viernes, 25 de mayo de 2018

El casoplín de Luis Bárcenas






Hay suficiente en el mundo para cubrir las necesidades de todos los hombres, pero no para satisfacer su codicia.
Gandhi


Treinta y tres años y cuatro meses de cárcel, media vida, como decía Julio Iglesias en aquella añorada canción, estos son los años que le han caído a Luis Bárcenas, ex-tesorero del PP y posiblemente el tipo más odiado durante una larga temporada en España. Junto a él también han sido condenada su mujer y unos cuantos más, sobre todo el cabecilla de la llamada, trama “Gurtel”. No sé si son muchos o pocos, no soy quién para valorar la sentencia ni tengo datos para hacerlo, pero sí me atrevo a juzgar que son un montón de años para la corta vida de una persona.
Tal vez y como ocurre con todos los casos procesales, puesto que los partidos políticos se niegan a establecer la cadena perpetua revisable, una vez cumplido un tercio de la condena y si se porta bien en chirona empiece con los permisos penitenciarios. Esto ocurrirá dentro de doce o quince años, es decir, tendrá “el menda” para entonces setenta y cinco u ochenta años, muchos en cualquier caso. Ignoro si la condena incluye la devolución total del importe sustraído y su correspondiente multa, aunque sospecho que sí, en la medida que la justicia y el Ministerio de Hacienda tenga medios para hacerlo.
No me negarán que el país está extremadamente sensibilizado por todos los casos de choriceo que han surgido en estos últimos años, pero conste que viene de atrás, de aquellos años de vino y rosas en donde la expansión económica e inmobiliaria se salió de madre y muchos aprovechados metieron la mano en el cazo creyendo que nunca los pillarían. Y quizás por eso y por el endurecimiento de las penas para éstos casos, tengamos ahora una gran desproporción de castigo entre los delitos económicos y los de sangre. Para que se hagan una idea, a José Bretón el padre que asesinó a sus dos hijos y después los quemó para fastidiar a la madre, tiene una condena de treinta y cinco años.
Vaya por delante que a mí me parece tan justo que a un tipo le endosen tres décadas a la sombra por robarnos a todos sin darnos cuenta treinta millones de euros, como injusto que a otros por violar y asesinar chicas jóvenes le endilguen lo mismo, y muchas veces menos. O que anden sueltos por la calle delincuentes con cincuenta o setenta antecedentes penales a sus espaldas, y que dedican sus vidas a los robos y atracos. Porque puestos a valorar más daño hace el que nos roba la cartera, previo susto de la navaja al cuello, pues en muchos casos las victimas llegan a necesitar tratamiento psicológico para superar el trance, que estos mangantes de cuello blanco que a fuerza de comisiones ilegales y malversación de caudales públicos se han agenciado un botín nada despreciable, pero que a nosotros, los ciudadanos de a pie, apenas nos inquieta, sólo el monumental cabreo cuando nos enteramos por los telediarios.
De todas maneras ésta etapa de corrupción como la que hemos vivido teníamos que pasarla por narices, puesto que a nuestra joven democracia después de las muchas embestidas de todo tipo sufridas: como: golpes de estado, nacionalismos exacerbados, terrorismo de ETA, durísima crisis económica o fin del bipartidismo, le faltaba esta nueva herida y su posterior cicatriz para consolidarse. Y después de esto estaremos curados de espanto, incluso confiaremos en la honestidad de los próximos políticos de turno, porque... ¡¡A ver quién es el guapo que mete ahora la mano en la caja!!
En el mundo en general, sobre todo en los países más avanzados en democracia como son los nórdicos, la tendencia legislativa es a endurecer las leyes penales puesto que los tiempos han cambiado. A principios de los setenta se pensó en reblaldecerlas porque a los que delinquían había que darles una segunda oportunidad, y fueron efectivas. Ahora los tiempos son otros, y los delincuentes, tanto los de poca monta como los bien organizados, son profesionales interglobalizados (perdón por la palabreja) de la fechoría y estos no se redimen con permisos penitenciarios ni con segundas ni terceras oportunidades.
A mí, permítaseme ser optimista en cuanto a los ladrones de cuello blanco, irán a menos. Ya se cuidarán muy mucho de volver a las andadas después de ver desfilar camino del trullo a tipos peseteros y soberbios como éste Bárcenas. Otra cosa son los malhechores y criminales de faca en mano, estos, mucho me temo irán a más y nos harán más daño. Por cierto, paradojas de la vida, resulta que un joven universitario y agitador para más señas, ha tenido que medrar en política diciendo defender a los pobres y menesterosos para comprarse un casoplón a las afueras y sin embargo el que ya venía con él puesto (casoplón), por su perversa ambición desmedida nos vemos obligado a asignarle un "casoplín" de tres metros de largo por tres metros de ancho en la cárcel de Estremera; eso sí, con todo incluido. Y miren que curioso, ambos tienen una hipoteca a treinta años.
Dicho queda...
                                        Joaquin Yerga
                                        24/05/2018



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