“Puedes
engañar a todo el mundo algún tiempo. Puedes engañar a algunos todo el tiempo.
Pero no puedes engañar a todos todo el tiempo”.
Lincoln
“Quien a hierro mata a
hierro muere”, dice un duro pero certero refrán castellano. No sé si lo del
chalet se llevará por delante políticamente al bueno de Pablo Iglesias pero
apuesto que lo dejará mal herido.
Es verdad que otro refrán
nos dice: “Hombre refranero hombre puñetero”, castigando severamente a los que sobrepasamos
esa jerga, pero aun a riesgo de serlo, no
me resisto a recordar otro de nuestro mismo acervo cultural: “La confianza mató
al gato”. Y es esto lo que a la postre se va a llevar por delante la carrera política
de nuestro insigne Pablito, “El incorruptible”, inflexible inquisidor de
corruptos y martillo de herejes burgueses y capitalistas.
Sin duda, Pablo Iglesias
y otros políticos emergentes, venidos todos de complacientes facultades universitarias,
antaño rebeldes sin causas, pero con la suerte de tropezarse con una etapa de crisis
y corruptelas que les vino que ni a huevo para medrar en política, una vez
pisado el hall enmoquetado del poder e instalado ya en esa vorágine de la abundancia,
con sueldos astronómicos, de lameculos, aduladores, pelotas y otras prebendas,
han olvidado rápido las estrecheces de la gente y sus precarios medios de vida,
tal es así que les quieren hacer creer
que comprar un chalet de más de medio millón de euros está al alcance de todos.
Evidentemente todo
apunta a que el exceso de confianza ha embrutecido las entendederas de Pablo,
porque me consta que tonto no es. Un tipo con esa cuidada demagogia capaz de
llevarse al huerto a millones de españoles que aunque desesperados confiaron y apostaron
por sus trasnochadas ideas, no puede ser un memo.
Miro ahora con cierto
estupor cómo en España cundió el pánico pues a punto estuvimos, por culpa de
crisis y las corruptelas, de que estos tíos alcanzaran el poder y con sus políticas
filocomunistas venezolanas nos llevaran al garete de la indigencia. Menos mal que con esta cierta recuperación económica
y el empecinamiento de la justicia por enchironar a chorizos, todo se haya
quedado en lo que pudiéramos llamar, un mal sueño.
Pero no sólo estas
fallidas circunstancias descritas han hecho desinflar el globo de sus
expectativas, ellos mismos con sus incongruencias han hecho ver al resto de la
gente sus irresponsabilidades y falta de credibilidad para gobernar un país como
el nuestro. Aún no les ha hecho falta tocar poder y tienen ya repleta las alforjas
de porquerías.
¿Con qué autoridad puede
criticar Ramón Espinar, secretario general de Madrid, beneficiario de un pisito
en Alcobendas porque su padre era amigo personal del alcalde y luego lo vende (especular)
ganándose unos buenos dividendos? ¿Con qué contundencia puede explayarse Pablo
Echenique, secretario de organización de Podemos, cuando habla de precariedad
laboral cuando él tuvo durante mucho tiempo a una sirvienta sin declarar?
Y ahora lo de Pablo
Iglesias e Irene Montero, máximos dirigentes del partido, y su ocurrencia con
el casoplón de Galapagar. No hace falta que les diga la cantidad de bromas que
les han obsequiados los medios y las redes sociales, todos las hemos visto, sólo
recordarles lo pronto que sucumbimos al lujo y al poder, sin excepciones,
incluso los más inquisidores y (en apariencia) incorruptibles.
No obstante y tal y como
él dijo recientemente de Cristina Cifuentes, no debería dimitir por la hipocresía
de decir una cosa y hacer otra, al comprarse ése chalet en una de las mejores
zonas residenciales de Madrid, no; debería dimitir por intentar destruir el país
para conseguir sus fines; debería dimitir por aliarse con los independentistas
de cualquier color, incluso racistas, y darles alas con su apoyo, con tal de
sacar tajada política, y debería dimitir por engañar a sabiendas a tanta gente
que confiados en su entrenada verborrea y promesas del “todo gratis”, confiaron
y les votaron en la creencia de su rectitud y bonhomía, cuando estoy seguro de
que él mismo es consciente de que llegar a ponerse en práctica esas políticas
anunciadas supondría la ruina personal y nacional de los españoles.
Dicho queda…
Joaquín Yerga
19/05/2018
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