¿Y tú me lo preguntas?..
La
suerte es una flecha lanzada que hace blanco en el que menos la
espera.
--C.Adenauer--
Decía
el gran Napoleón (emperador de los franceses) que él, a
la hora de elegir a sus generales no se esmeraba especialmente en sus
dotes de mando ni en el valor de su estrategia militar, ¡qué va!.
Lo que más le interesaba de ellos era su suerte. Él entendía que
era más importante gozar de ésta circunstancia que no de otras
cualidades.
Si
Gustavo Adolfo Domínguez Bastida, (Bécquer)
hubiese nacido cincuenta años antes, cuando Napoleón, hubiera sido francés y para
rematar la faena hubiera tenido la vocación de militar, jamás
habría llegado al grado de general con
Bonaparte,
porque suerte tuvo, pero muy mala, el pobre.
Bécquer
nació en Sevilla un 17 de febrero de 1836, y no precisamente en un
patio donde florece el limonero, como decía Machado. Pronto se quedó
huérfano de padres y fue su madrina la que se hizo cargo de él y de
su hermano mayor Valeriano.
Pronto
marchó a Madrid detrás de su hermano buscando en
la capital lo que en Sevilla era imposible, vivir de la poesía. Se
estableció en una pensión de "mala muerte" y las pasó canutas
sobreviviendo gracias a la ayuda de su hermano.
Entre amores pasionales,
publicación de algunas poesías y mucha hambre, en 1857 contrajo
tuberculosis, asunto que a la postre le llevaría a la tumba muy
joven, demasiado joven para morir, con tan solo treinta y cuatro
años.
Hablaba
antes de su mala suerte, y es que miren: se enamoró de manera
apasionada, (como era habitual en él) de una bella mujer con la que
llegó a casarse, y cuando la felicidad parecía sonreírle descubrió
que ésta le ponía los cuernos. Para más escarnio si cabe, la osada
y bella dama se llamaba Casta.
Desde luego la infidelidad de su mujer le
marcó para el resto de su corta vida. En muchas de sus poesías se
refleja ésta amargura amorosa. Curiosamente unos pocos meses antes
de su muerte se reconcilió con ella.
Ahí
van algunos retazos de sus mejores versos, a mi entender. Y fíjense
qué sensibilidad para con el bello sexo. También pueden adivinar en
cada uno de ellos su momento personal y anímico.
Poesía.
No
digáis que agotado su tesoro,
de
asuntos falta, enmudeció la lira;
podrá
no haber poetas; pero siempre
habrá
poesía.
Mientras
las ondas de la luz al beso
palpiten
encendidas;
mientras
el sol las desgarradas nubes
de
fuego y oro vista;
mientras
el aire en su regazo lleve
perfumes
y armonías;
mientras
haya en el mundo primavera,
¡habrá
poesía!
Mientras
la ciencia a descubrir no alcance
las
fuentes de la vida,
y
en el mar o en el cielo haya un abismo
que
al cálculo resista;
mientras
la humanidad, siempre avanzando
no
sepa a do camina;
mientras
haya un misterio para el hombre,
¡habrá
poesía!
Mientras
sintamos que se alegra el alma,
sin
que los labios rían;
mientras
se llore sin que el llanto acuda
a
nublar la pupila;
mientras
el corazón y la cabeza
batallando
prosigan;
mientras
haya esperanzas y recuerdos,
¡habrá
poesía!
Mientras
haya unos ojos que reflejen
los
ojos que los miran;
mientras
responda el labio suspirando
al
labio que suspira;
mientras
sentirse puedan en un beso
dos
almas confundidas;
mientras
exista una mujer hermosa
¡habrá
poesía!
Tu
pupila es azul.
Tu
pupila es azul, y cuando ríes
su
claridad suave me recuerda
el
trémulo fulgor de la mañana
que
en el mar se refleja.
Tu
pupila es azul, y cuando lloras
las
transparentes lágrimas en ella
se
me figuran gotas de rocío
sobre
una violeta.
Tu
pupila es azul, y si en su fondo
como
un punto de luz radia una idea,
me
parece en el cielo de la tarde
¡una
perdida estrella!
Por
una mirada
Por
una mirada, un mundo,
por
una sonrisa, un cielo,
por
un beso… ¡yo no sé!
qué
te diera por un beso.
Una
lágrima.
Asomaba
a sus ojos una lágrima
y
a mis labios una frase de perdón,
habló
el orgullo y se enjugó su llanto
y
la frase en mis labios expiró
Yo
voy por un camino, ella por otro;
pero
al pensar en nuestro mutuo amor,
yo
digo aún ¿Porqué callé aquel día?
Y
ella dirá: ¿Porqué no lloré yo¿
Un
trágico sainete
Nuestra
pasión fue un trágico sainete
en
cuya absurda fábula
lo
cómico y lo grave confundidos
risas
y llanto arrancan.
Pero
lo peor de aquella historia
que,
al fin de la jornada,
a
ella tocaron lágrimas y risas
¡y
a mí sólo lágrimas!
Suspiros.
¡Los
suspiros son aire y van al aire!
¡Las
lágrimas son agua y van al mar!
Dime
mujer, cuando el amor se olvida
¿Sabes
tú donde va?
Cuando
me lo contaron
Cuando
me lo contaron sentí el frío
de
una hoja de acero en las entrañas;
me
apoyé contra el muro, y un instante
la
conciencia perdí de donde estaba.
Cayó
sobre mi espíritu la noche;
en
ira y en piedad se anegó el alma…
¡y
entonces comprendí por qué se llora,
y
entonces comprendí por qué se mata!
Pasó
la nube de dolor… Con pena
logré
balbucear breves palabras…
¿Quién
me dio la noticia?… Un fiel amigo…
¡Me
hacía un gran favor!… Le di las gracias.
Herido.
Me
han herido recatándose en las sombras,
sellando
con un beso su traición.
Los
brazos me echó al cuello, y por la espalda
partiome
a sangre fría el corazón.
Y
ella prosigue alegre su camino,
feliz,
risueña, impávida, ¿y por qué?
¿Porqué
no brota sangre en la herida…?
¡Porqué
el muerto está en pie!
Volverán
las golondrinas
Volverán
las oscuras golondrinas
en
tu balcón sus nidos a colgar,
y
otra vez con el ala a sus cristales
jugando
llamarán.
Pero
aquellas que el vuelo refrenaban
tu
hermosura y mi dicha a contemplar,
aquellas
que aprendieron nuestros nombres,
ésas…
¡no volverán!
Volverán
las tupidas madreselvas
de
tu jardín las tapias a escalar
y
otra vez a la tarde aún más hermosas
sus
flores se abrirán.
Pero
aquellas cuajadas de rocío
cuyas
gotas mirábamos temblar
y
caer como lágrimas del día….
ésas…
¡no volverán!
Volverán
del amor en tus oídos
las
palabras ardientes a sonar,
tu
corazón de su profundo sueño
tal
vez despertará.
Pero
mudo y absorto y de rodillas,
como
se adora a Dios ante su altar,
como
yo te he querido…desengáñate,
¡así
no te querrán!
Joaquín
Yerga
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar