viernes, 11 de mayo de 2018

La ciudad más hermosa




       


          Desde la azotea de Triana se ve Sevilla,
larga, tendida, llana, abierta, malva toda y oro
como una mujer rubia, que sueña despierta
en su alma, que es su cuerpo. 
(J.R. Jiménez)


A nadie sorprendería si escribo alto y claro en esta página que gozamos de un país bien hermoso para visitar, porque es público y notorio. Y no solo eso, sino que tenemos ésa bicoca a tiro de piedra de todos porque, a cualquier lugar podemos desplazarnos en poco más de tres horas dependiendo del sitio donde vivamos, bien a través de una magnifica red de autovías, o bien con la Alta Velocidad ferroviaria. En cualquier caso, al final de alguna de ésas autovías si enfilamos rumbo al sur, nos espera con los brazos abiertos de su simpatía Sevilla; la ciudad que con solo decir su nombre nos evoca la más alta seducción.
Y es que hace tan solo unas semanas se difundió la noticia de que la capital andaluza había sido elegida como “La primera ciudad del mundo a visitar en este 2018” Y esto lo dice, nada menos, que la prestigiosa editorial de libros y guías de viajes “Lonely Planet” ¡Ahí es nada! Menudo puntazo para la ciudad, y no solo para ella, también para Andalucía y España entera…
¡Qué puedo decir de Sevilla que no sepamos todos!.. Yo por cercanía a mi pueblo presumo de conocerla, no en vano es raro el año que no la visite un par de veces, al menos. A Sevilla se llega sin necesidad de fatigarse mucho por diferentes y estupendos medios de locomoción, quizás el más conocido y eficiente sea el Ave; recordemos que la conecta con Madrid en poco más de dos horas y media.
Sevilla al estar asentada sobre una fértil tierra de labranza ya fue importante desde su fundación. Además la circunda un hermoso y caudaloso río que ya lo quisiéramos en otros lares, y que le ha proporcionado agua abundante y comunicación fluvial en otras épocas. Por cierto, el nombre por el que todos lo conocemos, Guadalquivir, se lo pusieron los árabes y significa simplemente “Rio Grande”. Acordémonos que los romanos le apellidaron de otra manera, y que ahora, dos mil años después, nos parece más castizo rio "Betis”. Y mira si es importante que el río le dio nombre a toda la Andalucía occidental “Bética” la provincia más apetecible de Roma.
Pero si los romanos fueron, casi, los pioneros en fundar ciudades en ésa zona, los árabes y entre ellos los Almohades, (tribu de fanáticos musulmanes procedentes del norte de África) se esmeraron en hermosear Sevilla (la Torre del Oro la edificaron ellos). Había cogido ésta ciudad ímpetu y grandeza una vez que la Córdoba califal entró en decadencia.
Cuando Fernando III “El Santo” conquistó la ciudad para los cristianos, sus monumentos religiosos (mezquitas, madrazas etc.) como era de esperar se convirtieron en iglesias, y entre ellas la gran mezquita y su minarete en Catedral, una de las joyas, por cierto, de la cristiandadDe todos los reyes medievales el que más le enamoró la ciudad fue, sin duda, Pedro I, llamado “El Cruel”. De su época proceden los hermosos Reales Alcázares y la llamada Casa de Pilatos.
Sevilla le debe, también, a los Reyes Católicos gran parte de su prestigio y poderío. Fueron estos los que le concedieron la exclusividad de ser aduana para todas las mercancías y pasaje que iban y venían del Nuevo Mundo (América). Allí se fundó, junto a la catedral, la Casa de Contratación (Archivo de Indias) en donde se registraba con pelos y señales todo lo se mercadeaba con aquel continente. Los barcos, de poco calado entonces (carabelas), bajaban por el Guadalquivir hasta el océano (Sanlúcar) y lo remontaban a su vuelta cargado hasta las trancas de oro y plata para caprichos y lujos de los reyezuelos que nos tocaba en suerte.
A partir del siglo XVIII se le quitó a la ciudad el monopolio de comerciar con América y los barcos ya no atracaban allí, lo hacían en Cádiz con mejor fondeadero. ¡Ay! y  Sevilla entró en una larga y melancólica decadencia que se prolongó hasta mitad del siglo XX.
Sin embargo, la Exposición Universal de 1929 inaugurada por Alfonso XIII, con la construcción de la hermosa Plaza de España y otros edificios la sacaron del letargo. Después tuvieron que ganar los socialistas las elecciones generales, y llegar al frente del partido y del gobierno dos sevillanos de pro, Felipe González y Alfonso Guerra y, al margen de enjuiciar su labor política que no corresponde hacerlo hoy, qué duda cabe que a ellos se le debe el principio de la extraordinaria recuperación de la ciudad como grande de España. Ellos y su magna Exposición Universal del 92 con sus grandes infraestructuras sentaron las bases de lo que ha venido después. Y ha venido mucho…
Ha venido, por ejemplo, una ciudad moderna, moderadamente industrial y muy de servicios, que amparados en sus populosas fiestas y el turismo foráneo masivo ha hecho que esa prestigiosa revista de la que hablaba al principio la eligiera como la mejor ciudad del mundo a visitar éste año, y os aseguro que han tenido "buen ojo". No obstante, al margen de sus magníficos monumentos, que son muchos y espectaculares y que todos conocemos al dedillo, está esa percepción intangible, inmaterial, que no se puede explicar fácilmente con palabras, como es el espíritu andaluz, y que Sevilla lo encarna a la perfección.
Sevilla es mucho más que sus joyas arquitectónicas, Sevilla es embeleso, pasión, sol, color, olor, fascinación, y sobre todo sus gentes. Aquel que la visite, patee sus calles, palpe su ambiente jaranero o interactúe con su gente, volverá a su tierra sin poder explicar ni describir a sus compatriotas qué ha visto en Sevilla que un irrefrenable impulso le induce a volver cuanto antes.
Dicho queda…
                                                                                         Joaquín Yerga

No hay comentarios:

Publicar un comentario