Dime por favor donde no estás
en qué lugar puedo no ser tu ausencia
dónde puedo vivir sin recordarte,
y dónde recordar, sin que me duela.
--Borges--
Los ojos cansados de Manuel miraban con pena infinita cómo introducían en sendos féretros los cuerpos sin vida de su madre y de su hermano, Antonio. Muchas cosas pasaron en esos momentos por su mente; recuerdos de su infancia ya casi olvidados renacieron en su corazón y le hicieron, una vez más, llorar amargamente..
Extenuado por el largo viaje desde Madrid a Colliure, ese pueblo francés en los confines ya del Mediterráneo, apenas le quedaban fuerzas para esparcir unas flores silvestres sobre los destartalados ataúdes de pino galo. Una vez sepultados bajo la tierra húmeda del otoño, y desierto ya el triste cementerio, rezó un último "Padre Nuestro" por sus almas, y regresó a Madrid...
Si, ya sé que el conocido, el deseado, el especial, el bueno, incluso, el mejor, fue su hermano pequeño Antonio, pero, ¡qué duda cabe!, también él hizo muy buenas poesías.
Manuel Machado, el hermano olvidado, al igual que el resto de sus hermanos, nació en un patio donde florecía el limonero, es decir en el Palacio de Dueñas, de Sevilla. Si, ése que pertenece a los adinerados Duques de Alba y que es ahora su residencia oficial en la capital andaluza Pero no crean que él tenía nada que ver con esa casa nobiliaria tan esplendorosa ¡Qué va! Es que en aquellos tiempos (final del siglo XIX) los duques arrendaban estancias de su palacete a gente común...
Con tan solo cinco años se traslada con toda la familia a Madrid y con el tiempo conoce y se codea con Amado Nervo, Juan Ramón Jiménez o Rubén Darío, incluso colabora con algunas revistas y periódicos de la capital.
Con veintipocos años se va a París y ejerce de traductor de francés; idioma que conoce muy bien. Allí en la capital francesa se tira la vida padre cortejando a jovencitas y no tan jovencitas galas; es decir, pendonea todo lo que puede y más hasta el punto de coger una bien merecida fama de mujeriego.
Pero a pesar de los frecuentes y bien aprovechados viajes a París o Barcelona y de su estancia en Madrid, él no pierde contacto con su tierra andaluza en general y con Sevilla en particular. Se casa, aquí en Sevilla, con una andaluza, Eulalia Caceres, a los 36 años, y deja atrás, definitivamente, su antaño libertina vida.
Como en casi todas las familias españolas en aquella penosa etapa de preguerra civil, también la política separó a los dos hermanos Machado, a pesar de haber sido inseparables de por vida y de tenerse un cariño infinito.
Antonio se vinculó muy pronto con la República y los partidos de izquierdas, hasta el punto de morir en el exilio. Manuel, si bien llegó a ser simpatizante comunista, después de ver lo que acontecía en Europa en aquellos primeros años treinta, acabó defraudado y abrazó el golpe de estado de Franco.
Al enterarse de la muerte de su hermano Antonio, y de su madre un día después, en el exilio, viajó Francia, desconsolado, a darle un último adiós a ambos. Murió de Madrid a los 74 años. Está enterrado en el cementerio de la Almudena.
Escribió algunas obras de teatro, como “La Lola se va a los puertos” o “La Duquesa de Benamejí” y sobre todo poesía y aunque no es muy extensa rezuma toda ella un genuino sabor andaluz.
Ahí va una pequeña muestra...
Esta es mi cara y ésta es mi alma: leed.
Unos ojos de hastío y una boca de sed...
Lo demás, nada... Vida... Cosas... Lo que se sabe...
Calaveradas, amoríos... Nada grave,
Un poco de locura, un algo de poesía,
una gota del vino de la melancolía…
¿Vicios? Todos. Ninguno... Jugador, no lo he sido;
ni gozo lo ganado, ni siento lo perdido.
Bebo, por no negar mi tierra de Sevilla,
media docena de cañas de manzanilla.
Las mujeres... -sin ser un tenorio, ¡eso no!-,
tengo una que me quiere y otra a quien quiero yo.
Me acuso de no amar sino muy vagamente
una porción de cosas que encantan a la gente...
La agilidad, el tino, la gracia, la destreza,
más que la voluntad, la fuerza, la grandeza...
Mi elegancia es buscada, rebuscada. Prefiero,
a olor helénico y puro, lo "chic" y lo torero.
Un destello de sol y una risa oportuna
amo más que las languideces de la luna
Medio gitano y medio parisién -dice el vulgo-,
Con Montmartre y con la Macarena comulgo...
Y antes que un tal poeta, mi deseo primero
hubiera sido ser un buen banderillero.
Es tarde... Voy de prisa por la vida. Y mi risa
es alegre, aunque no niego que llevo prisa.
Joaquín
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