Miren lo que dice hoy mi horóscopo...
En
ti me he silenciado...
el
corazón del mundo
está
en tus ojos, que se vuelan
mirándome.
(Julia
de Burgos)
Pero, ¡mira qué listos eran nuestros antepasados! porque parece mentira
pero, por ejemplo, yo que en pleno siglo XXI miro al cielo y siempre
veo las mismas estrellas, o eso creo, y sin embargo aquellos tipos de
hace 5.000 años, sin medios, sin libros, sin tele... y sin la
Wikipedia, ya conocían nuestra Galaxia, y sabían que la Vía
Láctea estaba justo en su centro; y sabían, también, de los
planetas y sus ciclos... Y habían dividido el cielo en doce partes
iguales y las habían nombrado a cada una de ellas según la constelación que ocupara... Y, digo yo, ¿Cómo lo harían? ¿Se
tumbarían boca arriba en las largas noches de verano calculando
durante horas y horas? ¿Y todo a simple vista?. ¡Claro!, que, imagino que
los conocimientos que iban adquiriendo con la simple observación de
sus ojos se los irían pasando de padres a hijos. ¡Qué
despabilados!...
La
Astrología, según el diccionario de la lengua, es un conjunto de
creencias según la cual se relaciona directamente la disposición de
algunos astros en el firmamento con cosas o actitudes que nos pueden
suceder a los humanos aquí en la tierra... ¡Vamos, más o menos!.
Fueron
los Babilonios allá en Mesopotamia y hace la friolera de 5.000
años, los primeros que empezaron a descifrar estos fenómenos, pero
a nosotros nos ha llegado más la tradición de los egipcios y de los
griegos.
Los
egipcios ya se dieron cuenta que la Luna, el Sol y el resto de
planetas se movían siempre por una franja muy determinada del cielo
e hicieron sus cálculos. Los griegos copiaron de ellos y lo
perfeccionaron. A esa franja por donde pasaban nuestros astros le
llamaron Zodiaco, que quiere decir simplemente “Rueda de
Animales”. Este zodiaco lo fraccionaron exactamente en doce porciones para estudiarlo mejor, de unos 30º de longitud cada una de ellas. Como sabemos todas tienen su nombre, generalmente de animales.
No
hace falta ser muy listo para darse cuenta que a falta de medios
técnicos que le ayudaran a encontrar explicaciones a los distintos
fenómenos astronómicos, o incluso soluciones a los muchos males que
les acontecían, nuestros antiguos encontraran relación entre las
posiciones de los astros, siempre variable, y sus vidas personales.
Hoy sabemos que todo eso es pura ficción, patrañas de algún
famosete del tipo Rappel dispuesto a sablear a incautos..
Pero,
miren qué cosa más extraordinaria; a 13 kilómetros de la ciudad
inglesa de Salisbury se yergue Stonehenge, un conjunto de
piedras enormes, “La danza de los gigantes” le llaman. A cada una
de éstas piedras se le calcula varias toneladas de peso y están
dispuestas de tal forma que, dicen ahora los expertos es una
verdadera máquina de predecir los eclipses, y estamos hablando de
5.100 años atrás.
Como en todo, también Stonehenge tiene su leyenda, y lo
enlazan directamente con el mago Merlín y el rey Arturo. Sí, ya saben, el jefe de los caballeros de la “Mesa Redonda”.
Dice la leyenda que Merlín convenció a Arturo para robar y
trasladar esas gigantescas piedras de Irlanda a Inglaterra donde
Merlín las volvería a colocar exactamente igual que estaban allí,
incluso poco después allí seria enterrado debajo de esas moles,
Pendragon , el padre de Arturo. En fin, cosas de los ingleses, que
son unos maestros en echarse flores...
O
también, según las últimas mediciones de algunas pirámides en
Egipto, estaban éstas diseñadas para que el cuerpo el Faraón
subiera directamente hacia un tipo de estrellas, las circumpolares,
que le harían morar eternamente por el firmamento celestial. Las
cuatro caras de las pirámides estaban orientadas hacia los cuatro
puntos cardinales con una precisión milimétrica, y la chimenea de
ventilación de la cámara real tenía un significado astrológico
para facilitar el paso de su alma. Sorprende la exactitud de medidas
con tan pocos medios.
Lo
dicho, no pensemos que somos ahora más inteligentes que nunca. Tengan en
cuenta que si hemos llegado a este grado de sapiencia es porque
antes otros hicieron cosas extraordinarias. ¡Ah! Y puestos a
comparar, es verdad que ahora hacemos cosas sofisticadas e
increíbles, pero disponemos de herramientas para hacerlo; antiguamente sólo
se valían de sus ojos y de sus manos, que tiene más mérito.
Dicho
queda...
Joaquín
Yerga
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