Volverán del amor
en tus oídos
las palabras
ardientes a sonar,
tu corazón de su
profundo sueño
tal vez
despertará.
Pero mudo y
absorto y de rodillas,
como se adora a
Dios ante su altar,
como yo te he
querido…desengáñate,
¡así no te
querrán!
--Bécquer--
Nadie os podrá negar
que vosotras, las mujeres, lo habéis tenido muy crudo en la historia. Casi todas las civilizaciones que han
existido se han portado muy mal con vosotras. Incluso a veces y en
ciertas culturas vuestro estatus social y decisorio ha sido semejante
a los de los animales, es decir, nulo. Si, no exagero..
No es por alabar al
cristianismo, que como tal tampoco hizo gran cosa por mejorar vuestra
posición, pero su fundador, Jesús de
Nazaret, si fue el primero en trataros como verdaderos seres
humanos, igual que los hombres. Porque si en su tiempo estaba
prohibido hablar con vosotras en la calle, Jesús lo hacía. Es más,
se dejaba abrazar por amancebadas y prostitutas. Todos conocemos el
episodio aquel en que Jesús salvó a una mujer adultera de morir
lapidada. La ley judía decía: “Toda mujer adultera debe morir.”
Por cierto, los hombres casados lo tenían mejor, sólo cometían
adulterio si yacían con mujer casada, si se revolcaba con soltera,
casi, le daban un premio.
Los antiguos judíos
tal vez fuera el pueblo que mejor trató a la mujer, a pesar de los
pesares. Ya en el Antiguo Testamento, que lo escribieron
ellos, la mujer no sale mal parada teniendo en cuenta lo que había
por ahí. No hay más que recordar que Dios hizo a la mujer “La
Madre de la Vida”, según ellos..
En el devenir
cotidiano del mundo antiguo judío las mujeres podíais negociar igual que los
hombres, profetizar igual que ellos y además eráis las
encargadas de la educación de los hijos. Pero un episodio hizo que
todo cambiara, que todo se fuera al traste, porque...
Los judíos al volver a su tierra después del primer cautiverio y exilio en Babilonia (estuvieron allí presos muchos años) endurecieron
sus leyes y costumbres en la creencia de que Dios les
había castigado por ser demasiados flexibles y blandos en su
devoción hacía él. Y volvieron, (entre otras penitencias y
flagelos) a los sacrificios con animales en su honor. Debido
precisamente a estos sacrificios la sangre vuelve a ser objeto de
culto en sus liturgias, pero fuera del altar se consideraba
impura. Tal vez por eso a las mujeres por su menstruación y el
parto las alejaron del Templo, y poco a poco las fueron
discriminando de todos los resortes legales y de poder en la
sociedad.
De todas maneras
también influyó en el ninguneo a vosotras el contacto que empezó a
tener el mundo judío con la cultura grecolatina, mucho más machista
que ellos. Mirad, sino, algunas de las barbaridades que llegaron a
decir eminentes personajes que hoy en día los consideramos los paradigmas de la sapiencia y de la cultura...
Platón,
nada menos, dijo que los hombres eran sexualmente mejores que las
mujeres.
Aristóteles,
que fue el padre intelectual de Santo Tomás de Aquino, sentenció:
“la mujer posee una naturaleza defectuosa e incompleta”.
Incluso el gran
filosofo y orador romano, Cicerón, se despachó a
gusto diciendo: “si no existieran las mujeres los hombres serían
capaces de hablar con Dios”
Y no digamos del gran
filósofo alemán Nietzsche, que tanto ha influido
en generaciones posteriores; éste se preguntaba en su mejor obra
“¿Vas con mujeres? No te olvides el látigo..” Quizás por eso
llegó a despotricar tanto del cristianismo y de Jesucristo en
particular, lo haría, el tío, para camuflar su misoginia..
Afortunadamente todo
éste pasado cruel que hemos tenido con vosotras, aunque demasiado
tarde, se esta solucionando. Visto desde la perspectiva de hoy en día
nos parece inaudito que la mitad de los seres humanos de la tierra,
las generadoras de vida, es decir, vosotras, nuestras madres, hermanas y esposas, hayáis estado
vilipendiadas, discriminadas, excluidas, marginadas, apartadas,
desdeñadas, ofendidas, injuriadas, maltratadas, lapidadas,
asesinadas, o simplemente ignoradas de la sociedad con la
aquiescencia de todos, ya fueran torpes o sabios.
Joaquín
Yerga