La bella y la bestia
La
belleza no mira, sólo es mirada
(Einstein)
Estos
son los hechos y éste el lugar:
Corría
el año 79 y era ya finales de verano. Jesucristo hacía ya más de
cuarenta años que había muerto crucificado en la cruz por los
romanos, allá en Jerusalén. Gobernaba entonces el Imperio, con mano
de hierro, el bueno de Vespasiano, el que mandó construir el Coliseo
de Roma.
Desde
hacía unas semanas los habitantes de la ciudad de Pompeya, una bella
y próspera ciudad a unos 230 kilómetros al sur de Roma, venían
observando sin excesiva preocupación una enorme fumarola de polvo,
cenizas y humo negro que salía del volcán Vesubio (bestia) buscando
los confines del cielo, pero no le dieron mayor importancia, ya otras
veces había sucedido. Pero lo que no se imaginaban, siquiera, que esta vez
era diferente.... De repente esa calurosa mañana del 24 de agosto
una espantosa explosión retumbó en la montaña destruyendo y
sepultando por completo todo lo que había a su alrededor, incluyendo
por supuesto a la ciudad, que desapareció literalmente del mapa.
Exactamente
1937 años después de aquello pasaba yo por allí, y ...
Navegábamos
rumbo al sur bordeando la costa suroeste italiana (Mar Tirreno) aquél
tórrido verano. Una vez pasada de largo Roma y su comarca, “el
Lacio”, entramos de lleno en la espectacular región de la
“Campania”. Desde la popa del barco y oteando, extasiado, el
encanto del cercano litoral, salpicado aquí y allá de hermosas
ciudades que embellecen el horizonte; de pronto se nos
aparece a lo lejos la brumosa silueta de Nápoles, plácidamente
extendida en el centro de su bahía; pocas hay en el mundo tan
bonitas, doy fe de ello.
Nápoles
para el que no lo sepa tiene a sus espaldas una historia apabullante,
a veces grandiosa a veces desconcertante. La fundaron unos cuantos
griegos que huyendo de la masificación demográfica de su país
buscaban nuevas tierras donde asentarse. Y no cabe duda que aquí la
encontraron, y muy buena por cierto. La llamaron Neápolis (nueva
ciudad) y junto con otras de los alrededores se les conocía en la
antigüedad como “La Magna Grecia”, el titulo lo dice todo. De
cultura griega durante siglos, aquí nacieron o residieron grandes
filósofos, matemáticos y sabios de la antigüedad.
La bahía que circunda Nápoles, como dije
antes, es maravillosa por sus vistas. A lo largo de sus verdes y
escarpadas costas se asientan un número infinito de poblaciones a
cual más espectacular y que hoy en día hacen las delicias de
turistas y viajeros. Positano, Sorrento, Amalfi o Ravello, por decir
algunas de sus más famosas, aunque sin duda, la más elitista y
conocida es la isla de Capri, a poco más de una hora en barco de
Nápoles y destino turístico imprescindible para viajeros exquisitos
y adinerados.
Justo
al sur de la gran capital de la Campania y a pocos kilómetros de
ella está la renacida, Pompeya, la ciudad junto a su hermana ( por
cercanía) Heculano, que destruyó el volcán Vesubio el año 79. Es
cierto que ahora todo está masificado de turistas y aconsejo no
visitarla en el estío, como yo hice, si no quieren apreturas, pero
no dejen de hacerlo porque tendrán ante sus asombrados ojos la
ciudad romana mejor conservada, es más, yo diría que casi intacta
de aquellos históricos tiempos.
Pompeya
era una de las ciudades más prósperas del Imperio Romano. Se calcula
que rondaría los treinta mil habitantes, y disfrutaba como otras de
la zona del bienestar y seguridad de los primeros años del Imperio,
de la llamada “Pax Romana” que impuso el emperador Augusto, y que
fue la mejor época de Roma. Visitando sus bien delineadas calles y
bellas plazas nos damos cuenta del buen vivir del que disfrutaban los
pompeyanos. Entrando en algunas casas, muy bien conservadas, nos
damos cuenta que apenas nada tenía que envidiar a las nuestras
actuales.
Pompeya
le debía su riqueza a la fértil tierra donde está asentada. El
puerto, hoy y debido a las corrientes de lava del volcán que lo han
taponado, está tierra adentro e inservible, pero sus restos nos dan
una idea de la importancia que tuvo en su época.
El
Vesubio ha entrado en erupción muchas veces. Se tiene constancia que
ya desde el año 6.000 a.c. está lanzando humo al espacio y lava al
valle. La explosión del año 79 fue, sin duda, de las más
aparatosas y pilló a sus habitantes desprevenidos. Algunos lograron
huir pero otros quedaron inertes bajo la gran capa de cenizas que los
envolvió y sepultó. Luego han habido otras erupciones como la del
año 1631 que fue especialmente mortal; la última data de 1944. Pero
a pesar de su peligrosidad y antecedentes más de una treintena de
ciudades circundan el terrible volcán y un millón de personas viven
en sus alrededores sin miedo a sus consecuencias.
De
Pompeya nada más se supo después del zambombazo del año 79, hasta
que mil quinientos años después haciendo un canal de riego empezó
a dar señales. Llevan siglos escavando y sacando a la luz la
hermosura que fue la ciudad pero aún queda mucho por descubrir. Por
cierto, cuando reventó la montaña estaban en elecciones, muchas
pinturas en las paredes así lo atestiguan.
Dicho
queda…
Joaquín
Yerga
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