jueves, 9 de marzo de 2017

Un matrimonio bien avenido.

                                                                                           


Las personas ofenden antes al que aman que al que temen.

--Maquiavelo--


Isabel y Fernando: Tanto monta & Monta tanto, eso dice el lema principal del escudo de los Reyes Católicos. Personajes esenciales en nuestra historia como nación.

Fernando, llamado el católico, aunque no creáis que tuvo excesivo fervor cristiano éste aragonés de nacimiento. Era hijo del rey Juan II de Aragón y al morir éste heredó ése trono. Recuerden que el Reino de Aragón se componía de: Aragón (de habla castellana) y Cataluña, Valencia y Baleares (catalano-hablantes).

Isabel de Castilla tuvo en un principio más problemas que su futuro marido Fernando. Era la hermanastra del rey de Castilla, Enrique IV. Al morir, y no sin problemas, heredó el reino de Castilla; que en esos tiempos ya destacaba como el más poderoso reino de la península.

Por si alguien lo ignora, el permiso para que se pudiera celebrar la boda, (eran primos hermanos), lo consiguió ese personaje tan libertino y putero llamado Alejandro, entonces cardenal. Más tarde, cuando fue designado Papa con el nombre de Alejandro VI, él fue también el que les puso el apelativo de: Reyes Católicos, quizás porque él de católico tuvo poco.

De los Reyes Católicos no creo que hace falta contar mucho, pues todo el mundo conoce su importancia en nuestra historia. Decirles que acabaron con el poder de los nobles poniéndose de parte del pueblo. Que fueron ellos los que facilitaron el descubrimiento de América al aprovisionar de hombres y víveres a Colón. Y que ellos fueron, también, los que terminaron de expulsar a los últimos moros y judíos, y sobre todo, ¡hicieron España!.

Por cierto, y aprovechando la época y los personajes, quiero mencionar a uno muy importante. No fue político, sino poeta y ha pasado a la historia de nuestra lengua como el autor de la elegía más famosa de todos los tiempos. Es Jorge Manrique y fue un partidario convencido de  Isabel en su guerra contra la Beltraneja. 

Jorge Manrique murió desangrado por una ballesta que recibió en el asalto al castillo de Garci-Muñoz (Cuenca). Rebuscando en las alforjas de su cadáver se encontró la siguiente joya:

Coplas a la muerte de mi padre

Recuerde el alma dormida,

avive el seso y despierte,

contemplando

cómo se pasa la vida,

cómo se viene la muerte

tan callando;


cuán presto se va el placer,

cómo después, de acordado,

da dolor;

cómo, a nuestro parecer,

cualquiera tiempo pasado

fue mejor.


Y pues vemos lo presente

cómo en un punto se es ido

y acabado,

si juzgamos sabiamente,

daremos lo no venido

por pasado.


No se engañe nadie, no,

pensando que ha de durar

lo que espera,

más que duró lo que vio,

porque todo ha de pasar

por tal manera.


Nuestras vidas son los ríos

que van a dar en la mar

que es el morir;

allí van los señoríos

derechos a se acabar

y consumir;


allí los ríos caudales,

allí los otros, medianos

y más chicos,

allegados son iguales

los que viven por sus manos

y los ricos.


Este mundo es el camino

para el otro, que es morada

sin pesar;

mas cumple tener buen tino

para andar esta jornada

sin errar.


Partimos cuando nacemos,

andamos mientras vivimos,

y llegamos

al tiempo que fenecemos;

así que, cuando morimos,

descansamos.


Ved de cuán poco valor

son las cosas tras que andamos

y corremos,

que, en este mundo traidor,

aun primero que muramos,

las perdemos:


Decidme, la hermosura,

la gentil frescura y tez

de la cara,

el color y la blancura

cuando viene la vejez,

¿cuál se para?


Las mañas y ligereza

y la fuerza corporal

de juventud,

todo se torna graveza

cuando llega al arrabal

de senectud.


Los placeres y dulzores

de esta vida trabajada

que tenemos,

¿qué son sino corredores

y la muerte, la celada

en que caemos?


Ésos reyes poderosos

que vemos por escrituras

ya pasadas,

con casos tristes, llorosos,

fueron sus buenas venturas

trastornadas.


Así que no hay cosa fuerte,

que a papas y emperadores

y prelados,

así los trata la muerte

como a los pobres pastores

de ganados.


Tantos duques excelentes,

tantos marqueses y condes,

y barones

como vimos tan potentes,

di, Muerte, ¿dónde los escondes

y traspones?


Aquel, de buenos abrigo,

amado por virtuoso

de la gente,

el maestre don Rodrigo

Manrique, tan famoso

y tan valiente;


sus grandes hechos y claros

no cumple que los alabe,

pues los vieron,

ni los quiero hacer caros,

pues el mundo todo sabe

cuales fueron.


¡Qué amigo de sus amigos!

¡Qué señor para criados

y parientes!

¡Qué enemigo de enemigos!

¡Qué maestro de esforzados

y valientes!


¡Qué seso para discretos!

¡Qué gracia para donosos!

¡Qué razón!

¡Qué benigno a los sujetos,

y a los bravos y dañosos,

un león!


No dejó grandes tesoros,

ni alcanzó grandes riquezas

ni vajillas,

mas hizo guerra a los moros

ganando sus fortalezas

y sus villas.


Y en las lides que venció,

muchos moros y caballos

se perdieron,

y en este oficio ganó

las rentas y los vasallos

que le dieron.


Pues por su honra y estado,

en otros tiempos pasados,

¿cómo se hubo?:

Quedando desamparado,

con hermanos y criados

se sostuvo.


Estas sus viejas historias

que con su brazo pintó

en la juventud,

con otras nuevas victorias

ahora las renovó

en la senectud.


Por su gran habilidad,

por méritos y ancianía

bien gastada,

alcanzó la dignidad

de la gran caballería

de la Espada.


Y sus villas y sus tierras,

ocupadas de tiranos

las halló,

más por cercos y por guerras,

y por fuerza de sus manos

las cobró.


después de tanta hazaña

a que no puede bastar

cuenta cierta,

en la su villa de Ocaña

vino la Muerte a llamar

a su puerta. 


Hay más versos, pero paro aquí..




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