miércoles, 23 de mayo de 2018

A propósito de vosotras, las mujeres.





Volverán del amor en tus oídos

las palabras ardientes a sonar,

tu corazón de su profundo sueño

tal vez despertará.

Pero mudo y absorto y de rodillas,

como se adora a Dios ante su altar,

como yo te he querido…desengáñate,

¡así no te querrán!

--Bécquer--



Nadie os podrá negar que vosotras, las mujeres, lo habéis tenido muy crudo en la historia. Casi todas las civilizaciones que han existido se han portado muy mal con vosotras. Incluso a veces y en ciertas culturas vuestro estatus social y decisorio ha sido semejante a los de los animales, es decir, nulo. Si, no exagero..

No es por alabar al cristianismo, que como tal tampoco hizo gran cosa por mejorar vuestra posición, pero su fundador, Jesús de Nazaret, si fue el primero en trataros como verdaderos seres humanos, igual que los hombres. Porque si en su tiempo estaba prohibido hablar con vosotras en la calle, Jesús lo hacía. Es más, se dejaba abrazar por amancebadas y prostitutas. Todos conocemos el episodio aquel en que Jesús salvó a una mujer adultera de morir lapidada. La ley judía decía: “Toda mujer adultera debe morir.” Por cierto, los hombres casados lo tenían mejor, sólo cometían adulterio si yacían con mujer casada, si se revolcaba con soltera, casi, le daban un premio.

Los antiguos judíos tal vez fuera el pueblo que mejor trató a la mujer, a pesar de los pesares. Ya en el Antiguo Testamento, que lo escribieron ellos, la mujer no sale mal parada teniendo en cuenta lo que había por ahí. No hay más que recordar que Dios hizo a la mujer “La Madre de la Vida”, según ellos..

En el devenir cotidiano del mundo antiguo judío las mujeres podíais negociar igual que los hombres, profetizar igual que ellos y además eráis las encargadas de la educación de los hijos. Pero un episodio hizo que todo cambiara, que todo se fuera al traste, porque...

Los judíos al volver a su tierra después del primer cautiverio y exilio en Babilonia (estuvieron allí presos muchos años) endurecieron sus leyes y costumbres en la creencia de que Dios les había castigado por ser demasiados flexibles y blandos en su devoción hacía él. Y volvieron, (entre otras penitencias y flagelos) a los sacrificios con animales en su honor. Debido precisamente a estos sacrificios la sangre vuelve a ser objeto de culto en sus liturgias, pero fuera del altar se consideraba impura. Tal vez por eso a las mujeres por su menstruación y el parto las alejaron del Templo, y poco a poco las fueron discriminando de todos los resortes legales y de poder en la sociedad.

De todas maneras también influyó en el ninguneo a vosotras el contacto que empezó a tener el mundo judío con la cultura grecolatina, mucho más machista que ellos. Mirad, sino, algunas de las barbaridades que llegaron a decir eminentes personajes que hoy en día los consideramos los paradigmas de la sapiencia y de la cultura...

Platón, nada menos, dijo que los hombres eran sexualmente mejores que las mujeres. 

Aristóteles, que fue el padre intelectual de Santo Tomás de Aquino, sentenció: “la mujer posee una naturaleza defectuosa e incompleta”.

Incluso el gran filosofo y orador romano, Cicerón, se despachó a gusto diciendo: “si no existieran las mujeres los hombres serían capaces de hablar con Dios”

Y no digamos del gran filósofo alemán Nietzsche, que tanto ha influido en generaciones posteriores; éste se preguntaba en su mejor obra “¿Vas con mujeres? No te olvides el látigo..” Quizás por eso llegó a despotricar tanto del cristianismo y de Jesucristo en particular, lo haría, el tío, para camuflar su misoginia..

Afortunadamente todo éste pasado cruel que hemos tenido con vosotras, aunque demasiado tarde, se esta solucionando. Visto desde la perspectiva de hoy en día nos parece inaudito que la mitad de los seres humanos de la tierra, las generadoras de vida, es decir, vosotras, nuestras madres, hermanas y esposas, hayáis estado vilipendiadas, discriminadas, excluidas, marginadas, apartadas, desdeñadas, ofendidas, injuriadas, maltratadas, lapidadas, asesinadas, o simplemente ignoradas de la sociedad con la aquiescencia de todos, ya fueran torpes o sabios.

Joaquín Yerga



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