Siempre fui un tipo extremadamente tímido. Lo voy superando a base de esfuerzos mentales y sirviéndome de la experiencia de la vida, pero hubo épocas en las que mi timidez llegó a extremos inconcebibles; con Paula padecí esa timidez, por eso tardé tanto en conquistarla...
Descubrí a Paula bailando en una discoteca. Vestía vaqueros muy ajustados y una blusita blanca con ribetes bordados en las mangas. Apareció ante mis ojos deliciosa. Creo que ya entonces entró en mi corazón para quedarse. Y, aunque fue ella la que, con una insinuante mirada me conminó a traspasar el rubicón de su amistad, un día me atreví a decirle unas palabras.. Ya no recuerdo cuales fueron, pero sí la turbación y arrepentimiento posterior que padecí por la cantidad de bobadas que pude haberle dicho. Luego le propuse y accedió, y bailamos una primera pieza, y luego otra...
Pero los días pasaban y apenas conseguía nada, a pesar de mi obsesión por tocarla, por rozarla... No se dejaba.. Yo suspiraba por decirle palabras de amor al oído, por conocerla a fondo y que ella supiera de mi.. Pero no había manera.. Un día ¡por fin! sucedió, aceptó mi proposición de salir juntos el sábado siguiente. Incluso me sugirió pasar juntos el fin de semana. Puedo asegurar sin exagerar que fue la semana más feliz de mi vida.
Lo sentí por mis amigos que los dejaba solos, pero este asunto era sólo mío. Dediqué los días previos al encuentro amoroso a mirar y reservar una habitación en un hotelito de moda, y una cena en su restaurante para complacerla.. Ni por un momento dejé de pensar en qué ropa ponerme, con qué perfume embadurnarme y qué objetos comprar que me pudieran ser útiles en ésas noches de lujuria que ya adivinaba. Dispuesto estaba a tirar por la borda los ahorros de todo el año..
Aún esperaba ése viernes a última hora de la tarde asaltar los cielos del placer. Todo estaba listo para traspasar las puertas de mi Edén soñado cuando... Una llamada inesperada rompió de golpe mis fantasías. Al otro lado del auricular, Juan, el mejor amigo de Paula, me confesó su terrible secreto. Me dijo algo que nunca olvidaré y que trastocó mis entendederas y razón: ¡¡Paula era realmente Pablo, un chico!. Así de inverosímil y así de cruel me lo soltó, sin contemplaciones. No quería que el engaño fuera más allá de lo razonable; lo hacía por ella y por mí, me dijo muy serio.
Impactado por la confesión creí que se trataba de una broma cruel. En un principio me resistí a creerlo. Pasé horas bordeando la locura, ¡¡cómo podía pasarme esto a mi, dios mío!.., gritaba desesperado en mi habitación.. Luego poco a poco fui recobrando la cordura y lucidez, y la llamé... Tras unos minutos eternos, de silencios y sollozos, se disculpó con vehemencia y me suplicó un perdón a todas luces imperdonable, pero la perdoné..
Hace ya mucho tiempo de esto, incluso apacigüé pronto mi rencor. Os aseguro que era tal la pasión que sentía por ella que cegó mi razón. Paula, (ella quiere llamarse así) tiene un tipazo de mujer increíble, toma hormonas para sus prominentes pechos y siempre lleva pantalones vaqueros. Su hermoso rostro debidamente acicalado, sus incalificables grandes ojos y su hermosa melena azabache, son perfectos para ser una mujer de bandera. El resto ni lo sé ni ya me importa; a estas alturas de la vida se me pasó el disgusto. Ahora somos grandes amigos. Eso sí, sin derecho a roce
Joaquín..

No hay comentarios:
Publicar un comentario