Nos hemos quedado
con las manos vacías, como si una guirnalda
se nos hubiera ido de las manos;
con los ojos al suelo,
como viendo un cristal hecho pedazos:
el cristal de la copa en que bebimos
un vino tierno y pálido...
Como si nos hubiéramos perdido,
nuestros brazos se buscan en la sombra..
¡Sin embargo ya no nos encontramos!
En la alcoba profunda
podríamos andar meses y años,
en pos uno del otro,
sin hallarnos.
--Jaime Torres (siglo XIX)--
El día que Thomas Edison inventó la bombilla eléctrica cambiaron muchas cosas en nuestras vidas. Fue en 1879 y ya una década después la noche, la temida noche, se volvió opcional. Desaparecieron las tinieblas de las vidas de nuestros abuelos.
Tras el invento de la luz eléctrica, las jornadas de trabajo se alargaron y las cenas se postergaron. Ya no necesitábamos al Sol para ver en la oscuridad, pero, ¿eso es bueno o malo?..
El
mismo Edison defendía que todo lo que se haga para reducir las horas
de sueño de un hombre aumenta sus capacidades, pero esto lo decía
porque éste tipo era un currante. Lo cierto es que cuando
nuestro reloj circadiano no anda al ritmo de los
ciclos naturales la salud se resiente..
Porque sabido es que
los biorritmos circasianos son vitales para nuestro
buen funcionamiento; el nuestro y el de todos los seres vivos de
la naturaleza. Funcionamos al ritmo que nos marca el Sol.
Nuestro reloj biológico está sincronizado con el ritmo de rotación de la Tierra, y no es casualidad que muchos de los grandes accidentes que hemos causado los hombres como el de Chernóbil o el de la nave espacial Challenger, hayan ocurrido entre las tres y las seis de la madrugada, que es justo el valle de temperatura corporal que produce más somnolencia y reduce la respuesta del cerebro al rendimiento cognitivo. No, no es casualidad..
Joaquín
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