Una promesa rota...
Hay
tanto amor en mi alma que no queda
ni
el rincón más estrecho para el odio.
¿Dónde
quieres que ponga los rencores
que
tus vilezas engendrar podrían?
Impasible
no soy: todo lo siento,
lo
sufro todo... pero como el niño
a
quien hacen llorar, en cuanto mira
un
juguete delante de sus ojos
se
consuela, sonríe,
y
la ávidas manos
tiende
hacia él sin recordar la pena.
(Amado
Nervo)
Cuentan
las crónicas, y parece ser que fueron ciertas, que Cristóbal Colón
prometió un premio dotado con una suma considerable de dinero al
primero que avistase tierra en cualquiera de las tres carabelas que
comandaba rumbo a lo desconocido. El avispado de Rodrigo de Triana
fue el primero que gritó ¡¡Tierra a la vista!!.. De hecho, por ése
grito se hizo famoso; tengan en cuenta que sus ojos fueron los
primeros de los occidentales que vieron el Nuevo Mundo. Pero, ¿Saben
qué pasó después? Pues que el ingrato y mal-queda de Colón se
olvidó de su promesa, y Rodrigo se quedó “a dos velas”, y nunca
mejor dicho tratándose de marineros y de barcos. Dicen que tan mal
le sentó al pobre la deslealtad de Colón para con él, tan irritado
y desilusionado quedó, que acabó sus días convertido al islamismo
en el norte de África... Ya ven que tragedia supuso para éste buen
marinero el olvido de una promesa. A veces cualquier despiste,
cualquier lapsus de algo jurado y prometido puede dar al traste con
los sentimientos de una persona...
Miren
ahora qué historia más curiosa. Enrique de Navarra, el que luego
sería coronado rey de Francia con el nombre de Enrique IV, fue
bautizado en la fe católica de su padre. A los 6 años abrazó la fe
protestante de su madre Juana de Albret, pero a los 8 nuevamente fue
declarado católico, solo que unos meses después volvió a
reingresar en las filas del protestantismo. Y no solo eso, sino que
desde los 19 años hasta su muerte cambió de religión al menos seis
veces más. Este rey fue el que dijo aquella frase tan conocida de:
“París bien vale una misa” aludiendo a que por el trono de
Francia se cambiaba de religión las veces que fueran necesarias. Al
final murió “el pobre” asesinado por un ferviente católico; se
ve que empezó mal y a fuerza de cambiar de chaqueta tantas veces
acabó peor...
De
todas maneras la época de Enrique IV fue horrible en cuanto a
religión se refiere. Eran los tiempos de las guerras religiosas
después de que Lutero iniciara el gran cisma protestante. Media
Europa siguió siendo católica y la otra media se hizo protestante,
y además se disputaban la hegemonía cada tres por cuatro como
ocurría en Francia. Por eso éste avispado rey iba y venía según
soplara el viento, pero no tuvo suerte.
Pues
esta otra anécdota no tiene desperdicio. Lean y verán... Hubo una
vez un rey, (Gustavo III) en ese país tan extraordinario, pionero
del bienestar social que fue Suecia, que estaba convencido que el
café era venenoso. Éste monarca de finales del siglo XVIII, obligó
a tomarlo todos los días a un criminal, mientras otro reo bebía
solo té. Supervisaba todo el proceso una comisión de médicos para
valorar los resultados. Pero nunca hubo un experimento más
desastroso que éste, pues vean que cúmulo de despropósitos se
dio: Primero murieron los miembros de la comisión, después el rey
fue asesinado en un atentado mortal, a continuación estiró la pata
el reo del té a los 83 años, y ya por último murió el pobre de
café, y bien a gusto, imagino..., ignoro si le fueron dando también
galletitas. Está claro que los suecos han despabilado desde entonces
para acá, ahora le salen mejor los experimentos, no hay más que ver
el invento ese del Ikea.
Así
que, si hacemos caso a esto el café es muy saludable. Yo espero
seguir los pasos del preso obligado a tomar café a diario y
sobrevivir, por tanto, a allegados y conocidos, no en vano me embucho
de cuatro a cinco cafés diarios.
Dicho
queda...
cosasdejoaquinyerga@blogspot.com
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