jueves, 13 de diciembre de 2018

Una promesa rota...





Hay tanto amor en mi alma que no queda
ni el rincón más estrecho para el odio.
¿Dónde quieres que ponga los rencores
que tus vilezas engendrar podrían?
Impasible no soy: todo lo siento,
lo sufro todo... pero como el niño
a quien hacen llorar, en cuanto mira
un juguete delante de sus ojos
se consuela, sonríe,
y la ávidas manos
tiende hacia él sin recordar la pena.
(Amado Nervo)


Cuentan las crónicas, y parece ser que fueron ciertas, que Cristóbal Colón prometió un premio dotado con una suma considerable de dinero al primero que avistase tierra en cualquiera de las tres carabelas que comandaba rumbo a lo desconocido. El avispado de Rodrigo de Triana fue el primero que gritó ¡¡Tierra a la vista!!.. De hecho, por ése grito se hizo famoso; tengan en cuenta que sus ojos fueron los primeros de los occidentales que vieron el Nuevo Mundo. Pero, ¿Saben qué pasó después? Pues que el ingrato y mal-queda de Colón se olvidó de su promesa, y Rodrigo se quedó “a dos velas”, y nunca mejor dicho tratándose de marineros y de barcos. Dicen que tan mal le sentó al pobre la deslealtad de Colón para con él, tan irritado y desilusionado quedó, que acabó sus días convertido al islamismo en el norte de África... Ya ven que tragedia supuso para éste buen marinero el olvido de una promesa. A veces cualquier despiste, cualquier lapsus de algo jurado y prometido puede dar al traste con los sentimientos de una persona...
Miren ahora qué historia más curiosa. Enrique de Navarra, el que luego sería coronado rey de Francia con el nombre de Enrique IV, fue bautizado en la fe católica de su padre. A los 6 años abrazó la fe protestante de su madre Juana de Albret, pero a los 8 nuevamente fue declarado católico, solo que unos meses después volvió a reingresar en las filas del protestantismo. Y no solo eso, sino que desde los 19 años hasta su muerte cambió de religión al menos seis veces más. Este rey fue el que dijo aquella frase tan conocida de: “París bien vale una misa” aludiendo a que por el trono de Francia se cambiaba de religión las veces que fueran necesarias. Al final murió “el pobre” asesinado por un ferviente católico; se ve que empezó mal y a fuerza de cambiar de chaqueta tantas veces acabó peor...
De todas maneras la época de Enrique IV fue horrible en cuanto a religión se refiere. Eran los tiempos de las guerras religiosas después de que Lutero iniciara el gran cisma protestante. Media Europa siguió siendo católica y la otra media se hizo protestante, y además se disputaban la hegemonía cada tres por cuatro como ocurría en Francia. Por eso éste avispado rey iba y venía según soplara el viento, pero no tuvo suerte.
Pues esta otra anécdota no tiene desperdicio. Lean y verán... Hubo una vez un rey, (Gustavo III) en ese país tan extraordinario, pionero del bienestar social que fue Suecia, que estaba convencido que el café era venenoso. Éste monarca de finales del siglo XVIII, obligó a tomarlo todos los días a un criminal, mientras otro reo bebía solo té. Supervisaba todo el proceso una comisión de médicos para valorar los resultados. Pero nunca hubo un experimento más desastroso que éste, pues vean que cúmulo de despropósitos se dio: Primero murieron los miembros de la comisión, después el rey fue asesinado en un atentado mortal, a continuación estiró la pata el reo del té a los 83 años, y ya por último murió el pobre de café, y bien a gusto, imagino..., ignoro si le fueron dando también galletitas. Está claro que los suecos han despabilado desde entonces para acá, ahora le salen mejor los experimentos, no hay más que ver el invento ese del Ikea.
Así que, si hacemos caso a esto el café es muy saludable. Yo espero seguir los pasos del preso obligado a tomar café a diario y sobrevivir, por tanto, a allegados y conocidos, no en vano me embucho de cuatro a cinco cafés diarios.
Dicho queda...
cosasdejoaquinyerga@blogspot.com

No hay comentarios:

Publicar un comentario