Las personas ofenden antes al que aman que al que temen.
--Maquiavelo--
Isabel y Fernando: Tanto monta & Monta tanto, eso dice el lema principal del escudo de los Reyes Católicos. Personajes esenciales en nuestra historia como nación.
Fernando, llamado el católico, aunque no creáis que tuvo excesivo fervor cristiano éste aragonés de nacimiento. Era hijo del rey Juan II de Aragón y al morir éste heredó ése trono. Recuerden que el Reino de Aragón se componía de: Aragón (de habla castellana) y Cataluña, Valencia y Baleares (catalano-hablantes).
Isabel de Castilla tuvo en un principio más problemas que su futuro marido Fernando. Era la hermanastra del rey de Castilla, Enrique IV. Al morir, y no sin problemas, heredó el reino de Castilla; que en esos tiempos ya destacaba como el más poderoso reino de la península.
Por si alguien lo ignora, el permiso para que se pudiera celebrar la boda, (eran primos hermanos), lo consiguió ese personaje tan libertino y putero llamado Alejandro, entonces cardenal. Más tarde, cuando fue designado Papa con el nombre de Alejandro VI, él fue también el que les puso el apelativo de: Reyes Católicos, quizás porque él de católico tuvo poco.
De los Reyes Católicos no creo que hace falta contar mucho, pues todo el mundo conoce su importancia en nuestra historia. Decirles que acabaron con el poder de los nobles poniéndose de parte del pueblo. Que fueron ellos los que facilitaron el descubrimiento de América al aprovisionar de hombres y víveres a Colón. Y que ellos fueron, también, los que terminaron de expulsar a los últimos moros y judíos, y sobre todo, ¡hicieron España!.
Por cierto, y aprovechando la época y los personajes, quiero mencionar a uno muy importante. No fue político, sino poeta y ha pasado a la historia de nuestra lengua como el autor de la elegía más famosa de todos los tiempos. Es Jorge Manrique y fue un partidario convencido de Isabel en su guerra contra la Beltraneja.
Jorge Manrique murió desangrado por una ballesta que recibió en el asalto al castillo de Garci-Muñoz (Cuenca). Rebuscando en las alforjas de su cadáver se encontró la siguiente joya:
Coplas a la muerte de mi padre
Recuerde el alma dormida,
avive el seso y despierte,
contemplando
cómo se pasa la vida,
cómo se viene la muerte
tan callando;
cuán presto se va el placer,
cómo después, de acordado,
da dolor;
cómo, a nuestro parecer,
cualquiera tiempo pasado
fue mejor.
Y pues vemos lo presente
cómo en un punto se es ido
y acabado,
si juzgamos sabiamente,
daremos lo no venido
por pasado.
No se engañe nadie, no,
pensando que ha de durar
lo que espera,
más que duró lo que vio,
porque todo ha de pasar
por tal manera.
Nuestras vidas son los ríos
que van a dar en la mar
que es el morir;
allí van los señoríos
derechos a se acabar
y consumir;
allí los ríos caudales,
allí los otros, medianos
y más chicos,
allegados son iguales
los que viven por sus manos
y los ricos.
Este mundo es el camino
para el otro, que es morada
sin pesar;
mas cumple tener buen tino
para andar esta jornada
sin errar.
Partimos cuando nacemos,
andamos mientras vivimos,
y llegamos
al tiempo que fenecemos;
así que, cuando morimos,
descansamos.
Ved de cuán poco valor
son las cosas tras que andamos
y corremos,
que, en este mundo traidor,
aun primero que muramos,
las perdemos:
Decidme, la hermosura,
la gentil frescura y tez
de la cara,
el color y la blancura
cuando viene la vejez,
¿cuál se para?
Las mañas y ligereza
y la fuerza corporal
de juventud,
todo se torna graveza
cuando llega al arrabal
de senectud.
Los placeres y dulzores
de esta vida trabajada
que tenemos,
¿qué son sino corredores
y la muerte, la celada
en que caemos?
Ésos reyes poderosos
que vemos por escrituras
ya pasadas,
con casos tristes, llorosos,
fueron sus buenas venturas
trastornadas.
Así que no hay cosa fuerte,
que a papas y emperadores
y prelados,
así los trata la muerte
como a los pobres pastores
de ganados.
Tantos duques excelentes,
tantos marqueses y condes,
y barones
como vimos tan potentes,
di, Muerte, ¿dónde los escondes
y traspones?
Aquel, de buenos abrigo,
amado por virtuoso
de la gente,
el maestre don Rodrigo
Manrique, tan famoso
y tan valiente;
sus grandes hechos y claros
no cumple que los alabe,
pues los vieron,
ni los quiero hacer caros,
pues el mundo todo sabe
cuales fueron.
¡Qué amigo de sus amigos!
¡Qué señor para criados
y parientes!
¡Qué enemigo de enemigos!
¡Qué maestro de esforzados
y valientes!
¡Qué seso para discretos!
¡Qué gracia para donosos!
¡Qué razón!
¡Qué benigno a los sujetos,
y a los bravos y dañosos,
un león!
No dejó grandes tesoros,
ni alcanzó grandes riquezas
ni vajillas,
mas hizo guerra a los moros
ganando sus fortalezas
y sus villas.
Y en las lides que venció,
muchos moros y caballos
se perdieron,
y en este oficio ganó
las rentas y los vasallos
que le dieron.
Pues por su honra y estado,
en otros tiempos pasados,
¿cómo se hubo?:
Quedando desamparado,
con hermanos y criados
se sostuvo.
Estas sus viejas historias
que con su brazo pintó
en la juventud,
con otras nuevas victorias
ahora las renovó
en la senectud.
Por su gran habilidad,
por méritos y ancianía
bien gastada,
alcanzó la dignidad
de la gran caballería
de la Espada.
Y sus villas y sus tierras,
ocupadas de tiranos
las halló,
más por cercos y por guerras,
y por fuerza de sus manos
las cobró.
después de tanta hazaña
a que no puede bastar
cuenta cierta,
en la su villa de Ocaña
vino la Muerte a llamar
a su puerta.
Hay más versos, pero paro aquí..
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