Sí, este rey hemos tenido...
¿Mi
secreto? ¡Es tan triste! Estoy perdido
de
amores por un ser desparecido,
por
un alma liberta,
que
diez años fue mía, y que se ha ido...
¿Mi
secreto?. Te lo diré al oído.
¡Estoy
enamorado de una muerta!
¿Comprendes
-tú que buscas los visibles
transportes,
las reales, las tangibles
caricias
de la hembra, que se plasma
a
todos tus deseos invencibles-
ese
imposible de los imposibles
de
adorar a un fantasma?
(Amado
Nervo)
Les
voy a contar una historia muy nuestra pero, apuesto lo que sea que
muy pocos conocen. No hace tanto tiempo que sucedió, apenas 125
años; los tatarabuelos de los que hoy rondamos mediana edad la
vivieron. Otra cosa es que según estaba el patio entonces quizás
muchos ni se enteraran.
A
mediados del siglo XIX, Madrid y España en general era un hervidero
de golpes de estado, alzamientos militares, revoluciones,
manifestaciones y un largo etcétera de inquietudes políticas.
Andaban entonces gobernando, o intrigando y “jodiendo la marrana”,
con perdón, tipos tan conocidos como: el general Serrano (liberal y
antiguo amante de la reina Isabel II), O´Donnell, (general y
político liberal) Narváez (general y político conservador) Prim
(general y político de izquierdas) o los simples políticos Sagasta
o Bravo Murillo, por nombrar solo algunos. Por cierto, todos estos
tienen dedicadas grandes calles y avenidas en la capital.
En
1868 estaba a su fin el reinado de Isabel II, derrocada y exiliada en
Francia como consecuencia de la revolución llamada, “La Gloriosa”
¿Y Saben quien conspiró con más ardor para destituirla? Pues nada
menos que el duque de Montpensier, su cuñado y marido de su hermana
María Luisa (si,la de ése parque tan bonito de Sevilla, porque allí
vivían ellos, con permiso de Isabel, después de ser expulsados de
Francia). Reunidos, pues, las fuerzas vivas de la nación (diputados)
decidieron por mayoría buscar otro rey, pero con la condición de
que no fuera un Borbón... ¡Estaban hasta el gorro de ésta
dinastía!...
El
general Prim, un político como dios manda y catalán de los de
entonces, se fue a recorrer Europa en busca de un rey que contentara
a todos, excepto a los republicanos, ¡claro!, que ya los había.
Después de mucho buscar encontraron a uno que se prestó a ello, un
tal Amadeo de Saboya, de la casa real italiana. Le convencieron
prometiéndole un reinado lago y pacifico en un país que le
recibiría con los brazos abiertos... ¡Qué poco sabia el pobre lo
que le esperaba!..
Embarcó
en Génova y llegó a Madrid, después de atracar el barco que lo
traía en Valencia, con tan mala suerte que, su mentor, el general
Prim, el tío que más se había preocupado de traerlo y convencerlo,
había sido asesinado el día anterior en una calle de Madrid. Solo
pudo asistir a su velatorio y entierro, ¡Mal empezaba la cosa!...
Pero el hombre hizo de tripas corazón, juró su cargo a pesar de lo
mal que estaba el ambiente político de enrarecido, y se dispuso a
reinar con buena voluntad.
Amadeo,
un hombre joven y con espíritu liberal, dejó a su mujer en Italia
hasta comprobar cómo estaba el patio. Pero, él solo, aquí en Madrid
y con 26 añitos, no iba a tardar mucho en ser seducido por alguna
lagarta ¿Y se imaginan quién empezó el cortejo? Pues nada menos
que Adela, una de las hijas de Larra, el famoso escritor. Estaba
considerada entonces lo que ahora llamaríamos una sex simbol, y el
nuevo rey cayó en sus garras. Cuentan cómo se los veían a los dos
acaramelados y de tapadillo por algunas de las fiestas que potentados
organizaban en los palacetes del paseo del Prado. El pueblo de Madrid
comprendía, encantado, estos trapicheos de faldas del nuevo rey; no
hay que olvidar que esto era nuevo, los borbones lo hacían igual
pero con soberbia, y no se enteraba nadie.
Al
cabo de unos meses se trajo a su joven esposa y se le acabó la
juerga amorosa. María Victoria, que así se llamaba la susodicha,
era una muchacha muy preparada; había estudiado varios idiomas y un
par de carreras, y poco tardó en levantar la envidia de las
cortesanas y de la rancia aristocracia madrileña. Como se dispuso
hacer lo posible para mejorar la vida de muchos españoles
necesitados, enseguida empezaron a verla mal y a no considerarla una
de las suyas; ésta gente solo quería ágapes, fiestas y protocolos.
Pero
las disputas políticas iban en aumento. Fue una época de cambios y
revoluciones en Europa, y España no se iba a librar. Al rey lo
ninguneaban, los políticos apenas le hacían caso, los militares se
sublevaban, incluso llegó a sufrir un atentado en la calle Arenal.
Un día, volviendo del Retiro con su mujer, le dispararon una ráfaga
de disparos desde algún balcón de ésa hermosa calle y muchos
impactaron en el coche donde iban los. La policía abatió a dos
terroristas y el resto fue detenido, pero a punto estuvieron de ser
asesinados. No obstante, el rey demostró una sangre fría a prueba
de bombas; al día siguiente se fue andando al lugar del atentado
consoló a algunas victimas y paseó por la Puerta del Sol . Sin
duda fue un gran tipo, el rey que necesitaban los españoles pero...
Después
de tres años de duro batallar contra las circunstancias españolas,
no pudo seguir, le fue casi imposible, tuvo que abdicar. Y, mira si
somos desagradecidos que se fueron casi solos, abandonados; él, rey
de España, su mujer, la reina, y su niño (en estos años habían
tenido un bebé). En la estación de Atocha al coger el tren que los
llevaban de vuelta a Italia, vía Lisboa, solo tres personas se
presentaron a despedirlos... Eso lo dice todo..
La
prensa europea fue unánime en elogiar la honesta actitud de Amadeo
de Saboya y la abyecta de los políticos españoles. Al llegar a
Lisboa se encontró con un telegrama del alcalde de Nápoles que
decía : “Señor, creísteis reinar en un pueblo y os encontrasteis
con una plebe que no merece la libertad, y sí sólo el látigo del
“derecho divino” o el de la demagogia”. No quiero hacer
comparaciones pero echen un vistazo a lo que tenemos ahora...
Dicho
queda...
cosasdejoaquinyerga@blogspot.com
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