jueves, 17 de mayo de 2018

La bella y la bestia





La belleza no mira, sólo es mirada
(Einstein)

Estos son los hechos y éste el lugar:
Corría el año 79 y era ya finales de verano. Jesucristo hacía ya más de cuarenta años que había muerto crucificado en la cruz por los romanos, allá en Jerusalén. Gobernaba entonces el Imperio, con mano de hierro, el bueno de Vespasiano, el que mandó construir el Coliseo de Roma.
Desde hacía unas semanas los habitantes de la ciudad de Pompeya, una bella y próspera ciudad a unos 230 kilómetros al sur de Roma, venían observando sin excesiva preocupación una enorme fumarola de polvo, cenizas y humo negro que salía del volcán Vesubio (bestia) buscando los confines del cielo, pero no le dieron mayor importancia, ya otras veces había sucedido. Pero lo que no se imaginaban, siquiera, que esta vez era diferente.... De repente esa calurosa mañana del 24 de agosto una espantosa explosión retumbó en la montaña destruyendo y sepultando por completo todo lo que había a su alrededor, incluyendo por supuesto a la ciudad, que desapareció literalmente del mapa.
Exactamente 1937 años después de aquello pasaba yo por allí, y ...
Navegábamos rumbo al sur bordeando la costa suroeste italiana (Mar Tirreno) aquél tórrido verano. Una vez pasada de largo Roma y su comarca, “el Lacio”, entramos de lleno en la espectacular región de la “Campania”. Desde la popa del barco y oteando, extasiado, el encanto del cercano litoral, salpicado aquí y allá de hermosas ciudades que embellecen el horizonte; de pronto se nos aparece a lo lejos la brumosa silueta de Nápoles, plácidamente extendida en el centro de su bahía; pocas hay en el mundo tan bonitas, doy fe de ello.
Nápoles para el que no lo sepa tiene a sus espaldas una historia apabullante, a veces grandiosa a veces desconcertante. La fundaron unos cuantos griegos que huyendo de la masificación demográfica de su país buscaban nuevas tierras donde asentarse. Y no cabe duda que aquí la encontraron, y muy buena por cierto. La llamaron Neápolis (nueva ciudad) y junto con otras de los alrededores se les conocía en la antigüedad como “La Magna Grecia”, el titulo lo dice todo. De cultura griega durante siglos, aquí nacieron o residieron grandes filósofos, matemáticos y sabios de la antigüedad.
La bahía que circunda Nápoles, como dije antes, es maravillosa por sus vistas. A lo largo de sus verdes y escarpadas costas se asientan un número infinito de poblaciones a cual más espectacular y que hoy en día hacen las delicias de turistas y viajeros. Positano, Sorrento, Amalfi o Ravello, por decir algunas de sus más famosas, aunque sin duda, la más elitista y conocida es la isla de Capri, a poco más de una hora en barco de Nápoles y destino turístico imprescindible para viajeros exquisitos y adinerados.
Justo al sur de la gran capital de la Campania y a pocos kilómetros de ella está la renacida, Pompeya, la ciudad junto a su hermana ( por cercanía) Heculano, que destruyó el volcán Vesubio el año 79. Es cierto que ahora todo está masificado de turistas y aconsejo no visitarla en el estío, como yo hice, si no quieren apreturas, pero no dejen de hacerlo porque tendrán ante sus asombrados ojos la ciudad romana mejor conservada, es más, yo diría que casi intacta de aquellos históricos tiempos.
Pompeya era una de las ciudades más prósperas del Imperio Romano. Se calcula que rondaría los treinta mil habitantes, y disfrutaba como otras de la zona del bienestar y seguridad de los primeros años del Imperio, de la llamada “Pax Romana” que impuso el emperador Augusto, y que fue la mejor época de Roma. Visitando sus bien delineadas calles y bellas plazas nos damos cuenta del buen vivir del que disfrutaban los pompeyanos. Entrando en algunas casas, muy bien conservadas, nos damos cuenta que apenas nada tenía que envidiar a las nuestras actuales.
Pompeya le debía su riqueza a la fértil tierra donde está asentada. El puerto, hoy y debido a las corrientes de lava del volcán que lo han taponado, está tierra adentro e inservible, pero sus restos nos dan una idea de la importancia que tuvo en su época.
El Vesubio ha entrado en erupción muchas veces. Se tiene constancia que ya desde el año 6.000 a.c. está lanzando humo al espacio y lava al valle. La explosión del año 79 fue, sin duda, de las más aparatosas y pilló a sus habitantes desprevenidos. Algunos lograron huir pero otros quedaron inertes bajo la gran capa de cenizas que los envolvió y sepultó. Luego han habido otras erupciones como la del año 1631 que fue especialmente mortal; la última data de 1944. Pero a pesar de su peligrosidad y antecedentes más de una treintena de ciudades circundan el terrible volcán y un millón de personas viven en sus alrededores sin miedo a sus consecuencias.
De Pompeya nada más se supo después del zambombazo del año 79, hasta que mil quinientos años después haciendo un canal de riego empezó a dar señales. Llevan siglos escavando y sacando a la luz la hermosura que fue la ciudad pero aún queda mucho por descubrir. Por cierto, cuando reventó la montaña estaban en elecciones, muchas pinturas en las paredes así lo atestiguan.
Dicho queda…

                                                                    Joaquín Yerga

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