sábado, 5 de mayo de 2018

Réquiem por José María Íñigo





Ninguna distancia será capaz de separar nuestros sentimientos.


Hay una conocida frase, no muy rigurosa ni filosófica, por cierto, pero muy común en el acervo del pueblo llano. Es fácil verla en azulejos de algunos bares y restaurantes de las zonas típicas de las ciudades. Dice así: “Hoy es un día maravilloso, veras como viene alguien y lo jode”
Hoy prometía ser un día estupendo, un día soleado de esta primavera como las de antes, fresca, lluviosa y muy apetecible, pero al igual que el desasosiego y temor que desprende la mencionada frase, ha llegado la fatalidad y nos ha jodido, no solo el día, sino una parte entrañable de nuestras vidas; ésa fatalidad llegó en forma de noticia, muy triste por cierto, la muerte de José María Íñigo.
Apuesto lo que sea que pocos españoles desconocen a éste bilbaino, (aunque madrileño de adopción y muy español) gruñón, un poco cascarrabias y simpático que tantas horas de entretenimiento nos ha dado a lo largo de su carrera. A los que ya atesoramos más de cinco décadas de vida, José María Íñigo forma parte de ellas, pues eramos muy jóvenes cuando él era ya todo un personaje televisivo. Acuérdense de ese mítico programa “Estudio Abierto” o de aquel otro, como “Directisimo” y la cantidad de famosos del mundo entero que se expusieron a sus mordaces preguntas ¿Quién no recuerda la noche aquella en la que España entera se afanaba por doblar cucharas y parar relojes mientras seguían las instrucciones de aquel farsante de Uri Geller? ¿Y de las inolvidables retransmisiones anuales del Festival de Eurovision? Aunque ya años antes había participado en muchos y exitosos programas de una televisión que, todavía en pañales, pero que ya empezaba a dar sus primeros pasos.
A Íñigo la tele no le trato muy bien, precisamente. Después, una vez pasada la moda y su momento se olvidó de él, a pesar de lo mucho que hizo, junto a otros cuantos como Lazaróv o Chicho Ibáñez Serrador para hacerla grande y merecedora de la atención de grandes masas de espectadores. Pero él supo nadar a contracorriente, y recuperó su fama y prestigio, bien merecidas, sin duda. Pocos como él pueden presumir de haber estado más de cincuenta años en el candelero de la fama y de la más absoluta consideración
En lo poco o mucho que pude entrever de su personalidad y carácter, siempre me pareció un tipo decente, franco y valiente que nunca se amedrentó ante las insolencias y descaro de los cientos de personajillos y mindundis que a menudo pasaban, sin pena ni gloria, por sus muchos programas y colaboraciones.
Últimamente lo escuchaba en un programa matinal de Radio Nacional que emiten los fines de semana, y fue ahí precisamente donde descubrí a ese Íñigo estoico y valiente del que hablaba. Con él se fue y para siempre un autentico archivo humano de la Televisión española. No había personajes importantes a escala mundial que él no hubiera entrevistado, lo sabia todo.
Hoy para muchos es un día triste porque se nos ha ido una persona esencial de nuestros recuerdos televisivos, unos recuerdos que son y serán siempre parte eterna e inmortal de nuestras vidas.
Yo lo apreciaba especialmente por su franqueza, su carácter indolente y porque sé que con él se nos va, también, una etapa entrañable de nuestra pasada historia que nunca volverá.
--Podría pedirte, Íñigo, que nos vayas preparando un programa de entrevistas, "en el más allá", con personajes extraordinarios del pasado que seguro andarán por ahí, para nuestro regocijo en la hora final, pero no busco una lágrima fácil, solo desearte: Descansa en paz, Íñigo, nosotros, mientras tanto, intentaremos sobrellevar tu ausencia--


                                           Joaquin Yerga
                                           05/05/2018

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