Réquiem por José María Íñigo
Ninguna
distancia será capaz de separar nuestros sentimientos.
Hay
una conocida frase, no muy rigurosa ni filosófica, por cierto, pero muy común en
el acervo del pueblo llano. Es fácil verla en azulejos de algunos
bares y restaurantes de las zonas típicas de las ciudades. Dice así:
“Hoy es un día maravilloso, veras como viene alguien y lo jode”
Hoy
prometía ser un día estupendo, un día soleado de esta primavera
como las de antes, fresca, lluviosa y muy apetecible, pero al igual
que el desasosiego y temor que desprende la mencionada frase, ha
llegado la fatalidad y nos ha jodido, no solo el día, sino una parte
entrañable de nuestras vidas; ésa fatalidad llegó en forma de
noticia, muy triste por cierto, la muerte de José María Íñigo.
Apuesto
lo que sea que pocos españoles desconocen a éste bilbaino, (aunque
madrileño de adopción y muy español) gruñón, un poco
cascarrabias y simpático que tantas horas de entretenimiento nos ha
dado a lo largo de su carrera. A los que ya atesoramos más de cinco
décadas de vida, José María Íñigo forma parte de ellas, pues
eramos muy jóvenes cuando él era ya todo un personaje televisivo.
Acuérdense de ese mítico programa “Estudio Abierto” o de aquel
otro, como “Directisimo” y la cantidad de famosos del mundo
entero que se expusieron a sus mordaces preguntas ¿Quién no
recuerda la noche aquella en la que España entera se afanaba por
doblar cucharas y parar relojes mientras seguían las instrucciones
de aquel farsante de Uri Geller? ¿Y de las inolvidables
retransmisiones anuales del Festival de Eurovision? Aunque ya años
antes había participado en muchos y exitosos programas de una
televisión que, todavía en pañales, pero que ya empezaba a dar sus
primeros pasos.
A
Íñigo la tele no le trato muy bien, precisamente. Después, una vez
pasada la moda y su momento se olvidó de él, a pesar de lo mucho
que hizo, junto a otros cuantos como Lazaróv o Chicho Ibáñez
Serrador para hacerla grande y merecedora de la atención de grandes
masas de espectadores. Pero él supo nadar a contracorriente, y
recuperó su fama y prestigio, bien merecidas, sin duda. Pocos como
él pueden presumir de haber estado más de cincuenta años en el
candelero de la fama y de la más absoluta consideración
En
lo poco o mucho que pude entrever de su personalidad y carácter,
siempre me pareció un tipo decente, franco y valiente que nunca se
amedrentó ante las insolencias y descaro de los cientos de personajillos
y mindundis que a menudo pasaban, sin pena ni gloria, por sus muchos
programas y colaboraciones.
Últimamente
lo escuchaba en un programa matinal de Radio Nacional que
emiten los fines de semana, y fue ahí precisamente donde descubrí a
ese Íñigo estoico y valiente del que hablaba. Con él se fue y para
siempre un autentico archivo humano de la Televisión española. No
había personajes importantes a escala mundial que él no hubiera
entrevistado, lo sabia todo.
Hoy
para muchos es un día triste porque se nos ha ido una persona
esencial de nuestros recuerdos televisivos, unos recuerdos que son y
serán siempre parte eterna e inmortal de nuestras vidas.
Yo
lo apreciaba especialmente por su franqueza, su carácter indolente y
porque sé que con él se nos va, también, una etapa entrañable de
nuestra pasada historia que nunca volverá.
--Podría
pedirte, Íñigo, que nos vayas preparando un programa de
entrevistas, "en el más allá", con personajes extraordinarios del pasado que
seguro andarán por ahí, para nuestro regocijo en la hora final,
pero no busco una lágrima fácil, solo desearte: Descansa en paz,
Íñigo, nosotros, mientras tanto, intentaremos sobrellevar tu ausencia--
Joaquin Yerga
05/05/2018
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