¡Oh, vida mía, vida mía!,
agonicé con tu agonía
y con tu muerte me morí.
De tal manera te quería,
que estar sin ti es estar sin mi.
Humilde, sin murmurar
¡oh muerte!, me he de inclinar
cuando tu golpe me venza;
¡pero déjame besar,
mientras expiro, su trenza!
¡La trenza que le corté
y que piadoso guardé
(impregnada todavía
del sudor de su agonía)
la tarde en que se me fue!
Deja que, muriendo, pueda
acariciar esa seda
en que vive aun su olor:
Es todo lo que me queda
de aquel infinito amor..
--Amado Nervo--
El coche era el de su mujer, no había dudas. Estuvo aparcado el pasado martes toda la tarde junto al domicilio de Marcial, su jefe. –Así de contundente se lo manifestó Tony a su mejor amigo Pedro al día siguiente, cuando se reunieron a comer en el restaurante habitual de ambos, en el centro de Almendralejo, después de haberse citado.
Desde el lugar donde observó el vehículo no se distinguía con exactitud la matricula pero, ¡para qué titubear! ¡Todo encajaba como las piezas de un macabro rompecabezas, para su desesperación!. --Estos detalles últimos que Tony manejaba de su mujer no se los comentó a su amigo, los consideró menos importantes.
Habían pasado ya un par de semanas desde que Tony se propuso mirar con detenimiento el comportamiento de su mujer. ¡Por Dios, había cambiado tanto!.--Pensaba-- Sobre todo estos últimos días. Es verdad que esta situación le desborda y se reconoce como muy celoso, pero esta vez la desconfianza ha ido demasiado lejos. Tan lejos como que ¡estaba espiando a su propia mujer!...
--¿Estas totalmente seguro de lo que me dices? --se extrañó su amigo revelando cierta ironía en la pregunta
--Es tal y como te lo cuento Pedro, créetelo, estoy angustiado -- exclamó Tony excitado
Ésta rocambolesca historia comenzó al notar un cambio brusco en la forma de actuar de Marta, su mujer. Sí, porque hacía últimamente cosas que antes ni se le ocurriría. Por ejemplo, jamás había rechazado sus caricias: todo había sido pasión y deseo en ella hasta el punto de ser excesivamente besucona y empalagosa. Pero estos días rezuma frialdad e indiferencia. Atando cabos y analizando los resultados llega a imaginarse cosas terribles ¿Por qué ese cambio? ¿Por qué se muestra a menudo despectiva cuando no ausente? Está claro que algo pasa con ella, algo ha sucedido en su vida para que en muy poco tiempo actuara de esa forma tan extraña.
--Tony, tienes que asegurarte bien de lo que haces; todo esto es muy raro. Conozco bien a tu mujer y no la creo capaz. --afirmó Pedro con seguridad, aunque no sin cierto sarcasmo.
Marta lleva la administración de una pequeña empresa de servicios, es muy querida y respetada por sus compañeros ¡y no digamos por su jefe!, pero eso es precisamente lo que más le desespera.
--Tú sabes que ella es muy puntual a la hora de llegar a casa; bien, pues últimamente viene llegando muy tarde. Me dice que hay mucho trabajo acumulado en la oficina y que Marcial le pide por favor que se quede un rato más; luego comen juntos. En fin, son muchas cosas Pedro, no sé qué pensar --continuó con sus temores, muy alterado. En casa el ambiente empieza a ser asfixiante, no hablamos y cuando lo hacemos me responde con monosílabos. Incluso éramos pesados, como tu bien sabes, con los mimos que nos dábamos. Ahora me ignora, siempre está agotada --remarcó Tony angustiado
- ¡Y qué me dices de su ropa! -- prosiguió pormenorizando
--¿Qué pasa con su ropa?... ¿No te estarás obsesionando Tony? --preguntó en plan malévolo y con cierto escepticismo Pedro
--¡No!, ¡Te lo juro! Ahora la veo más elegante, se pinta más y hasta yo diría que va provocativa. Hacía tiempo que no la veía con esa minifalda. -- replicó indignado y casi fuera de sí.
Puede que los celos de él provengan inevitablemente de la estupenda mujer que tiene, hermosa y muy simpática. Llevaban casados tres años, y todo había ido muy bien hasta ahora, con la salvedad de que hacía un tiempo que se habían propuesto tener un bebé y de momento no fue posible. Tal vez estuviera angustiada por eso. En fin, ya empezaba a dudar de todo.
--Déjame hablar con ella –argumentó su amigo. -- le diré que se sincere y me cuente qué os pasa, y de paso le comunicaré tu inquietud.
--De acuerdo Pedro, habla con ella. Éste sábado pásate por casa. Yo buscaré una excusa para salir y así habláis todo cuanto queráis.
Cuando Tony abrió la puerta del portal de su casa el sábado por la noche, después de haber estado algo más de dos horas y media vagando por el centro del pueblo, el nerviosismo y la ansiedad eran bien visibles en su aspecto y ademanes. Había llegado a un acuerdo con su amigo en proporcionarle una banal excusa a su mujer para estar fuera y así darle la oportunidad a Pedro de sonsacarle todos los secretos que pudiera.
No obstante la impaciencia le impidió esperar al ascensor. Subió las escaleras a toda prisa saltando los escalones de dos en dos hasta llegar al tercer piso, donde vivía. Abrió la puerta de par en par y entró directamente al comedor, olvidando incluso cerrarla. Allí estaban Pedro, y también su mujer.
--Tony, siéntate, y tranquilízate, por favor, tenemos que darte dos noticias para empezar, una buena y otra mala. --le espetó su amigo muy decidido, pero un poco burlón --tú verás el orden que quieres conocerlas.
A todo esto, su mujer, elegantemente vestida como era habitual últimamente en ella, aparecía sentada en el sillón con las piernas cruzadas y la cara pálida, quizás de la emoción.
Un poco mosca y mirando indistintamente a ella, y a Pedro, no supo cómo catalogar la situación que contemplaba en esos momento. Al fin se decidió.
--Está bien Pedro, dime primero la buena, --le endilgó desazonado y cariacontecido.
--Tony, estabas totalmente equivocado en cuanto al coche rojo aparcado frente a la casa de su jefe, no era el de tu mujer. Coincidía el modelo y el color, pero no la matricula. No te fijaste bien, es de un vecino del inmueble, por lo que olvídate del romance entre tu mujer y él.
--¿Y la mala? -- soltó deprisa y con pánico temiéndose la respuesta
La mala para ti, pero buena para nosotros, es que tu mujer y yo nos entendemos. Quiero decir que somos amantes y pensamos casarnos en cuanto os divorcies; legalmente, claro --le soltó Pedro de golpe mirando a la mujer de Tony con una sonrisa picarona de complicidad.
Estas fueron las últimas palabras que pudo escuchar el bueno de Tony. Estupefacto, con el rostro demudado y gesticulando palabras incomprensibles, fue retrocediendo poco a poco de espaldas hacia la puerta, (que con las prisas él mismo había dejado abierta) y con tan mala suerte que tropezando con uno de los maceteros del descansillo no pudo evitar caer precipitadamente por el hueco de la escalera, rompiendo de paso la barandilla de madera que la circundaba.
Su mujer, desesperada, y su amigo Pedro fueron corriendo detrás de él intentando explicarle, Fue inútil, sólo pudieron contemplar, abatidos, el cuerpo inerte de Tony al fondo de la escalera en medio un gran charco de sangre.
No hubo tiempo posible para decirle que todo era una broma. Llegaron tarde, demasiado tarde para aclararle que su mujer se estaba haciendo un tratamiento de fertilidad y que éste había dado sus frutos desde hacía unos días. Justos los mismos que Tony recelaba de ella.
También fue imposible confesarle que iba a ser padre. Justo ése día iban a darle la sorpresa, y a fe que se la dieron.
La esquela de su defunción apareció en el periódico HOY del lunes. Debajo del nombre y apellidos, y después de la fecha del óbito, esta leyenda.
Tu desconsolada esposa no te olvida
Siempre estarás en nuestros corazones. Tu amigo Pedro..
Por cierto, a los tres meses justos se celebró una boda...
Joaquin
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