Me dejaste tirado
en la estacada de tus besos.
Me quedé con las ganas de saber
de tus sueños más profundos.
En vano aguardé las caricias
de amor que un día prometiste.
Te fuiste y te llevaste contigo la luz
de mis ojos. Con ella lustraba
los colores de mi universo.
Con tu ausencia perdí el pretexto
del que me servía para burlar
la angustia de mis madrugadas..
--Joaquín--
Hace ya un tiempo, en un lugar determinado del Mediterráneo vivían unos tipos a los que les dio por pensar cosas raras. Sí, pensaban, por ejemplo, qué habría más allá de las estrellas, del Sol, de la Luna, o qué sentido tenían sus vidas ¡ya ven!..
Ya imagino yo a algunos de ellos, sobre todo los más inquietos y curiosos, tumbados sobre alguna colina o ladera de cualquier montaña de la zona contemplando el firmamento tan limpio de polución entonces y haciéndose mil preguntas, y casi todas sin respuestas convincentes, como es lógico..
Entre esos tipos curiosos pioneros del saber estaban: Hesiodo (considerado el padre de la literatura griega) Tales (el primer filósofo conocido), la poetisa Safo de Lesbos, dueña de una especie de academia en la que educaba a la hijas de familias adineradas, y de las que acababa enamorándose, o Pitagóras, el genio de las matemáticas.
Y un poco más tarde Platón o Aristóteles. Todos estos tíos pusieron la primera piedra del conocimiento. Luego otros individuos y otras civilizaciones han seguido su estela hasta llegar a lo que somos ahora, mucho más sabios, supongo...
Algunos habrá, no obstante, que duden si ha merecido la pena haber llegado tan lejos en esto del progreso; no lo ven claro. Yo apuesto que sí porque, si bien es verdad que hemos alterado la sostenibilidad de la naturaleza con nuestros excesos, no es menos cierto que hemos mejorado el bienestar de la gente.
Pero incluso en aquellos lejanos años y en aquella tierra tan ávida de avances y progresos, hubo algunos que preferían no correr tanto en estos menesteres desarrollistas y abogaron firmemente por mantener el estatus natural y vida sencilla que había permanecido hasta entonces en el espíritu de la gente. El poeta Horacio fue uno de ellos.. Esto le contaba a la bella Leucónoe.
No preguntes, Leucónoe, para cuándo
fiaron los dioses tu muerte o la mía,
ni atiendas a las cábalas de Oriente:
sacrilegio es saber, mejor es aceptar lo que viniere.
Sé sabia: filtra el vino,
y ataja una larga esperanza, porque duramos poco.
Mientras hablamos,
huye el tiempo celoso.
Goza el instante, no te fíes del mañana.
En fin; ustedes
deciden.
Joaquín Yerga
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