la película protagonizada por Liz Taylor
y Richard Burton). ¡Vamos, algo parecido a Romeo y
Julieta! Pero, parece ser, no fue todo tan romántico, sino que
hubo más intereses terrenales que amores inmortales. Resulta que
juntos planearon dividirse parte del imperio romano oriental, al
margen de Roma. De hecho asumieron la categoría de dioses y
esperaban reinar como verdaderos monarcas orientales con la pompa y
el boato apropiado.
La
República Romana y su Senado no iban a permitir semejante osadía,
así que instigado por el sobrino político de César, el desaborido Octavio
Augusto le pusieron al mando de varias legiones para combatir a
la excéntrica pareja y su prole (tuvieron varios
hijos). Octavio después de exterminar a los
asesinos de su tío, venció a Marco Antonio (habían sido antes
compañeros, amigos, y cuñados) en la famosa batalla de Actium,
frente a las costas griegas.
Aunque
no murió en la batalla, Marco Antonio no pudo soportar las
consecuencias de la dura derrota y se suicidó. Cleopatra
temiendo ser detenida y después exhibida encadenada por las calles
de Roma (solían hacerlo) ordenó a sus criados que le trajesen una
serpiente venenosa camuflada en una cesta de higos. Surtió el efecto
deseado. Se la encontraron muerta tendida en su cama de oro macizo
con la mordedura del áspid visible en un brazo.
El
vencedor de todo esto fue Octavio Augusto, que se libró de
las voluptuosas garras de Cleopatra por ser tan frío y porque
la moza pasaba ya de la cuarentena. Pasó éste a la historia como un
dirigente querido, venerado e idolatrado por los ciudadanos del
imperio; no en vano su época fue la de mayor esplendor y la que
mayor periodo de paz gozó Roma. Por cierto, éste fue el que fundó
nuestra Emérita Augusta (Mérida). Y allí aun le reverencian...
Dicho
queda…
Joaquín Yerga
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