jueves, 6 de diciembre de 2018

Lágrimas negras...





Venid, tristezas de pupila turbia,
venid, mis enlutadas,
las que viajáis por la infinita sombra,
donde está todo
lo que se ama.
Vosotras no engañáis; venid tristezas.
¡Oh mis criaturas blancas,
abandonadas por la madre impía
tan embustera,
de la esperanza!.
Venid y habladme de las cosas idas,
de las tumbas que callan,
de los muertos buenos y de ingratos vivos...
Voy con vosotras,
vamos a casa..
(M. Gutierrez)


Decía una sabia cita: “Las lágrimas que hayas hecho derramar durante tu vida manarán de menos a la hora de tu muerte” Es posible que nos lloren poco cuando nos vayamos al “otro barrio” pero, ¿A quién le importa una vez muerto cuánta gente vaya a nuestro entierro?..  

Sí, créanselo, aún perdura en nuestro subconsciente la idea de que la muerte es poco menos que otra etapa más en la vida, sin darnos cuenta que es el final de ella. Muchos, todavía, se preocupan en exceso de lo que pensarán de ellos cuando ya no estén. Pero es inevitable no somos capaces de desligar la muerte de la vida. Incluso fantaseamos con que, una vez muerto, nos veremos a través del más allá invisible contemplando qué hacen, qué piensan, qué imagen tienen de nosotros la gente que hemos tratado en vida...
Quien no ha vertido lágrimas en la soledad no sabe cuáles son las lágrimas verdaderamente amargas” Nadie, en su sano juicio podrá contradecir o negar esta cita. Si hay una etapa o situación en nuestra vida especialmente dura y triste, ésa es la vejez unida a la soledad. 

Cualquier penuria de cualquier tipo, económica o de salud, es llevadera dentro de su gravedad si lo hacemos en compañía. Estar solo debe ser insufrible; no importarle a nadie tus cosas, tus historias, tu vida; no tener con quién compartir nada; saber que te mueres y nadie te echará de menos; que pasan los días y las noches y nadie entra a verte. Si, definitivamente, son las lágrimas más amargas; las lágrimas negras de nuestra condición humana...
Y es cada lágrima un poema de ternura infinita” Esto lo decía Bécquer; él sabia llorar, os lo aseguro; lo hizo y mucho, pero lo hacía, no con húmedas y escurridizas lágrimas de las que resbalan por las mejillas y empapan pañuelos, sino con poemas tristes y amargos que llegan al alma y provocan que muchos lloremos con él. Él supo de las penas de la vida, lo sufrió en sus carnes y en su corazón. Tal vez ése borbotón de palabras hechas poesía por su mano le salvó a él de la locura, y a nosotros del hastío...
¿Hasta dónde no llegará el arte? Hay incluso quien aprende a llorar con gracia” Recordemos ese oficio tan “sui generis” de antaño como era el de las plañideras. Ovidio, el autor de la frase, tuvo que conocer muchas, no en vano Roma estaba cuajada de ellas. En España las ha habido hasta hace bien poquito. Creo que la Iglesia las prohibió en los entierros hace un par de siglos, pero volvió permitirlas puesto que algunas mujeres necesitadas se ganaban un dinero extra llorando a lágrima viva en velatorios ajenos. Qué buen oficio sería ahora; seguro que incluso lo subvencionarían los servicios sociales..
Manad dentro, lágrimas serenas” Apuesto que hoy en día no sería muy recomendable seguir éste consejo de Eduardo Marquina. No, porque lágrimas que no salen anegan el alma. Llorar no solo es saludable, es aconsejable. Llora el henchido de dolor en su amargura; llora el anciano solitario en su insufrible soledad; llora, turbada de pasión, la enamorada; y llora de irrefrenable emoción el lector sensible ante unos versos tristes de su poeta preferido.
Cierto es que abusamos de las citas literarias más impactantes como las que acabo de exponer y otras parecidas. Por doquier estamos expuestos a su exhibición en redes sociales o en medios escritos, cualquier ocasión es válida para recurrir a ellas. Pero, sepan que a fuerza de propasarnos las estamos degradando. Dejemos, pues, estas maravillosas frases con mensajes dichas por los más sabios que en el mundo han sido para ocasiones estrictamente recurrentes e imprescindibles, sino corremos el riesgo de hastiarnos de ellas. No obstante antes de que eso suceda me he permitido el lujazo de tirar de algunas; por si acaso...

Joaquin Yerga


                                                                           



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