viernes, 10 de marzo de 2017

Una cita a ciegas..





Es muy raro que nadie caiga en el abismo sin haberse acercado voluntariamente a la orilla.


Siempre fui un tipo extremadamente tímido. Ahora lo voy superando a base de esfuerzos mentales y sirviéndome de la experiencia de los años y de la vida, pero hubo épocas juveniles en las que mi timidez llegó a extremos inconcebibles.. Con Paula padecí esa timidez, y por eso tardé tanto en conquistarla...

Paula poseía los atributos perfectos que tanto me fascinaban de una mujer. Y me pasó que después de ella sus, llamémosle peculiaridades anatómicas, fueron el modelo ideal femenino en mi delirante imaginación.  

Morena, con unos ojos enormes, era más bien delgada y muy alta para ser chica, aunque el desmesurado tamaño de sus pechos distorsionaba su estupenda proporción física. Y precisamente a esa zona de su cuerpo iban encaminadas las miradas obscenas que le dirigían esos presumidos ligones que la rondaban. Confieso que ésas miradas furtivas conseguían ponerme especialmente celoso...

La vi por primera vez en una discoteca de Villafranca. Al fijarme en ella pensé con envidia en la suerte del chico que la acompañaba. Vestía entonces unos vaqueros muy ajustados y una blusita blanca con ribetes bordados en las mangas. Apareció ante mis ojos deliciosa. Creo que ya entonces entró en mi corazón para quedarse.

Con una perseverancia inusitada para mi timidez, logré por fin que con el tiempo se fijara en mí, pero, ¡claro!, a fuerza de tanto mirarla yo. Y como suele suceder en estos casos, fue ella la que con una insinuante mirada me conminó a traspasar el rubicón de su amistad, ¡y un sábado me atreví a decirle unas torpes palabras!..

Apenas recuerdo cuales fueron aquellas palabras, pero sí la turbación y arrepentimiento posterior que padecí por la cantidad de bobadas que pude haberle dicho. Luego le propuse un baile y se puso colorada. Accedió y bailamos una primera pieza, y luego otra.. ¡Juro que temí que por la emoción notara los latidos de mi corazón!..  

Pero los días pasaban junto a ella y apenas conseguía nada, a pesar de mi obsesión por tocarla, por rozarla siquiera... ¡Y suspiraba por decirle palabras de amor al oído, por conocerla a fondo y que ella supiera de mi!... 

Un día ¡por fin! sucedió el milagro, aceptó mi proposición de salir juntos el sábado siguiente. Incluso me insinuó pasar juntos el fin de semana. Puedo asegurar sin exagerar que fue la semana más feliz de mi vida. La pasé exultante y loco de alegría esperando que llegara ése inalcanzable sábado en donde, definitivamente, consumar con ella mis apetencias más salvajes. Reconozco, ahora pasado el tiempo lo he sabido, que toda esa desbordante fantasía previa incrementó de manera notable mi abatimiento y tristeza después por todo lo que sucedió más tarde.

Lo sentí por mis amigos que los dejaba solos, pero este asunto era sólo mío. Dediqué los días previos al encuentro amoroso a mirar y reservar una habitación en el Parador de Zafra y una cena en su restaurante para complacerla.. No dejé ni por un momento de pensar qué ropa ponerme, con qué perfume embadurnarme y qué objetos comprar que me pudieran ser útiles en ésas noches de lujuria que ya adivinaba. Dispuesto estaba a tirar por la borda los ahorros de todo el año..

Aún esperaba ése viernes a última hora de la tarde asaltar los cielos del placer. Todo estaba listo para traspasar las puertas de mi Edén soñado cuando... ¡una llamada inesperada rompió de golpe mis fantasías!. Al otro lado del auricular, Juan, el mejor amigo de Paula, me confesó su terrible secreto. Me dijo algo que nunca olvidaré y que trastocó mis entendederas y razón, ¡¡Paula era realmente Pablo!! ¡Un chico!. Así de inverosímil, y así de cruel me lo soltó, sin contemplaciones... No quería que el engaño fuera más allá de lo razonable. Lo hacía por ella y por mí  --me dijo--

Impactado sobremanera por la confesión creí que se trataba de una broma cruel. En un principio me resistí a creerlo. Pasé horas bordeando la locura ¡¡Cómo podía pasarme esto a mi, Dios mío!.. Gritaba desesperado en mi habitación.. Luego poco a poco fui recobrando la cordura y lucidez, y la llamé...

Después de unos minutos eternos llenos de silencios y sollozos se disculpó con vehemencia y me suplicó un perdón a todas luces imperdonable, pero que yo, con mi habitual honestidad, acabé concediéndoselo; no me quedaba otra...

Hace ya mucho tiempo de esto y he apaciguado mi rencor. Recuerdo que después de meditar lo suficiente comprendí cosas y hechos que en un principio ni imaginé, aunque algo recelaba. 

Era tal la pasión que sentía por ella que cegó mi razón. Paula, (ella quiere llamarse así) tiene un tipazo de mujer increíble, toma hormonas para sus prominentes pechos y siempre lleva pantalones vaqueros. Su hermoso rostro debidamente acicalado, sus incalificables grandes ojos y su hermosa melena azabache, son perfectos para ser una mujer de bandera. El resto ni lo sé ni ya me importa; a estas alturas de la vida se me pasó el disgusto. Ahora somos grandes amigos. Eso sí, sin derecho a roce

Joaquín..



No hay comentarios:

Publicar un comentario