A ti...
Enséñame
a guardar silencio, aunque te extrañe a gritos.
Lo
sé, se fue inesperadamente, casi sin avisar, y te dejó heridas en el alma
imposibles de curar. Una mañana de julio de manera
precipitada decidió volar y no soportar sus malos augurios.
Quizás pensó apresurar su marcha y evitar, de paso,
sufrimientos inútiles.. O acaso se confabuló con la providencia
para hacerlo todo más llevadero más fácil. Pero olvidó que
más injusto pues sólo dejó atrás tierra quemada y vidas
rotas; un páramo de incredulidad y dolor...
Ahora llora, porque no te queda otra. Suspira y llena de aire tus
pulmones una vez más como si todo el oxígeno del mundo estuviera
ahí para ti, para ayudarte a limpiar la negrura de tu mala
suerte... Sí, llora y derrama tus lágrimas abundantes sobre tus
gélidas mejillas; ésas mejillas con las que un día, ruborizadas entonces,
rozaste las suyas por primera vez... Llora y desahógate de
manera desmedida porque es la única manera de mitigar tu
indescriptible dolor ¡Qué puede importarte ya nada!.. Si
en algo yo te pudiera ayudar, decirte que aquí me tienes; comparto absolutamente tu tristeza infinita.
Y
pensarás, convencida, que nada vale ya para ti que nada
tiene sentido sin él. Y mirarás como lejana e inalcanzable la
salida del pozo en el que te hayas, y creerás no ser
digna del desmesurado castigo que te ha impuesto el destino. Y te
preguntarás, ¿Por qué a ti? ¿Por qué él? Y no hallarás
respuestas...
Y
los días anodinos, vacíos, irán pasando uno a uno por tu
vida sin dejar huella en tu ánimo. Y las noches serán eternas,
inamovibles, solo admisibles porque te aferras a sus
recuerdos, y a los inevitables somníferos para dormir...
Aún tendrás momentos anímicos insoportables en donde la nostalgia hará
acto de presencia para quedarse por mucho tiempo y hacerte sufrir lo indecible. Y llegarás a palpar su ropa aspirando con fruición restos de su olor que
seguro aún encontrarás. Y mirarás su foto y besarás su cara sobre
el frío cristal..., y lo empañarás con la última
lágrima de tu triste madrugada.
Fuera,
en la calle, en cualquier paseo y lugar tu fantasía te
hará volver con él y creerás verlo entre la multitud... y correrás
aturdida entre la gente detrás de la silueta de algún desconocido
creyendo verlo, para después, desengañada, sentarte en algún
banco sollozando una vez más mientras te mesas con los dedos
temblorosos los cabellos alborotados por la emoción...
Y
en las tardes interminables del estío o en las mañanas lluviosas
de otoño añorarás sus sólidas manos asiendo las tuyas, pequeñas
y frágiles pero protegidas por las suyas. Y aún esperarás ingenua
e impaciente oír su voz a través del teléfono ante cualquier
llamada inesperada.
Perdóname si te quedan fuerzas para eso porque no encuentro palabras que te
puedan consolar ni argumentos que puedan devolverte una sonrisa; aún
tienes el corazón en carne viva.
Podría,
como diría el poeta, reconocer intimidades de él, de nosotros,
sobre historias mediocres o vulgares minimizando
su honestidad o decencia con la loable intención de
suavizar tu amargura, pero mentiría como un bellaco fue un
hombre íntegro...
Podría mentirte y enumerarte una larga lista
de sus antiguos amores, y revelarte secretos inconfesables de nuestro
pasado más remoto para subestimarle, pero faltaría a la verdad
porque solo tú has morado en su corazón...
Podría, para variar, escribirte frases esperanzadoras sobre un
futuro no muy lejano cargado de ilusión para ti, para
que encontraras un merecido consuelo a tu dolor, pero fingiría
porque no me saldrían del alma, también a mí me partió el
corazón. Y es que en éstas horas tristes sólo se me ocurre
confesarte --que en un lugar recóndito de mi corazón aun
mantengo intacto el aura limpia y pura de su niñez--
Joaquin
Una
de las poesías más bonitas y conmovedoras del panorama lírico
español es, sin duda, la que Miguel Hernández dedicó a su amigo más
querido en su prematura desaparición. Contiene versos tan emotivos
que para los tipos más sensibles es sencillamente una delicia para
el alma. Sin embargo he de anotar también que induce un
poco, cuanto menos, al desasosiego.
En
nuestro archivo poético nacional tenemos la suerte de contar
con elegías (poesías que ensalzan la vida y hazañas de algún
personaje a su muerte) preciosas. La más conocida y espectacular es
la inmensa: “Coplas a la muerte de su padre” del
palentino Jorge Manrique, algunas de cuyas estrofas todos conocemos
al dedillo.
¡Dios
me libre de buscar la más mínima comparación con estos dos
magníficos poetas mencionados! ¡Nada más lejos de mi
voluntad buscar alguna similitud por pequeña que fuere con la carta
que ansié escribir a la desaparición de otro amigo del alma, (en
este caso mío) con esas obras maestras de nuestra literatura!
Esta
carta y, perdóneseme la vanidad que pudiera aparentar, es una amarga
e impulsiva reflexión en prosa, como no podía ser de otra manera,
pues conmover en versos es ardua tarea fuera de mi alcance
intelectual. Es una reflexión, insisto, concebida ante la dolorosa
noticia de la precipitada muerte de un gran amigo de juventud.
Con
cada palabra escrita en ella manifiesto mi desconsuelo, pero lo
delego en otra persona, su mujer que lo quiso tanto, como
manera torpe de eludir mi responsabilidad y llanto.
Hoy se cumplen unos años de su partida. Sus íntimos palparán el tremendo vacío
de su ausencia durante todas sus vidas. Fueron unos días tristes, y
aunque el tiempo marchita los recuerdos siempre habrá para él un
hueco en mi corazón.
Joaquín Yerga
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