Si el Papa Francisco supiera...
El
modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura.
Unamuno
Acordémonos
lo que supuso la venida del año 2000 para mucha gente.
Algunos, convencidos, llegaron a creer que su advenimiento provocaría
un caos infernal, que el mundo acabaría de manera violenta porque
algún cataclismo arrasaría con todo lo inimaginable, y pueblos y
ciudades desaparecerían del mapa de un plumazo, pero se impuso el
sentido común en la mayoría de la gente y casi nada alteró la
llegada del nuevo milenio. Bueno, sí, ahora recuerdo que algo apareció que trastocó nuestras vidas, el euro, pero nada más, y nada
menos...
Pues
imaginemos por un momento lo que significó la entrada del terrible
año 1000 en aquel periodo oscuro medieval. Y pensemos que
entonces el miedo, la superstición, la brujería y la más absoluta
miseria y analfabetismo era lo habitual en la inmensa mayoría de
esa sociedad
La
ciencia en aquellos tiempos tan sombríos no iba más allá de la
astrología y superchería. La medicina todo lo resolvía practicando
dolorosas sangrías a los pacientes a través de sanguijuelas
o cortes en el cuerpo en la creencia de que todos los males y
enfermedades eran causados por exceso de sangre o coagulación de la
misma. La religión, por el contrario, impregnaba toda la existencia
de los individuos y formaba parte absolutamente del día a día de la
gente, no en vano Dios estaba siempre presente en sus decisiones y
comportamientos.
La
menguada élite social informada (porque la inmensa mayoría era
pobre y analfabeta) esperaba aterrada ver aparecer el primer milenio.
Además se dio una serie de circunstancias que no ayudaban,
precisamente, a la calma y naturalidad del devenir cotidiano. Sin ir
más lejos los musulmanes, aun poderosos, amenazaban a los reinos
cristianos, y sobre todo, la peste asolaba campos y ciudades
extendiendo su guadaña purulenta de muerte y desolación por toda
Europa.
La
Iglesia atravesaba una crisis tan profunda de corrupción y
decadencia que el mismo San Pedro Damián se lamentaba de los
muchos obispos que vivían con mujeres. El concilio de Absburgo
decretó en el año 952 que las concubinas de los curas debían ser
azotadas y rapadas al cero, incluso el Papa Benedicto VIII, legisló
que los hijos de los sacerdotes fueran esclavizados.
En
Europa la orden religiosa de Cluny, que tenia la sede en esa
ciudad del centro de Francia, llegó a tener más de quinientos
monasterios repartidos por todo el continente. Miren si llegó a
tener importancia que su Abad era tan influyente y poderoso como el
mismo Papa de Roma. Precisamente ésa orden religiosa
revolucionó todo el rito cristiano hasta el punto que el modelo
arquitectónico de su sede en Francia se extendió por toda Europa y
fue el origen del estilo Románico.
Pasado
el año 1000 y con él los miedos y temores, la iglesia cristiana
continuaba de capa caída. El Papado era un caos tan absoluto que
llegó a dividirse en dos; por una parte el Papa de Roma que se creía
el legitimo y por la otra se creó un nuevo Vaticano, una nueva
sede, ahora en Avigñon (sur de Francia) que no se sentía,
por cierto, menos legitimado que el anterior. El cisma duró unos
cuarenta años y a estos pontífices los denominó la historia
Antipapas; el último fue precisamente el español Benedicto
XIII, apodado el “Papa Luna”.
Benedicto
XIII fue un personaje curioso, su verdadero nombre fue, Pedro de
Luna, y era valenciano aunque de origen aragonés. Cuentan las
crónicas que fue un tipo pequeño, enclenque, pero con un carácter
tenaz y endiablado. Cuando estaba a punto de arreglarse la penosa
división del Papado y por mayoría de cardenales se nombró a
Martín V como único Papa verdadero y con sede definitiva en
Roma, el empecinado e incorregible Benedicto XIII se negó en redondo
a abandonar el cargo. Las autoridades eclesiásticas emitieron
ordenes de detenerlo inmediatamente pero el tío se refugió en
su castillo de Peñiscola (Castellón) al que pertrechó como
un bunker inexpugnable y se defendió como gato panza arriba. Ahí
permaneció junto a sus escasos seguidores hasta su muerte. Miren si
la fama de su obstinación y tozudez llegó tan lejos que la
expresión “Mantenerse en sus trece” proviene del número trece
(XIII) de su apelativo papal Benedicto XIII, y ya ha llovido.
Por
cierto, si tienen ocasión de veranear por esa zona de la costa de
Castellón (Costa del Azahar) Benicasim, Benicarló y sobre todo el
bello pueblo de Peñiscola, no dejen de visitar el famoso
castillo/fortaleza de ése, Antipapa testarudo y obstinado que fue
Benedicto XIII, el “Papa Luna”, saldrán encantados de él.
Dicho
queda…
Joaquín
Yerga
16/05/2018
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