sábado, 22 de septiembre de 2018

Miren lo que dice hoy mi horóscopo...







En ti me he silenciado...
el corazón del mundo
está en tus ojos, que se vuelan
mirándome.
(Julia de Burgos)


Pero, ¡mira qué listos eran nuestros antepasados! porque parece mentira pero, por ejemplo, yo que en pleno siglo XXI miro al cielo y siempre veo las mismas estrellas, o eso creo, y sin embargo aquellos tipos de hace 5.000 años, sin medios, sin libros, sin tele... y sin la Wikipedia, ya conocían nuestra Galaxia, y sabían que la Vía Láctea estaba justo en su centro; y sabían, también, de los planetas y sus ciclos... Y habían dividido el cielo en doce partes iguales y las habían nombrado a cada una de ellas según la constelación que ocupara... Y, digo yo, ¿Cómo lo harían? ¿Se tumbarían boca arriba en las largas noches de verano calculando durante horas y horas? ¿Y todo a simple vista?. ¡Claro!, que, imagino que los conocimientos que iban adquiriendo con la simple observación de sus ojos se los irían pasando de padres a hijos. ¡Qué despabilados!...
La Astrología, según el diccionario de la lengua, es un conjunto de creencias según la cual se relaciona directamente la disposición de algunos astros en el firmamento con cosas o actitudes que nos pueden suceder a los humanos aquí en la tierra... ¡Vamos, más o menos!.
Fueron los Babilonios allá en Mesopotamia y hace la friolera de 5.000 años, los primeros que empezaron a descifrar estos fenómenos, pero a nosotros nos ha llegado más la tradición de los egipcios y de los griegos.
Los egipcios ya se dieron cuenta que la Luna, el Sol y el resto de planetas se movían siempre por una franja muy determinada del cielo e hicieron sus cálculos. Los griegos copiaron de ellos y lo perfeccionaron. A esa franja por donde pasaban nuestros astros le llamaron Zodiaco, que quiere decir simplemente “Rueda de Animales”. Este zodiaco lo fraccionaron exactamente en doce porciones para estudiarlo mejor, de unos 30º de longitud cada una de ellas. Como sabemos todas tienen su nombre, generalmente de animales.
No hace falta ser muy listo para darse cuenta que a falta de medios técnicos que le ayudaran a encontrar explicaciones a los distintos fenómenos astronómicos, o incluso soluciones a los muchos males que les acontecían, nuestros antiguos encontraran relación entre las posiciones de los astros, siempre variable, y sus vidas personales. Hoy sabemos que todo eso es pura ficción, patrañas de algún famosete del tipo Rappel dispuesto a sablear a incautos..
Pero, miren qué cosa más extraordinaria; a 13 kilómetros de la ciudad inglesa de Salisbury se yergue Stonehenge, un conjunto de piedras enormes, “La danza de los gigantes” le llaman. A cada una de éstas piedras se le calcula varias toneladas de peso y están dispuestas de tal forma que, dicen ahora los expertos es una verdadera máquina de predecir los eclipses, y estamos hablando de 5.100 años atrás. 
Como en todo, también Stonehenge tiene su leyenda, y lo enlazan directamente con el mago Merlín y el rey Arturo. Sí, ya saben, el jefe de los caballeros de la “Mesa Redonda”. Dice la leyenda que Merlín convenció a Arturo para robar y trasladar esas gigantescas piedras de Irlanda a Inglaterra donde Merlín las volvería a colocar exactamente igual que estaban allí, incluso poco después allí seria enterrado debajo de esas moles, Pendragon , el padre de Arturo. En fin, cosas de los ingleses, que son unos maestros en echarse flores...
O también, según las últimas mediciones de algunas pirámides en Egipto, estaban éstas diseñadas para que el cuerpo el Faraón subiera directamente hacia un tipo de estrellas, las circumpolares, que le harían morar eternamente por el firmamento celestial. Las cuatro caras de las pirámides estaban orientadas hacia los cuatro puntos cardinales con una precisión milimétrica, y la chimenea de ventilación de la cámara real tenía un significado astrológico para facilitar el paso de su alma. Sorprende la exactitud de medidas con tan pocos medios.
Lo dicho, no pensemos que somos ahora más inteligentes que nunca. Tengan en cuenta que si hemos llegado a este grado de sapiencia es porque antes otros hicieron cosas extraordinarias. ¡Ah! Y puestos a comparar, es verdad que ahora hacemos cosas sofisticadas e increíbles, pero disponemos de herramientas para hacerlo; antiguamente sólo se valían de sus ojos y de sus manos, que tiene más mérito.
Dicho queda...
                                                                   Joaquín Yerga
                                                                

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