miércoles, 16 de mayo de 2018

Si el Papa Francisco supiera...






El modo de dar una vez en el clavo es dar cien veces en la herradura.
Unamuno


Acordémonos lo que supuso la venida del año 2000 para mucha gente. Algunos, convencidos, llegaron a creer que su advenimiento provocaría un caos infernal, que el mundo acabaría de manera violenta porque algún cataclismo arrasaría con todo lo inimaginable, y pueblos y ciudades desaparecerían del mapa de un plumazo, pero se impuso el sentido común en la mayoría de la gente y casi nada alteró la llegada del nuevo milenio. Bueno, sí, ahora recuerdo que algo apareció que trastocó nuestras vidas, el euro, pero nada más, y nada menos...
Pues imaginemos por un momento lo que significó la entrada del terrible año 1000 en aquel periodo oscuro medieval. Y pensemos que entonces el miedo, la superstición, la brujería y la más absoluta miseria y analfabetismo era lo habitual en la inmensa mayoría de esa sociedad
La ciencia en aquellos tiempos tan sombríos no iba más allá de la astrología y superchería. La medicina todo lo resolvía practicando dolorosas sangrías a los pacientes a través de sanguijuelas o cortes en el cuerpo en la creencia de que todos los males y enfermedades eran causados por exceso de sangre o coagulación de la misma. La religión, por el contrario, impregnaba toda la existencia de los individuos y formaba parte absolutamente del día a día de la gente, no en vano Dios estaba siempre presente en sus decisiones y comportamientos.
La menguada élite social informada (porque la inmensa mayoría era pobre y analfabeta) esperaba aterrada ver aparecer el primer milenio. Además se dio una serie de circunstancias que no ayudaban, precisamente, a la calma y naturalidad del devenir cotidiano. Sin ir más lejos los musulmanes, aun poderosos, amenazaban a los reinos cristianos, y sobre todo, la peste asolaba campos y ciudades extendiendo su guadaña purulenta de muerte y desolación por toda Europa.
La Iglesia atravesaba una crisis tan profunda de corrupción y decadencia que el mismo San Pedro Damián se lamentaba de los muchos obispos que vivían con mujeres. El concilio de Absburgo decretó en el año 952 que las concubinas de los curas debían ser azotadas y rapadas al cero, incluso el Papa Benedicto VIII, legisló que los hijos de los sacerdotes fueran esclavizados.
En Europa la orden religiosa de Cluny, que tenia la sede en esa ciudad del centro de Francia, llegó a tener más de quinientos monasterios repartidos por todo el continente. Miren si llegó a tener importancia que su Abad era tan influyente y poderoso como el mismo Papa de Roma. Precisamente ésa orden religiosa revolucionó todo el rito cristiano hasta el punto que el modelo arquitectónico de su sede en Francia se extendió por toda Europa y fue el origen del estilo Románico.
Pasado el año 1000 y con él los miedos y temores, la iglesia cristiana continuaba de capa caída. El Papado era un caos tan absoluto que llegó a dividirse en dos; por una parte el Papa de Roma que se creía el legitimo y por la otra se creó un nuevo Vaticano, una nueva sede, ahora en Avigñon (sur de Francia) que no se sentía, por cierto, menos legitimado que el anterior. El cisma duró unos cuarenta años y a estos pontífices los denominó la historia Antipapas; el último fue precisamente el español Benedicto XIII, apodado el “Papa Luna”.
Benedicto XIII fue un personaje curioso, su verdadero nombre fue, Pedro de Luna, y era valenciano aunque de origen aragonés. Cuentan las crónicas que fue un tipo pequeño, enclenque, pero con un carácter tenaz y endiablado. Cuando estaba a punto de arreglarse la penosa división del Papado y por mayoría de cardenales se nombró a Martín V como único Papa verdadero y con sede definitiva en Roma, el empecinado e incorregible Benedicto XIII se negó en redondo a abandonar el cargo. Las autoridades eclesiásticas emitieron ordenes de detenerlo inmediatamente pero el tío se refugió en su castillo de Peñiscola (Castellón) al que pertrechó como un bunker inexpugnable y se defendió como gato panza arriba. Ahí permaneció junto a sus escasos seguidores hasta su muerte. Miren si la fama de su obstinación y tozudez llegó tan lejos que la expresión “Mantenerse en sus trece” proviene del número trece (XIII) de su apelativo papal Benedicto XIII, y ya ha llovido.
Por cierto, si tienen ocasión de veranear por esa zona de la costa de Castellón (Costa del Azahar) Benicasim, Benicarló y sobre todo el bello pueblo de Peñiscola, no dejen de visitar el famoso castillo/fortaleza de ése, Antipapa testarudo y obstinado que fue Benedicto XIII, el “Papa Luna”, saldrán encantados de él.
Dicho queda…
                                                                           Joaquín Yerga
                                                                          16/05/2018

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