domingo, 26 de marzo de 2017

A ti...




Enséñame a guardar silencio, aunque te extrañe a gritos.

Lo sé, se fue inesperadamente, casi sin avisar, y te dejó heridas en el alma imposibles de curar. Una mañana de julio de manera precipitada decidió volar y no soportar sus malos augurios. Quizás pensó apresurar su marcha y evitar, de paso, sufrimientos inútiles.. O acaso se confabuló con la providencia para hacerlo todo más llevadero más fácil. Pero olvidó que más injusto pues sólo dejó atrás tierra quemada y vidas rotas; un páramo de incredulidad y dolor...
Ahora llora, porque no te queda otra. Suspira y llena de aire tus pulmones una vez más como si todo el oxígeno del mundo estuviera ahí para ti, para ayudarte a limpiar la negrura de tu mala suerte... Sí, llora y derrama tus lágrimas abundantes sobre tus gélidas mejillas; ésas mejillas con las que un día, ruborizadas entonces, rozaste las suyas por primera vez... Llora y desahógate de manera desmedida porque es la única manera de mitigar tu indescriptible dolor ¡Qué puede importarte ya nada!..  Si en algo yo te pudiera ayudar, decirte que aquí me tienes; comparto absolutamente tu tristeza infinita.
Y pensarás, convencida, que nada vale ya para ti que nada tiene sentido sin él. Y mirarás como lejana e inalcanzable la salida del pozo en el que te hayas, y creerás no ser digna del desmesurado castigo que te ha impuesto el destino. Y te preguntarás, ¿Por qué a ti? ¿Por qué él? Y no hallarás respuestas...
Y los días anodinos, vacíos, irán pasando uno a uno por tu vida sin dejar huella en tu ánimo. Y las noches serán eternas, inamovibles, solo admisibles porque te aferras a sus recuerdos, y a los inevitables somníferos para dormir...
Aún tendrás momentos anímicos insoportables en donde la nostalgia hará acto de presencia para quedarse por mucho tiempo y hacerte sufrir lo indecible. Y llegarás a palpar su ropa aspirando con fruición restos de su olor que seguro aún encontrarás. Y mirarás su foto y besarás su cara sobre el frío cristal..., y lo empañarás con la última lágrima de tu triste madrugada.
Fuera, en la calle, en cualquier paseo y lugar tu fantasía te hará volver con él y creerás verlo entre la multitud... y correrás aturdida entre la gente detrás de la silueta de algún desconocido creyendo verlo, para después, desengañada, sentarte en algún banco sollozando una vez más mientras te mesas con los dedos temblorosos los cabellos alborotados por la emoción...
Y en las tardes interminables del estío o en las mañanas lluviosas de otoño añorarás sus sólidas manos asiendo las tuyas, pequeñas y frágiles pero protegidas por las suyas. Y aún esperarás ingenua e impaciente oír su voz a través del teléfono ante cualquier llamada inesperada.
Perdóname si te quedan fuerzas para eso porque no encuentro palabras que te puedan consolar ni argumentos que puedan devolverte una sonrisa; aún tienes el corazón en carne viva.
Podría, como diría el poeta, reconocer intimidades de él, de nosotros, sobre historias mediocres o vulgares minimizando su honestidad o decencia con la loable intención de suavizar  tu amargura, pero mentiría como un bellaco fue un hombre íntegro... 
Podría mentirte y enumerarte una larga lista de sus antiguos amores, y revelarte secretos inconfesables de nuestro pasado más remoto para subestimarle, pero faltaría a la verdad porque solo tú has morado en su corazón...
Podría, para variar, escribirte frases esperanzadoras sobre un futuro no muy lejano cargado de ilusión para ti, para que encontraras un merecido consuelo a tu dolor, pero fingiría porque no me saldrían del alma, también a mí me partió el corazón. Y es que en éstas horas tristes sólo se me ocurre confesarte --que en un lugar recóndito de mi corazón aun mantengo intacto el aura limpia y pura de su niñez--
Joaquin


Una de las poesías más bonitas y conmovedoras del panorama lírico español es, sin duda, la que Miguel Hernández dedicó a su amigo más querido en su prematura desaparición. Contiene versos tan emotivos que para los tipos más sensibles es sencillamente una delicia para el alma. Sin embargo he de anotar también que induce un poco, cuanto menos, al desasosiego.
En nuestro archivo poético nacional tenemos la suerte de contar con elegías (poesías que ensalzan la vida y hazañas de algún personaje a su muerte) preciosas. La más conocida y espectacular es la inmensa: “Coplas a la muerte de su padre” del palentino Jorge Manrique, algunas de cuyas estrofas todos conocemos al dedillo.
¡Dios me libre de buscar la más mínima comparación con estos dos magníficos poetas mencionados!  ¡Nada más lejos de mi voluntad buscar alguna similitud por pequeña que fuere con la carta que ansié escribir a la desaparición de otro amigo del alma, (en este caso mío) con esas obras maestras de nuestra literatura!
Esta carta y, perdóneseme la vanidad que pudiera aparentar, es una amarga e impulsiva reflexión en prosa, como no podía ser de otra manera, pues conmover en versos es ardua tarea fuera de mi alcance intelectual. Es una reflexión, insisto, concebida ante la dolorosa noticia de la precipitada muerte de un gran amigo de juventud.
Con cada palabra escrita en ella manifiesto mi desconsuelo, pero lo delego en otra persona, su mujer que lo quiso tanto, como manera torpe de eludir mi responsabilidad y llanto.
Hoy se cumplen unos años de su partida. Sus íntimos palparán el tremendo vacío de su ausencia durante todas sus vidas. Fueron unos días tristes, y aunque el tiempo marchita los recuerdos siempre habrá para él un hueco en mi corazón.
Joaquín Yerga

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